Solo puede caminarse a la deriva.
Ya está bien del fin.
Hay afuera toda una vida sin propósito.
Tálate para sentir el pie descalzo
y riega aquello que antes era aurora.
Ese día sin relojes se percata:
las flores crecen ya de las brújulas
y rotos al fin gafas y alambiques,
guiaré mis pasos por la ruina verdadera.
Solo puede caminarse a la deriva.
Decir basta a la nueva oportunidad.
Criar a los hijos entre peligros e inventos.
Trepar tapias como forma de guarecerse.
Ya. Está. Bien. Del fin.
Me daré prisa moldeando sumideros
por los que escurrir los nuevos pálpitos.
Llamaré desequilibrio a la estabilidad.
Y ahora ya nuevo y funambulista,
caminando tras el rastro de los poemas,
sobre una cuerda hecha de serrín y espejo,
siento en mí el aire que ni estima ni sopla.