El insensato no se nutre de cosas
terrestres: la inquietud lo devora; conoce a medias su locura; pide a
los cielos las más hermosas estrellas y a la Tierra los más
sublimes regocijos, y, tanto lo que está cerca, como lo que está
lejos, no basta a satisfacer su corazón profundamente agitado.
El hombre se extravía siempre que, no
satisfecho de lo que tiene, busca su felicidad fuera de los límites
de lo posible.
La actividad del hombre es muy propensa
a retardar su paso; muy pronto se echa en brazos de un absoluto y
placentero reposo.
¡Ojalá me fuese posible saber lo que
contiene el mundo en sus entrañas, asistir y presenciar el
desarrollo de toda clase de fuerzas activas, poseer el secreto de la
fecundación y abandonar para siempre este tráfico de palabras
misteriosas que nos obliga a usar nuestra ignorancia!
¿Dónde está el que se pueda
vanagloriar de haber dado al niño el nombre que le corresponde? Los
poquísimos hombres que han sabido algo, y que han sido
suficientemente necios para dejar que se desbordasen sus almas y para
enseñar al pueblo lo que sentían y pensaban, en todas las épocas
han sido sacrificados y entregados a las llamas.
En mi cuerpo habitan dos almas que
separar quisiera.
Un perro, cuando ha sido bien enseñado,
no es indigno del aprecio de un sabio.
Está escrito: “En el principio
era el Verbo”. Heme ya parado. ¿Quién me ayudará a
proseguir? No; no debo dar tanta importancia al Verbo. Debo
traducirlo de otra manera si me ayuda la inspiración. Está escrito:
“En el principio era el Espíritu”. Reflexiona bien sobre
esta primera línea y no dejes correr la pluma con precipitación.
¿Es el Espíritu el que ha creado y el que lo ha puesto en orden
todo? Debiera decir: “En el principio era la Fuerza”. Y,
no obstante, algo me está diciendo interiormente que no debo darle
esta interpretación. Por fin me siento iluminado y comienzo a ver
con claridad; escribo resueltamente: “En el principio era la
Acción”.
Para rejuveneceros existe un
procedimiento muy natural; pero se encuentra explicado en cierto
libro y forma un capítulo muy curioso... ¡Es un procedimiento que
no exige ni dinero, ni medicina, ni brujería de clase alguna! Salid
al aire libre, coged una azada y removed la tierra de los campos.
Circunscribid vuestro ser y vuestro pensamiento a un círculo
reducido. Manteneos de alimentos simples: vivid entre bestias, como
una bestia, y no os desdeñéis de echar vos mismo abono en el campo
que cultivéis. Éste es el mejor procedimiento para vivir joven
hasta los ochenta años.
¿Será una ley de la Naturaleza el que
la sencillez y la gracia no tengan conciencia de sí mismas y de su
santa dignidad, y que la modestia y la sencillez, dones ambos los más
hermosos de la buena y liberal Naturaleza...?
¡Cúmplase su destino y abísmese conmigo!
nada hay más ridículo en el mundo que
un diablo que se desespere.
Mis caballos relinchan; el alba ya
asoma.
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