
soy la opacidad del desamparo
y tú eres el griterío de los niños
malvados que juegan a besarse.
Por qué has puesto cadenas
donde antes yo mordía los columpios,
y a qué viene eso de mecerme
a mí que detesto la alegría pendular.
Puedo quererte y duele escribirlo,
por eso tengo dos cucharas al lado
para hacerlas cuenco de las cuencas
y obvie así la tortura de asumirlo.
Acostumbrado como estoy a lo inútil,
a esa recreación tuya en los papeles,
ese hacerte poema, el modo terrorista
de quitarte de en medio y conformarme.
Falta el último paso: el acantilado,
estrellarme en la pupila de tus mares
o ser pasto de sombras y estalagmitas;
yo, el caído de valles, el olvidado de caer.
Si las orillas me parecen altas, qué salto,
a dónde lanzar la mole de tanta cobardía;
yo, que detesto el olor de los claveles,
yo, que me rasguño con los huecos del pincel.
Aún así, déjame que te lo diga:
soy la obviedad del desengaño
y tú eres la agonía en la plaza
del morlaco que otro día, si eso, lidiaré.
Cuántas agonías salpicando por doquier.
ResponderEliminarMaravilloso el programa de radio.
Un gusto pasar por acá.
Saludos cordiales Nino.