martes, 30 de noviembre de 2010

Grado 7


Los semáforos me saltan
con la ígnea estampa de su cuerpo,
yo pierdo el aliento
cada día
en Comandante Fortea
en mitad de las neorrabias
donde Isel me vive.


Ella y yo
convocamos
forajidos
recitales poéticos
solidarios
para apaciguar
los grados siete
en la escala
de Ritcher
de nuestra
náusea,
pues estamos
destinados
a romper
todos los pianos
del mundo,
todos los poemas
del mundo,
todos
los
elementos.


Hay un tiranosaurio rex
en la pincelada cochambrosa
de la calle donde tuerce
el ojo de Isel
cuando me mira
y el ojo es un océano
que se come a las trompetas.


Y Dios se masturba
en su higuera
cuando la carne
se hace sangre
de arrebato.


Ya hace rato
que se corrieron
las cortinas.


¡Islas en los ojos,
islas!

lunes, 29 de noviembre de 2010

Demostración

Supongamos que x=1 y que te quiero,
supongamos que el logaritmo en base 2 de tu cuerpo
hace que la lluvia sea cartesiana y con pendiente,
supongamos que, por accidente,
x=0 y que te enhebro, en las conquistas,
parábolas.

Si te quiero y x=0: el frío
si te quiero y x=1: el beso,
si llueve te llevaré al fractal
donde despejar
nuestras incómodas
hipótesis de viento.

Pero si al quererte tanto
x tiende al proscrito
vals de mi cerebro,
habremos calculado mal
el otoño
y serán necesarios
los binomios,
los unicornios
para entendernos.

Habrá un crack
de matemáticos
si no desciframos desde ya
la hipocicloide,
la homología
de tu ojo.

Trampantojo si x=0,
escudo si x=1.

¡Trampantojo el mundo,
Isel,
trampantojo!

jueves, 25 de noviembre de 2010

Consejos

Cuando hagas llorar a una chica
y sea de felicidad,
salta la anchura del tiempo
hasta la sucursal de nubes
de su ojo
y mírate en el abeto
donde riñen las palomas.

Isel estará dormida en el
ocaso.

Cuando encuentres un cabello
de más de medio metro
en los relojes de los lunes horrorosos
y tengas el sueño de los candelabros,
tómate menos en serio el trabajo
y lleva a Isel en el transporte
de tu cuerpo equivocado
y dile amor y dile espoleta.

Isel estará inventando los planetas
en tus órbitas.

Y, sobretodo, cuando demuestres
matemáticamente que desde que la conoces
la vida no ha hecho más que multiplicarse,
cuelga del tendal tautologías,
súmete en la ergonomía de su eco
y canta para adentro lepidópteras.

Isel estará creando el mundo
que olvidaste.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Locus Amoenus

San Lorenzo,
a la sombra del otoño
en las fuentes de la sangre
del estanque en Valmayor
donde Isel me pesca
con su eco.

Paracuellos de Jarama,
a la vista de las torres
en la salida de los aviones
que van ida y vuelta
al corazón
donde se estrellan
a herida abierta
las guitarras.

Coslada,
en los besos que se mueven
en la huida de los trenes
y sale el sol
justo por la esquina
donde le sangra el labio
a la mañana.

Y en los muelles de los puertos
y la cama,
y en las abrasiones
de los hombros y la palma,
en las magulladuras
de ruidos y lágrimas,
las avulsivas heridas
de los cuellos,
en los noviembres
enteros
donde la vida canta
con el pecho,
donde la vida canta
desde el exceso
de vivir
sin dormir,
donde la rabia
era otra cosa,
donde tienen sentido
los esguinces
y nos da igual
la excoriación.

Tan diferentes ella y yo
que Madrid
nos ha sumado,
usurpado
el hecho de buscarnos
sin recompensa.

jueves, 18 de noviembre de 2010

CONVOCATORIA

Convoco a todos los poetas y demás seres del multiverso para acompañarme uno de los días de Navidad a llevar ilusión y alegría a los niños del hospital en que trabajo. Me gustaría disfrazarme de Papá Noel o de payaso y dar a esos pobres niños que veo todos los días enfermos un poco de poesía más allá del medicamento, un poco de alegría más allá del suero y el duelo y el dolor.

En el hospital ya he convocado entre los conocidos una recogida de detalles, de juguetes, de tonterías de cualquier tipo y seguiré practicando algunos trucos de magia y seguiré imaginando qué hacer; ya el año pasado lo pensé pero todo se pasó sin que me atreviera, pero por qué no, por qué no ahora.

En fin... como digo, os convoco, compañeros, haremos marionetas y buscaremos la sonrisa, un día, sólo un día que ellos recordarán siempre, venga... ¿quién se apunta?

Lepidóptero

No amor
sino lepidópteros
en el glande.

No ya Urano
sino alfombras
de lengua
en las orillas.

Y el otoño cayendo
boca a boca
en la costra,
en la corola
del verbo.

El techo
en un suelo
de escolopendras
surcando
la espalda.

Evitando a toda costa
las clínicas de desintoxicación,
diciendo te quiero sin secreto
igual que el gasterópodo,
llamándonos nube
y siendo nube,
reconociendo que nos falta
una parte del cuello
y regalándonos
los omoplatos
que nos sobran.

Siendo principio
como si el principio
nos precintara
y devorándonos
con la culpa
de la guerra.

No sólo amor
sino yo desnudo
pintando a Isel desnuda
en la tarde sin relojes
donde a toda prisa
dormitan los insectos.

Siendo capaces
de todo:
angiospermas
de sépalos
infinitos.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Incautación

Isel:
tú haces que yo esparza
la desnutrida garganta del viento
sobre el aquelarre
donde danzan
mis demonios.

El cuello de heroína,
el ojo barbitúrico,
el labio, metilfenidato,
el brazo, buprenorfina,
la nariz, el hachís,
me revientan,
me exacerban
a los campos de acelga
y espinaca.

Isel:
tú has dicho que me quieres
dos coma cinco miligramos
y yo sé que en uranio
iluminaríamos Las Vegas,
las islas griegas
y Tegucigalpa.

Las manos de espoleta,
el verbo hexotonal,
el beso,
trinitroclorobenceno,
la boca, nitrocelulosa,
la ceja, pólvora negra,
la mecha, el corazón,
nitroalmidón
son poco comparados
con la cocaína,
con la metadona
con el levísimo
aroma
de tu cuerpo:
trinitroaftaleno,
anatómica
demolición.

Isel:
tú has filtrado el largo listado
de mis ilusas divagaciones
y has puesto en marcha
el reloj
de la hora exacta
de mi suerte.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Cómo conocí a Isel

Eran las doce en punto de la mañana y la noche anterior había tenido lugar el cambio de hora. Era un domingo lluvioso en el Paseo del Prado donde intersecta con la calle Atocha y, de repente, de una carne que cruza un paso de peatones salió un relámpago que me partió en dos las cortinas de mi párpado izquierdo. Allí estaba Isel con un precioso jersey de punto gris, fragmentando la gravedad de mi universo en tantas partes como mi ojo era capaz de distinguir entre las suyas. Su belleza extraña, más aún que la de las catástrofes naturales, más aún que la de los ritos salvajes e incomprendidos, me impidió tomar nota en seguida de sus vértices con lo que tuve que invitarla al museo Reina Sofía y ser modista de ella mientras alucinaba o se aburría estrepitosamente entre los cuadros.

La cola kilométrica para acceder al museo me permite darle mi primera impresión de serio, insulso, pedante y payaso. A cambio, ella se muestra arisca, distante y nunca me mira a los ojos mientras habla, con lo que yo aprovecho para anotar mentalmente el color selvático y apocalíptico de sus córneas donde todo el viento y su espacio hacían las veces de remolinos llenos de trampas en las que yo me caía a posta y tan feliz. Le hago subir escaleras y más escaleras para ponerla frente al Guernica de Picasso, un cuadro que nunca ha visto salvo en las ilustraciones. Nada más entrar en la sala se me pierde, se va por entre la gente para colocarse la primera y se tira un buen rato mirándolo, concienzudamente, un minuto ,dos… tragándose toda la guerra civil a cubos de blanco y negro salpicándole las pupilas. Luego me busca y yo sigo mirando el cuadro que es ella, más bonito que los Dalís de después, que los Mirós de más tarde, que los Picassos de ahora. Se me acerca y me sonríe por primera vez y me dice gracias por traerme y ya, de repente no es tan arisca, no es tan distante, no es tan extraña aunque su belleza lo siga siendo y cada día más. Le hablo sin parar de los cuadros, de su significado, de cuándo y cómo, la historia de cada uno se la cuento porque estoy nervioso y cuando estoy nervioso no hago más que hablar y hablar y mientras tanto pienso que estoy aburriendo a la chica, que seguramente esté deseando sobre todas las cosas que me calle de una vez, pero ella los mira, los sigue mirando y qué suerte de cuadros y qué suerte de esferas. La invito a pasear a El Retiro y, en el camino empieza a llover y le da lo mismo porque le gustan los días de lluvia igual que a mí, así que mientras todo el mundo busca refugio nosotros nos metemos bajo el edificio del Forum de la Caixa bajo el pilar invisible de su arquitectura y miramos el ir y venir de los paraguas y ella se queda de nuevo seria infinitamente mirando la lluvia como si contara las gotas y me dice cuánto le gustan los días así.

Entonces, de repente, nos veo cogidos del brazo caminando por El Retiro, me veo con mi excusa de saber leer las manos para tener las suyas entre las mías, de repente acompañarla a casa, de repente echarla de menos, de repente el primer beso y el segundo, de repente un trillón, de repente qué más da el frío si nos andamos abrazando como locos, de repente los primeros bocetos, los poemas ñoños y cutres, los poemas de ojos, de brazos, de labios, de cuellos, de repente Isel, así como si nada.

No hay ni un día desde entonces que haya dejado de verla.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Canto general al inmigrante

Inmigracias
Batania


Más allá del tono solemne de vuestra esquirla:
hermanos, venid todos a mi casa,
venid ya,
venid.


Venid aquí donde brilla el prejuicio
y la gente se queja de que seáis vosotros
los que cuidan a nuestros ancianos,
de que seáis vosotros los que cuidáis
a nuestros hijos,
de que seáis vosotros
los del tomate,
los del pepino,
los del invernadero.


Venid todos y ya,
a esta mi casa
donde la gente se queja y con razón,
de que seáis vosotros los que trabajáis
todo el santo día,
de que seáis vosotros los que nos estáis
quitando el trabajo
a nosotros
que no queremos
trabajar.


Venid antes del cyborg,
venid hermanos, venid,
a esta mi casa donde podéis limpiar
vosotros,
donde podéis recogerme
el desperdicio,
donde podéis
amarme
por el simple
hecho
de mi
dinero.


Venid y ahora,
venid hasta que celebréis con ganas
nuestros goles,
hasta que la ciudad os quiera,
venid a darnos la cerveza
de medianoche,
a darnos el ceviche de los domingos,
venid hermanos, venid.


Venid
pues yo he visto en las gentes
una siniestra vocación por teneros,
venid pues nadie os querrá
hasta que os quieran,
pues nadie dará nada por vosotros
hasta que comprendan
que nada somos sin vuestro acento,
que nada somos sin vuestra alma,
que nada somos.


Yo he ido a quemar mi patria y la vuestra,
yo he ido a pintar en la sombra que os quiero
con la firme decisión de mi alma libertaria,
yo he enunciado los nombres de vuestros países
sin saber ni pizca de ninguno
pues no pertenezco al mío
igual que vosotros
que huís
de la duna.


Venid hermanos,
mi casa es vuestra,
venid,
en patera,
como ramera
en sumisión,
venid
y ahora.


Llegará el día en que la paleta se interpole,
llegará el día en que diremos hombre
y el hombre será celebrado en la alambrada
que nada tape,
que nada sepa;
llegará el día.


Y mientras tanto un odio irracional,
y mientras tanto la cerradura,
pero venid a mi casa,
venid hermanos,
la puerta
está cerrada
a cal y canto,
pero venid,
ya,
ahora.

Velocímetro

Que alguien regule
el velocímetro
de mi corazón,
que alguien me pinche
el espejo,
que alguien me diga
y me ponga y me asegure
que es cierto,
que el locus amoenus
es un renault,
que ella es de verdad,
que ella tiene un pantano
y dentro del pantano
un cuento
y dentro del cuento
las raíces vivas
de las zanahorias.

Que alguien me siente en una silla de tortura
y me haga sangrar hasta los ojos,
que no padezco ya la escoria
de vivir soñando brumas, dunas,
que tengo besos en los huesos
que desoxirribonucléicamente
la reproducirían a ella
antes
que a mí.


Que alguien invente
el electrocardiograma,
el diagrama
donde quepan
convulsiones
infinitas
y lo destrozaré
con esta calma
de ahora,
con esta brisa
de ahora.


Que alguien me separe de todo
menos de Isel.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Isel y el ojo


La selva rumiando un prado,
el prado rumiando un bosque,
el bosque lluvioso rumiando
la danza ancestral del cocodrilo,
el cocodrilo relleno de ranas,
las ranas repletas del cuerpo verde
de las moscas señoriales,
las moscas que llevan a su espalda
un campo de olivos que crece,
Dios sabe cómo,
en el límite septentrional del océano,
puesto éste
concéntricamente en la agnósica
confusión del ojo derecho
donde cae una cascada
de mapas vegetales.


En el centro,
un lodo de marismas
avisa de lo fácil
que sería caerse
de un ojo
cuando éste
apenas tiene
el nervio
de América
Central.



Ojos camaleónicos
donde se suicidan los gatos
siete veces seguidas,
uno tras otro,
ignorantes como el mosquito
de mí, como el insecto
del yo, de la lámpara
de su vuelo
donde en vilo velo el bolo,
la bula, la burla, la vela,
la bulla, la bolla, la bella
villa boyante de perlas
de esferas
que me miran
y me veo a mí
y me camuflo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Vaho

Salid todos a la calle
y ved el vaho de los edificios,
y ved el caos de los armisticios
pues he besado
el cazo de sangre
donde hierve el enigma.

Mejor que la palabra
es la lengua,
mejor que la palabra
es la extensa
chocolatería
donde el silbido
tiene cuellos
y danzan las pinzas.


Ella tiene en los labios la poesía
donde acuden los infieles
a rezar sin fe la delincuencia
que hace que yo no tenga,
que hace que yo no sepa
dónde,
que yo no sepa
nada,
que yo no sepa.


En la calzada, la sepia
extiende el cloroformo.


Me alegro, me alego, me logro,
me ligo, me lucro, me lacro,
me licuo las ninfas, las vides,
las vidas, las ligas, las licras
y no sé decir tiempo
y no sé decir nada,
salvo decir su nombre,
hecatombe de brumas,
de honduras
donde callo yo
hasta borrarme.


Salid todos a la calle,
pues arde el pavimento
y el vaho se ha quedado
en el cristal.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Somos infinitivo

Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.

Augusto Monterroso


Acercarse al caballo hasta asumir su aliento,
calmar el rocío que sale de la nariz de las rosas,
abrazar a los países todos pues son uno,
beber el ojo verde que tienen en la matriz
los escarabajos.

Decir que ya la sangre bulle por las macetas del tiempo
donde otrora navegaban estanques de bulimia,
dejar en otras manos las huellas dactilares de misas
donde rezabas por los dientes del almizcle.

Despertar.

Decirle a tu jefe que es gilipollas,
dar un escarmiento a las reses que hacen procesión
todos los días en todos los atascos,
vomitar a la policía toda la ausencia del ron
en la acinética costumbre de tu rueda.

Caminar en zigzag sin importarte el minutero,
usar el claxon en el momento justo en que no es necesario,
gritar, reír, cazar las mariposas de tu estómago
y llenar los muebles de una colección de sangre blanca,
blanca.

Despertar otra vez.

Besar todas las lunas y todos los lunares,
abrazar el callejón hasta dejarlo sin salida,
pintar a Isel con la rabia de los templos
y decir ahora, y decir yo, y decirte.

Saber que somos infinitivo.

Sabernos
mientras sueña Dios
sus criaturas.

martes, 2 de noviembre de 2010

Isel

En los pasos de cebra
el relámpago de su carne
se me acerca
y me acusa de la altura.

Yo sé que ella está mirando por encima de la esferas
los bloques diminutos con que sus pestañas
asoman haciendo partícipe del labio
lo que le pertenece.

Isel, que me coge del brazo
cuando el barro del Retiro
y me dice que existe la gente
aunque llueve siempre,
aunque llueve.

Isel, que me besa en el Safrane,
que me perdona la tristeza,
que me regala el cuello
donde hay una fábrica
de chocolate blanco,
blanco.

Isel, que tiene en los ojos
el verde arábigo de las tormentas,
que me aplasta las legañas
con el ruido de los goznes.

Dios sabe dónde
estará el mapa
con que rugen
sus motivos.

Los labios delincuentes,
culpables de haberme hecho perder la honra
al esparcimiento,
culpables de haberme canjeado
mil cardiopatías,
culpables de haberme perdonado
la desgracia.

Y no temblar ya de frío
y no buscar el poema
pues ya la estantería de su beso,
pues ya la despensa donde comen
las estrofas y baila la punta
y ya la albufera
y ya el secreto,
donde canto sin más
y ella soy.