cuando mi tío pega a los abuelos
y mi padre se pelea con el vecino.
Pide la vez y mi hermano se separa,
los niños lloran, el mar suelta un revuelo,
en la arena se dibuja una silueta que es canto,
el paisaje casi no sufre cambio alguno.
Mi madre pide el precio de las brótolas
y mi hermano se pela, mi hermana disrumpe,
mi padre conquista la ausencia de un invernadero,
hay en el campo un color de vendimia, un color
de algo que hubiera podido plantarse, justo
en el momento en que yo me bebo la tinta
de los árboles crecidos cuando yo era solo cántara.
Mi madre está a la cola del pescado cuando somos
hienas y mimbres y en nuestro corazón brotan los
insectos de vidas heridas por la miel de un faro
que no alumbra más que la piel de un ternero.
Yo soy algo que invade los territorios y algo que
al mismo tiempo deja espacio para que vengan
los deciles y las hierbas de las que comen los veleros.
Yo soy algo que sopla para no llegar a parte alguna.
Alguna vez me he visto en la boca de los jóvenes,
viento que basta y a sí mismo se desborda.