En las esquinas, al trasluz de las puertas,
bajo nubes engordadas, se pasea la vida.
Un gato recorre la memoria de los muros,
balancea el viento mangos y aguacates,
a veces llueve y truenan conversaciones
dichas con el volumen liso del secreto.
Un niño corre por todas las estancias,
busca algo: la cuerda del tiempo, la mina
del lápiz de la escritura, una escalera
que le permita llegar a la arista del rumbo,
la puerta de todas las puertas y el sol
en los ojos del pájaro, los brazos perennes.
El patio retiene una colección de huellas,
flotan en él las piñatas del pasado, cruzan
su suelo surcos de pericias, párpados
tensos se arrullan en tardes tranquilas,
llega hasta aquí el niño de las montañas
que es mecido con amor hasta el sosiego.
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