No recorre el tren los raíles sino la
niebla
cuando todo duele y la vida parece
estancarse.
El miedo enciende su vapor: locomotora
que todo lo arrasa con su susurro
humeante.
Dentro de mí reside la estación de los
viejos trenes,
llegan a mi estómago viajeros de todos
los dolores del mundo,
traen noticias, recuerdos, periódicos
arrugados
escritos en la lengua de la sombra.
Yo quiero limpiar los cristales, mullir
los
asientos, pintar los antiguos escalones,
hacer la maleta, viajar hasta Basta,
dormir
mientras los árboles persiguen el
movimiento.
Pero el miedo no viaja, se queda mientras
todo
sucede. No hay temblor, solo ascua y
augurio.
Pero algo arranca un día, la luz se
levanta,
la vida es un tren hacia la niebla.
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