Qué poquísima carne me dio una vez el
ave de la belleza.
las venas del manantial sienten
vértigo.
La intención de la mayoría es vivir,
no comprender.
como por un río inagotable de viento.
Pronto se cansa el hombre, la vida no
se cansa.
Pronto se cansa el ojo, la luz no se
cansa.
el sol besará miles de millones de
hojas
pero jamás nos buscará a nosotros en
la espesura.
Con la serena intención de no perder
los estribos
estamos sentados aquí bajo el árbol.
En el mejor de los casos el hombre da
con su cuerpo en la mesura
que a menudo es falsa porque vive una
vida clandestina.
Cuando es niño se le tranquiliza con
el pecho de la madre
y en la madurez, con la sombra del
árbol.
La verdad no nos necesita.
Somos nosotros los que la necesitamos.
La verdad no es impaciente.
La impaciencia es completamente
nuestra.
Ser simplemente hombre no constituye
cargo alguno.
Los devoradores son rameras en la boca.
El deseo verdadero es simple y ardiente
y tiene la ardiente majestad de la
desnudez.
Pero los devoradores de bocas muertas y
sexos muertos
abarrotan el mundo con todo lo que el
amor no necesita.
No confíes unilateralmente en lo
inocente.
Embelesa pero no salva.
Cuando mejor es el hombre es cuando
aspira al bien que no alcanza
La belleza nunca tiene tiempo de
arreglarse
Entre la poesía que vive en tu corazón
y la amapola existe un contrato
escrito por el viento y firmado por la
destrucción.
Hay en todo recuerdo vivo una savia.
El corazón del hombre canta en su
jaula
como un pájaro de la época y cautivo.
Hay en el viento un otoño que también
pertenece al caminante.
Debías haberte marchado de ti mismo a
otro hombre distinto.
Tú simplemente sigues persiguiendo una
alegría que deseas sin sombra.
sin penas que le den profundidad no hay
verdadero mar,
El conocimiento jamás es repentino
MUNDO INCONTADO
El Universo no se cuenta.
Cae como hojas y nieve,
se arremolina como nubes de mosquitos
anda errante como ejércitos de
hormigas.
Las multitudes incontadas de hierba
se levantan, saludan en su sequía
la multitud incontada de la lluvia.
Y los soles del Universo
—pensad sólo en
esto—
son más numerosos
que las hormigas y hojas del bosque.
Una cosa sabemos:
el Universo no se
cuenta.
A través de las
multitudes de átomos
los ángeles
chispeantes del Universo en coro
respiran el Dios de
lo eterno,
incontado y eterno,
enigma y multitud.
Sin embargo no
deducimos de esto
nada sobre el Dios
del orden.
Solamente nos
asombramos, nos horrorizamos.
Comenzamos a ordenar
y contar.
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