Tardo cinco días en sudar todo mi
imperialismo. Cinco días tardo en desprenderme
de la infame superioridad europea. Cinco días
mirando árboles y granos en las piernas, cinco
días de ríos y piñeras y niños vendiendo mango
en los semáforos.
Son exactamente cinco los días que tardo en
desaparecer y hacerme túmulo
por el que pasan por encima los insectos,
cinco días de fiebre y riñoneras
y cántaros cayendo de las nubes.
A los cinco días salgo de las cuevas,
me oriento por medio de antiguos susurros,
todavía salen de mi cuerpo hilos cabizbajos
de alguna prisa ya olvidada, trenes
que tenían destino y ya carcomidos
por la selva descansan dentro de mi reloj.
A los cinco días no soy sino lo bueno
y salvaje que había dentro del zapato,
cada hoja que cae a mi alrededor tiene
el sentido de los mapas llenos de tesoros,
nace de mí un padre que dormía siestas siderales,
espera solo cinco días y verás.
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