sábado, 18 de enero de 2025

Huebra


Yo también fui joven en otro cuerpo

y reuní en torno a mí todas las señales,

mi corazón estaba solo y desatendido

como están generalmente los corazones

que aman sin reserva.


Era mío absoluto el don del aguacero,

fijaos, no era racional y de ahí mi compostura,

fijaos, yo más que un ser era una bestia

visible como el trino y no tanto como el oso

cuya zarpa miente y duda.


No recuerdo haber tenido frío o mancuerna,

tuve masa y volumen pero nunca cuerpo;

mitad película, mitad bruma, mitad tesoro,

yo era un salir de mí mismo hasta el punto

de no tener cirio ni puerta.


Y puesto que, además, mi vida era un secreto,

mantenido frío, concreto e incluso soslayado,

podía dejar de mirar, de sentir y de ser persona,

y así conseguía dibujar en cemento la huebra:

esa fila de pájaros y loanzas.


Y ahora que queda de mí este castillo atacado,

con su torre para el fuego, la ida y el poema,

recuerdo mirar por el esmeril —rojo, huidero—,

y preguntarme por qué no me alcancé cuando 

de un solo ladrido pude hacerlo.







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