En los verdores perforados tus ojos de
luciérnagas
no conozco nada más irrisorio que ese
temor de la imaginación que oprime al pintor.
-Podemos preguntarnos en qué medida la
indigencia de la vegetación europea es responsable de la huida de la
mente hacia una flora imaginaria.
El hecho de haber nacido cerca de un
sauce llorón no es un motivo para que deba consagrar mi expresión a
ese apego por cierto estrecho.
Si Rousseau no se movió de Francia,
habría entonces que admitir que su psicología de primitivo le ha
descubierto espacios totalmente primitivos conformes a la
realidad.
Se
podrían alinear todas las catedrales, dinamitar algunas, reflejar
todo en un lago y administrar belladona a los espectadores que aún
no se llegaría ni a los talones del enmarañamiento de esos árboles
especializados en la acrobacia, que se levantan unos a otros hasta
las nubes, saltan los precipicios y quejándose describen el arco de
las hechiceras queridas bajo ventosas de flores viscosas que son
lámparas de acetileno, lámparas de arco destinadas a alumbrar las
regiones reservadas en las sombras del corazón, las criptas
maternales que se entreabren y se cierran sobre nuestra vida.
Es
verdad que de lo que se goza es de lo que menos se descifra.
-Llevémonos
simbólicamente la flor del balicero bella como la circulación de la
sangre desde lo más bajo a lo más alto de las especies, los cálices
colmados hasta el borde de este sedimento maravilloso. Que ella sea
el término heráldico de la conciliación que buscamos entre lo
perceptible y lo que se escapa, la vida y el sueño -pasaremos por
todo un enrejado de ellas para continuar avanzando de la única
manera legítima que hay: a través de las llamas.
Mi ojo
es una violeta cerrada en el centro de la elipse, en la punta del
látigo.
quienquiera
que se asome sobre la gran miseria de Martinica y manifieste la
intención de remontarse a sus causas será advertido de que se juega
la vida.
“Somos,
proclamaba Césaire, de los que dicen no a la sombra”.
donde
se elaboran las imágenes poéticas hasta que tienen la fuerza
suficiente para sacudir los mundos, sin otra referencia en el
remolino de una vegetación furiosa que la gran flor enigmática del
balicero con su triple corazón palpitante en el extremo de una
lanza.
De una
vez por todas confirmé la idea de que nada será hecho mientras
ciertos tabúes no hayan sido levantados, mientras no lleguemos a
eliminar de la sangre humana las mortales toxinas que mantienen la
creencia -por cierto cada vez más indolente- en un más allá,
mientras no terminemos con el espíritu de cuerpo absurdamente
aferrado a las naciones y a las razas y con la abyección suprema que
se llama el poder del dinero.
Cantar
o no cantar, he ahí la cuestión.
Si los
negreros han desaparecido físicamente de la escena del mundo, se
puede asegurar que en revancha hacen estragos en el espíritu donde
su “madera de ébano” son nuestros sueños.
como
los dedos del peral tropical caen en la gangrena de la noche.
La
vida intermitente es la crepitación de un
colibrí
verde
Por mi
hambre expandan el árbol de mil injertos
del
tocón de aquel que habla solo
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