viernes, 9 de mayo de 2025

Olea











En un sitio verdadero llamado casa o trasluz,

en una montaña de vacas y monte y aldea,

rechinan las bisagras del mundo, cabras

miran muy fijamente el paso de la visita.


A veces llueve, a veces beben los terneros 

la leche caliente de la galaxia enmohecida.

Es hermoso llenarse el pulmón y decir basta,

y caminar con la fascinación del lustro nuevo.


Aquí puedo decir que soy algo como la hierba

que rumia muy lentamente el solar del camino,

algo como el deseo, nube que se desparrama  

y se lanza y llueve sobre el ombligo del prado.


No hay como asistir al nacimiento de los ríos,

para descubrir, de la ciudad, su insignificancia.

Aquí yo broto, allá soy lentamente absorbido

por aquella casa que hierve, cubil deshabitado.

jueves, 17 de abril de 2025

Las edades












El baúl entreabierto de las edades

André Breton


Ese sol de brumas interiores 

y esa perla aciaga de tinta y de veneno,

serán alguna vez mi casa derruida

y el colchón sensible de los temblores.


He subido algunas cuestas increíbles,

dotado más de enigma que de piernas.

La vida es cuándo, el amor es qué,

el mar, un hervidero de preguntas.


Si fuera por este torcerse de palmeras,

y por ese verde ahora repartido,

bastaría con clavar en mí la azada

y trazar un surco de baúles y poemas.


No puedo abarcar todavía mis edades,

que nacen y envejecen, resisten y se agrupan,

allá camino niño encerrado en una mano,

allí viejo asiendo el mar con una cuerda.


Estar a todas luces embriagado y oscurecido,

ansioso por saber adónde fueron las palabras;

quizá sea ese mi camino: buscar lo obtuso,

gritar como forma de abrir las envolturas.

viernes, 14 de marzo de 2025

Las manos de la abuela











Yo cogía tu mano arruga, tu mano raíz,

y árboles frondosos me rodeaban.

Tu vida ha sido ese desierto postergado

y el dolor de una lluvia sin oasis ni vera.


Yo cogía tu mano jengibre, tu mano violeta,

y vivía tus periplos de lonjas y hospitales.

De un gancho colgaba un conejo bocabajo

de cuya nariz goteaba la sangre y el tiempo.


Yo cogía tu mano de arroz, tu mano tubérculo,

y en ella viajaba a través de los surcos

que hace en la tierra el arado. Escucharte

era habitar el espacio, hacerlo destruible.


Yo cogía tu mano de pan, tus dedos espiga,

y mi corazón se volvía lejanía y murmullo,

mi niñez fue la de un verso vigilado,

y la del arroz amarillo vibrando en la olla.


No hace mucho que agarré tus últimas manos,

tus manos caídas como dos injertos de lirio.

Si mi vida se sustentó en caricias y aplausos,

qué son las manos cuando ya no se alcanzan.

sábado, 18 de enero de 2025

Huebra


Yo también fui joven en otro cuerpo

y reuní en torno a mí todas las señales,

mi corazón estaba solo y desatendido

como están generalmente los corazones

que aman sin reserva.


Era mío absoluto el don del aguacero,

fijaos, no era racional y de ahí mi compostura,

fijaos, yo más que un ser era una bestia

visible como el trino y no tanto como el oso

cuya zarpa miente y duda.


No recuerdo haber tenido frío o mancuerna,

tuve masa y volumen pero nunca cuerpo;

mitad película, mitad bruma, mitad tesoro,

yo era un salir de mí mismo hasta el punto

de no tener cirio ni puerta.


Y puesto que, además, mi vida era un secreto,

mantenido frío, concreto e incluso soslayado,

podía dejar de mirar, de sentir y de ser persona,

y así conseguía dibujar en cemento la huebra:

esa fila de pájaros y loanzas.


Y ahora que queda de mí este castillo atacado,

con su torre para el fuego, la ida y el poema,

recuerdo mirar por el esmeril —rojo, huidero—,

y preguntarme por qué no me alcancé cuando 

de un solo ladrido pude hacerlo.







domingo, 22 de diciembre de 2024

El ciclo de mi agua

He bebido de todos mis charcos,

chapoteado sobre mi sudor,

mojado mi camino con destierro

regado de ciencia y de poesía.


Soy el ciclo de mi agua, soy

el tumulto de mi antifaz,

me he prendido tantas veces

que no reconozco mi hoguera.


Carteles cuelgan de mi frente

para pedir mi búsqueda,

nubes con la forma de mi cara

llueven sobre el rostro de mi hijo.


Algunas palabras me piden

salir al trasluz de mis ventanas,

y esto ocurre los días dorados,

las tardes absurdas de neblina.


Volveré alguna noche a visitarme,

justo el momento en que no esté en casa,

ancha es la era por la que me pierdo

y basto el bastón sobre el que medito.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Extraño en un tren












Hoy sí reconozco el fluido mundo de mis adicciones,

mi corazón es una orquesta de músicos febriles,

mi cabeza deja de sopesar el bien y el mal en su ahora,

no veo sino el paso siguiente del tren que descarrila.


Todo yo soy la vía que une mis sitios,

pero están estos perdidos, maniatados,

nadie sabrá nunca lo que estoy haciendo 

pues tampoco yo sé si algo va o llega.


Si pudiera elegir estación la llamaría huida,

sería ese lugar donde gritábamos despiertos,

allí sueño con estar algún día, en su bosque,

en la cima misma del apagón y la aventura.


Pero, puesto que estoy sobrio y duermen los niños 

y todavía los pájaros no discuten y hay sombras verdaderas,

viajo tan quieto como puede hacerlo una estatua,

tan malherido como el animal que he atropellado.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Las noches extraordinarias


La noche canta lugares extraordinarios,

mete su lengua de luna en los cobijos,

mece mi sangre y la tuya, duerme en un sofá

grandioso donde se agolpan las cancelas.

 

En esta noche serán posibles los misterios,

paseará tu fantasma y tu isla y quizá el espectro de nuestros padres.

Yo diré algo inesperado:

 el azote de este azor será la última noticia,

vendrá a mi vena la entera obstinación,

cantaremos sinfonías mientras dormimos

abrazados sobre los truenos o, más aún,

esperaremos a la nueva canción,

al hielo cambiado para recordar aquellos cigarros,

aquella piel, aquella urdimbre.

 

Sí, la noche canta lugares extraordinarios.

Aletea su mano inquieta por los cuerpos solos,

humilla la tenue luz del cenicero,

hace que se besen bielas y bigotes.

Qué lugar aquel que todo lo colorea,

con el pánico y la emoción de la juventud y la algarada.

 

Se puede, pero no se quiere dormir

a la espera de los hechos extraordinarios.

Quizá en la siguiente canción algo suceda,

quizá me arrope un brazo nuevo,

quizá serpentee mi olfato faldas y cinturones...

pero siempre ocurre lo mismo,

nuestra soledad es la noche

y eso es lo extraordinario.