Yo sé que no cuento nada y es así
porque he contado demasiado. Algunas cosas es mejor no contarlas pero
es bueno hacer recuento. Por eso ahora, por eso esto.
Sé que mi blog ha ido de la amalgama
al fragmento; sé que últimamente sólo subo fragmentos de obras que
leo y señalo pero puede ser porque no encuentro en mí mismo algo a
la altura o también puede ser que ya no me apetezca mostrarme y me
guarde, no sé si para luego, el caso es que no he parado, mi
evolución en el blog no es digna de la realidad. Lo cierto es que en
este tiempo he traducido la más extensa obra poética de Malcolm de
Chazal, una novela realmente hilarante de Luke Rhinehart (Capricho)
y actualmente el conjunto enorme de los aforismos espléndidos de
Chazal (Sentido Plástico) que ni siquiera sé si saldrán a
la luz. He escrito cientos de aforismos propios que llamo Vislumbres,
cientos de poemas nuevos, he comenzado una novela asombrosa (esto lo
dice Isel) y me estoy documentando para escribir algún día un libro
sobre el gran Malcolm; por supuesto siempre desde mi deseo conocido a
dedicarme de por vida a lo específicamente inútil; aunque
igualmente sea conocido por quienes saben de mí que dar a conocer a
Chazal es posiblemente una de mis mayores metas y que mis poemas me
parecen la misma nada que los demás pero una nada un poco por encima
o al mismo nivel, al menos la nada necesaria que sabe decirse, la
justa para nadar a contracorriente y saber sumergirse en sí misma
para después respirar. Al fin y al cabo todo es cuestión de
encontrar el suspiro.
He dejado los focos si es que alguna
vez me puse ante ellos. Yo detesto cuanto se coloca ante la luz
artificial. No he encontrado en los poetas la sincronización que no
encontré en su día entre los ingenieros y mucho menos entre los
humanos. Compartir la poesía es algo que me supone de por sí
desgracia. Escuchar los versos de otro me chirría casi tanto como
escuchar los propios cuando los oigo fuera del momento en que los
concebí, por eso evito las reuniones y los encuentros que
últimamente llaman internacionales cuando acontecen en el pueblo más
perdido de la provincia más desconocida. Hay tanta afloración de
poesía que tanto aroma acabará desnutriéndola.
Tengo muy poco tiempo y no me permito
enfermar, esto lo sabe cualquier ciudadano autónomo. El poco tiempo
libre que tengo lo dedico a la traducción, la lectura y el esfuerzo,
llamo esfuerzo al poema; toda poesía supone un supremo esfuerzo que
no alcanza a nada y cuando me refiero al alcance quiero decir la
altura que ha constituido el ser humano. Para mí el poema está en
lo alto de todo al tiempo que para el humano el poema está en el
peldaño ínfimo, en el desechado por la propia escalera; por eso
asidua y generosamente escribo, para no subir al ritmo de todos.
Cuando digo humano no es que me considere fuera de la especie, ni que
esté a otro nivel, es que estoy en su subnivel, en su barranco y
posiblemente en su cueva.
Como proyectos a corto plazo tengo
publicar Hondura, un poemario que escribí cuando visité el
país de mi mujer y Los hombres que no somos nada (a propósito
de un Aerolito del enorme Carlos Edmundo de Ory); estoy buscando para
ello la editorial que me procure menos extensión.
Improviso cuentos, invento recetas y
leo como si la luz estuviera a punto de agotarse. Y, cuando me
levanto, actúo, actúo y actúo para seguir pasando extremamente
desapercibido.
1 comentario:
Ánimo Pedro que te veo muy bajo de moral, que tu puedes con todo y todo lo haces bien. Un abrazo. (el nene)
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