lunes, 15 de agosto de 2022

Camino del sol

 


A Saulo José García Nufio

Siempre está presente, como la cocina,

se arrincona y allí sonríe levantado,

a veces queda mirando un pensamiento

que mece más tarde en la hamaca.

 

Limpia los carros, limpia la ropa, limpia el patio;

y si es lunes lava el pelaje de la perra,

los miércoles prepara la basura; su oído es un reloj

que marca el tictac exacto de las distracciones.

 

A la noche se duerme en movimiento:

otro vaivén que al mundo regala.

Su músculo es un péndulo que sigue

el camino del sol al tender las prendas.

 

Acepta todos los mandados, arranca

su busito y en él lleva el hielo o a las tías.

Es el único hombre bueno que conozco

que será un niño tímido para siempre.

Tala

 


No mires la verticalidad del árbol ni su fronda,

no te quedes únicamente con la sombra, con su asilo;

mira el edificio que constituye, la hormiga

que por él transita para la que el mundo es su corteza.

 

Observa el aire que sale de su hoja y respira,

no sostengas solo el fruto, agarra la savia,

desliza tu humanidad por el tronco, estucha

la rama como elemento antes de arrollarla.

 

Hay más árbol en ti que en el árbol, más raíz

en ti que en la tierra; más sol en tu cabello

que en la hoja. Hace anillos de siglos que lo sabes;

así pues, camina, anda alegre sin talarte.

domingo, 14 de agosto de 2022

Ojos como selvas

 


En los ojos del niño que trabajaba

en los palmares vi la selva

y en la selva estaba Farabundo

y en Farabundo una reunión de zopilotes

dictaba sentencia contra el oligarca.

 

En los ojos de ese niño otros niños

iban a la escuela; unos descalzos,

otros sobre un sueño; una procesión

de madres paseaba un altar de esperma.

 

En los ojos del niño que vi en la ensenada

colgaban nidos de olopéndolas;

algunas volaban, otras se quedaban en

la ojera. Dios estaba dormitando

el día que vi los ojos del niño que

trabajaba en los palmares.

 

Él me miró, sí; y yo vi la selva.