lunes, 17 de febrero de 2014

Malcomchazaliando (IV)

“Mientes más
que hablas”
le dijo el vino
a la razón.

El cielo no sabe
que está arriba
y la tierra no sabe
que está abajo,
si lo supieran
se caerían
de la subida.

“Mi única intención
es que te mires”
dijo al ojo
la legaña.

Todos los poemas
son esquivos.
El poeta
ha de cazarlos
sin querer.

Si os fijáis,
el corazón es todo
menos un órgano,
a no ser que nos refiramos
al instrumento,
entonces
tampoco.

A veces
quiero abrazar
tanto
que me faltan
brazos.
El abrazo
absoluto
es
la cercanía.

Si en vez
de especializarnos tanto
en una sola cosa,
miráramos con múltiple
conocimiento
no existiría
la pereza.

Si no tuviéramos miedo
de tener miedo,
mañana mismo,
hoy mismo,
ahora,
veríamos caer
uno por uno
los pilares
del capitalismo.

Cuando el río
se suelta
la melena,
se peina el agua
en la cascada.

Los poetas
puestos
en las rodillas
del verso
no son inspirados
sino advertidos.

A veces
me voy
tan lejos
que
mirándome
con telescopio
me digo:
bah,
ya volveré.

La pícara sonrisa
de Isel
no sé por qué
me hace pensar
en un inmenso
desfile
de payasos
donde yo soy
el acordeón.

A ver...
soy optimista,
pero no tanto.

La espalda
del espejo
no tiene
realidad.

Cuando Isel se ríe
a carcajadas,
me extraña
de verdad
que no se caigan
los edificios,
los más altos
y sombríos
por lo menos.

Me hace gracia
llegar a casa:
Próxima parada:
Las Musas,
correspondencia
con
tigo
me digo
y hasta
me lo creo.

Los que miran
para otro lado
no tienen arreglo
en la visión.

Aguanto
porque
me he convencido
de otra cosa.

Si os dáis cuenta
nuestro mayor ridículo
es
nuestro trabajo.

El poeta
hace puzzles
con el rabillo
de los astros.

El silencio
es lo que más
me deja sordo.

Han encontrado
el modo legal
de
desmoronarnos.

Quiero llorar sin razón,
con potente impotencia
y resguardarme
lo más posible
de mí.

Isel y yo
vivimos juntos
pero el sistema
nos permite
estar
a casi todas
las horas
de distancia.

Quedarnos
es también
una forma
de fe.

Sé que, como yo,
casi todos quisiérais
huir
pero no sabemos
a dónde, cómo,
y, a veces,
ni para qué.

Al pasado
lo miro con lupa
y hago poses
sostenidas
haciéndome
creer
que
no me importa.

Todos los caminos
se miran entre sí
preguntándose
si se habrán
emprendido.

Todas las esquinas
parecen castigadas,
dobladas,
pensantes.

La persiana
abrió los ojos
y cayeron
las pestañas
de la suerte.

Por primera vez
voy a verme
por dentro,
se dice el poeta
justo antes
de la endoscopia.

Somos títeres
hasta arriba
de circo.

Después de Isel,
lo que más me gusta
abrazar
es
el agua.

Al mundo
le duele
la tripa
porque nos lo estamos
comiendo
mal.

Insisto:
no duermo bien
por educación.

Nos espía
la sombra.

Félix
era Grande
hasta
de apellido.

No sé por qué
me conozco mejor
cada vez
que me evito
o peor,
no sé.

Tras el amor
uno queda
maravillosamente
intacto.

La cueva
es la úlcera
de sí
misma.

Los paseos
no son sino
formas
de huir
despacio.

Isel es
la morfina
recién
levantada.

Tardé ocho años
en olvidarme
de un gran amor
durante los que
no hice
mas que
perderme
de vista.

Uno de los mayores logros
de la humanidad
será,
un día,
acordarse
del otro.

El fin de semana
siempre
tiene prisa.

El whisky
y el güisqui
no sé por qué
no me saben
igual.

El viernes
tiene tantas expectativas
puestas
en sí mismo
que siempre
está
cansado.

El poeta
y el amor
es como el
niño
que se deja
solo
con un arma.

Desconocemos
el vacío exterior
porque
preferimos
no asomarnos
al interior.

El corazón
sin batallas
sólo late
por latir.

Cuando subo
por El Paseo de los Tristes
de Granada
y miro desde lo alto
a la ciudad,
veo
con precisión
la morfología
de Lorca.

Vista de lejos
la nada
se parece
a todo.

Tendo una colección
de parpadeos
que calibro
parpadeando.

El ser humano
se hace una receta
de sí.
Un puñado de amigos,
colorante familiar
y la pareja
en la guinda
del pastel.

Conozco
pocas bombas
nucleares
tan potentes
como el guiño.

Me gustaba fumar
porque era
como darle besos
a la muerte.

Se reconoce
a un gran hombre
porque
no se ha dado
cuenta.

Cuando veo
a un tío vulgar
acompañado
de un pedazo
de mujer
reconozco
al poco rato
mi reflejo.

No admiro a Isel
tanto como
me admiro yo
con ella.

Yo soy
mi laberinto
favorito.

El amor
no tiene
estrategia.

Parece
la justicia
un vacío
legal.

Isel es el eterno
poema
pendiente.

Se llevan
a matar
la noche
y la luz.
No se pueden
ni ver.

La distancia
más corta
entre dos
puntos
es
la aventura.

Isel y yo
no somos
dos piezas
que encajan
a la perfección
sino
los hacedores
del puzzle
infinito
de nosotros.

El espacio
que se queda
sin espacio
abarcando
todo
el espacio
es
el amor.

El corazón
es de las pocas
cosas
que no tiene
corazón.

El lunes
miro a Isel
y lo acepto.

La luz
fue citada
a una sesión
de fotos
en el
arcoíris.

El espejo
que se mira
es la viva
imagen
de la
confusión.

La morriña
del ojo
es
la legaña.

Si el poeta
lograra describir
exactamente
su sentimiento,
nadie lo entendería;
así que bien,
casi como
hasta ahora.

El arte
es el intento,
el sentimiento
es mejor.

“Si no fuera
por mí,
me ocuparía”
-se dice
a sí mismo
el espacio.

Un poema de Alberto Yago

NO ME QUIERO OLVIDAR DE QUE LA LUNA EXISTE


El centauro emerge rompiendo la lluvia
anunciando despertares en cada promesa,
indefiniendo hazañas para superfluos esfuerzos,
arrollando en el itinerario que encoge la conciencia.


La armonía emigra confiándose a sí misma
con ella se va un sueño que corregía el paisaje,
la fuerza que manejaba el ritmo de un destello,
el rocío que mojaba las mañanas de verano.



El momento es ahora un estruendo bicéfalo
una voz entre bambalinas de tenor introvertido
y otra voz impaciente, que te empuja a la gloria,
la noche y la madrugada hablan del amanecer.


La duda se erige en el gran acontecimiento
se trata de no cuestionar las líneas de la mano,
de recrear un destino en que no se pregunte porqué,
de difuminar banalidades que ocultan la verdad.


El misterio es una secuencia del devenir
una proposición que asusta con trino de plata,
la controversia que recorre un mundo roto,
la inefable autoridad que se posa en los augurios.


La sombra de la pelea invierte al caballero
todo es indiferente a la rutina contemporánea,
todo parece distinto cuando desnudas el alma,
el viento de la calle ya no huele a primavera.

jueves, 13 de febrero de 2014

NO JOB LAND



Hoy, en TeleK, conocí a dos periodistas estupendos que junto a otra chica más son los creadores de este vídeo mini-documental sobre la realidad, otra más, de aquí al lado, de compañeros que lo están pasando realmente mal; como reflejo de un país del que dicen; eso dicen los mentirosos y los ciegos: ya empieza a ver la luz.



Esta tarde en Tele K


Esta tarde, a partir de las 21:00, me podréis ver en TELE K, en el programa AGENDA OCULTA, presentado por Elena Tebar. Pulsando sobre la imagen se puede acceder al enlace web del canal.
¡Poesía en las ondas!

viernes, 7 de febrero de 2014

Malcolmchazaliando (III)

“La de tiempo
que llevamos
sin vernos”
Le dijo el agua
al cristal.

El poeta
que no se moja
se seca.

Son los pezones
los pomos
de la carne.

Un tetris
multirracial
rellena el somormujo
de la hiedra.

Cuando el cielo
se rompe
un hueso
truena
de dolor.

Cuando Isel
se cepilla
el pelo,
al peine
se le ponen
los dientes
largos.

El misterio
como tal
sólo está
en los rincones.

La risa fingida
le da a la risa
un bofetón.

“Estate quieta”
le dice el sol
a la sombra
cuando se va.

“Como me sigas
gritando,
me voy”
le dijo la lumbre
al viento.
Indecisa
se fue y vino.
Sólo la reconciliación
le iluminó
la cara.

La muerte real
es darse
por vencido.

La resistencia
dará a luz
a la razón,
la razón
dará a luz,
a la resistencia
y así
hasta que
el hombre
deje de resistir
y de razonar.

Cada vez que se corta
un cordón umbilical,
se inaugura
la vida.

La oscuridad
perdió la custodia
de los hijos
de la luz.

Mi abuela
une canciones
con su máquina
de coser.

La postura
canta nanas
a las piernas
y se duermen.

“!Tierra a la vista!”
Escuchó el ojo
y se estremeció.

La mejor postura
en el sexo
es
el amor.

La lluvia
de estrellas
es la cana
de la noche.

La suerte
que tiene
la sombra
de Isel.

Soñe que era Isel
y, al poco,
me casé
con un espejo.

Ningún cine
como la ensoñación.

Siempre que me dicen
de ir al cine
me pillan
rodando a Isel.

La rueda
se marea
de sí misma.

El tornillo
es adicto
al abrazo.

En Honduras
el verde
se lo tiene
creido.

Dijo Dios
a la planta:
“¡Vuela!”
Y se hicieron
alas
las raices
del quetzal.

Dejé de fumar
para ver
siempre
integramente
a isel
sin la distorción
de la humareda.

Cuando llegamos
a la cima
de las cosas
ponemos los brazos
en forma de jarra
porque todo
nuestro cuerpo
tiene
sed.

Los besos
son secretos
de los labios.

Se ama
cuando no te importan
pero imaginas
sus secretos.

Cuando nacemos
lloramos
Y cuando morimos
nos lloran.
Las lágrimas
son las grandes
espectadoras
del acontecimiento.

La luz
nació muerta
y vino
la oscuridad.

No soy practicante,
pero cuando
veo a Isel
los domingos
por la mañana
me dan ganas
de practicar.

Como los gobiernos
con nuestro pensamiento
ni si quiera el vaso
es capaz de retener
para siempre
su agua.

Las pestañas
son los abanicos
de los pechos
de los ojos.

El poeta “yoísta”
enreda sus palabras
en el yoyó
del yoyo
que es él
consigo.

Con que Dios
hubiera creado
lo que no vemos
ya me parecería
demasiado.

“Tengo frío”
es lo único
que le dice
el corazón
a la tristeza.

La distancia
más larga
entre los amantes
ha de ser
la certeza.

La única casa
que admite
su propia
intemperie
es
la piel.

Cuando el sol
hace las maletas
tiembla
la luz.

Dios
creó la antimateria
en plan broma.

El emblema
de la vida
es la luz.

La lucha
es la hucha
del discernimiento.

“Tengo sed
de mí”
-dijo el charco
justo antes
de desaparecer.

El infierno
es un perpetuo
lunes.

Ni los ojos
ni el agua
son fieles
a su reflejo.

No os creáis
también llevan
acento
los sentimientos
y puntos
de admiración.
Lo malo
de los sentimientos
son
los paréntesis.

Mucho blablabla
pero...
¿de verdad
nos tenemos
en cuenta?

Por ahora
sólo tengo
a Isel
en la agenda.

El artista
es daltónico
del daltonismo
de los sentimientos.

A las letras
les falta salud,
algunas tienen
tan bien pillado
el catarro
que se lo contagian
en seguida.

Es sano
mirar atrás
y decirse:
“sí señores,
ese tonto
que sufría
para nada
era
yo”.

Es la escalera
la ortodoncia
de la altura.