En la pobreza el tiempo es infinito,
oruga más larga que las cavidades
del mundo.
Tiene la obra de la naturaleza sus
actos,
hora cae el nance, hora ladran los
perros,
hora sale a escena el hombre y su
estigma.
Solo hay una forma de ver la
cortina adversa:
con el rasguño, con la guitarra
sin cuerda
que saca el sonido de su panza y
lo sitúa
en el auditorio del árbol que
calla y crece.
El tiempo es infinito en el
péndulo de la hamaca,
en el pico de la gallina sin ave,
túnel tan largo como el bostezo
del niño
que, apostado en la puerta, espera
su oportunidad.
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