viernes, 16 de diciembre de 2011

Maternidad

Llora porque ya no puede
darse la vuelta
y vivir en su útero,
porque no crecerá en su espacio
una sucesión de moléculas
que le digan: mamá.



Y es feliz, no se crean,
sólo que, y últimamente
con más frecuencia,
llora porque vive con el cuerpo
en las nubes,
porque se le ha negado
una barriga cósmica
en torno a la cual
giren los objetos,
porque en el vientre
luce una hermosa
cicatriz.




En cambio, la mayor parte
del tiempo
sonríe
y cuando
sonríe
las estrellas juegan a la comba
y la madera del sofá se vuelve violín
y en los tendales, el viento toca
la música de los desiertos.




Sí, pues claro que llora
pero cuando sonríe,
Dios mío, la tierra se abre
y empiezan a salir amapolas de su sien,
y el mar danza su aluminio con la caña
y hay un no sé qué de pan en los trigales,
un no sé qué de luz en la guerra.




Si pudiérais verlo,
en serio,
cuando sonríe
le sale musgo a la ciudad
y las macetas discuten con pétalos de risa
y yo tengo que llorar hasta quedarme
dormido porque cuando sonríe
los hules hablan con las cortinas
y la noche se abre como si
la luna enseñara su teatro
y entiendo el hermoso lenguaje
de las ratas.




Algo así como
si cuando sonriera
pariera el mundo
su propia
maternidad.