viernes, 28 de mayo de 2010

Merecido

Para Verónica Gil


Por mucho que corroan esa grieta
jamás será liso el horizonte. Jamás.



Mi madre me ha querido mucho en las palizas de la infancia;
no hay que temer, por tanto, si el mundo nos acuchilla,
¡es por nuestro bien y lo tenemos merecido;
las guitarras sudan y es merecido el sol, merecido!



Es merecido que el recién nacido aborte a su progenie,
es merecido que la depresión ya no sea terráquea,
es merecido el cráneo dulce donde anidan las palmeras
como merecida es la ascua donde cena el aquelarre.



¡Atención al sable, atención:
el infierno está tallado!



Yo he trepado los pechos operados de un ojo boca arriba,
¡no lloraba casi, no lloraba!
De tanta tristeza se quejaba el clavicordio
que me lo comí tres veces: ¡tres!



Por mucho que corroan esa escena
jamás será visto el atentado. Jamás.



Los niños nacen, crecen y se seducen
hasta llenarse la brújula de advientos,
tan bonitos que se mueren todo el rato,
tan bonitos que es viscoso el azafrán.



¡Adelante, adelante, habrán de venir tiempos mejores
pues yo he visto a las gentes emigrar del osezno
y orbitar el aplauso de satélites naranjas;
es posible la dicha, es posible!



Sería milagro que alguien multiplique los desvanes y las heces,
sería milagro que la muchacha nos mire con ojos de sesenta watios,
y, sin embargo, qué pena mirarle el pie a la estatua,
qué pena llamar a la luna por su espejo, qué pena.



En el estómago hay una noche de insectos que se abrazan,
tienen un luto de fiesta donde es posible el remordimiento;
de lamentarse tanto se han mirado a las pestañas,
de lamentarse tanto acordaron acordarse de septiembre,
¡y qué gran futuro les espera, nadie lo rechaza, nadie!



Por mucho que corroan esa esfera
jamás será liso el firmamento. Jamás.



Hay que conquistar muchas trampas para ser bello
y decirle muchas veces al amigo los motivos de la siesta,
pues es roncar un eco constructivo,
¡todo ojos como hielos transporta el cormorán!



Y hay que conquistarse muchas veces poco a poco
irresponsablemente la desgracia
para que el gusano tenga piedad de la falange
y sea la lengua el paladar.



Nadie sabe la alegría del violín entre el sudor del pájaro,
nadie sabe a ciencia cierta la altura desde la que saltan las metáforas,
¡midámosla pues, midámosla;
pues habrá de medirse en meses, midámosla:
todo es mayo por ahora!



Entre gritos se desliza el gondolero
y sabe Dios la fealdad de sus canales,
¡dadme un punto de apoyo y amaré al mundo,
llano, llano es el iris de la hierba!



Que nadie se atreva a despojar de árboles el camino:
habrá de llevarnos al entierro del tulipán,
que nadie se atreva a apaciguar el metro cúbico
donde han llorado los patios, que nadie se atreva.



Por mucho que corroan esa sierra
jamás será núbil el secuestro. Jamás.



Dadme un susto de ojos y amaré al mundo;
somos todos palancas del desastre,
que nadie se espante si la niña de mayor quiere ser terrorista,
que nadie se espante si la fiebre quiere ser aceituna de mayor.



Por mucho que corroan esa grieta
jamás será liso el horizonte. Jamás.



Es hermoso querernos, sin embargo.
¡Ya es algo, ya es algo!



Por mucho que corroan esa tierra
jamás será visto el gozne. Jamás.



Dadme un punto de odio
y amaré al mundo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Recital de Batania

El poeta cuyo mayor mérito ha sido definir a Iratxe sin metáforas.
El que ha mordido todos las noches hasta romperse los dientes en el candado.
El que ha sido un perro blanco que ladraba en los cuentos de los niños.
El que quiere fresas en mayo y que lo dejen en paz las manzanas medio cortadas.
El que se ha caído de un andamio tantas veces que no hace más que escalar.
El del spray lleno de rabia contra las brigadas de limpieza de las urbes.
El de Lauros sin patria,
el de Argi sin estatua,
el estafador de chinos
en el lenguaje.


El que tiene una verruga que es él mismo: perejil que machaca los morteros,
el obvio que se ha inventado a los elípticos,
la elipse que se muere de espiral;
el que se ha dejado corromper por los ciervos del milagro de los iris,
el que se ha leído siete veces a un complot de bibliotecarios,
el que tiene una generosidad que viste dulcemente de rabiosa,
el que tiene masturbaciones graciosas que contar.



El poeta que desayuna versos tostados
y cuida las puertas que le dejan leer,
el que nos recuerda que no queremos la vida que nos toca,
el que conmueve de memoria a los vientos trasnochados.



El poeta de las camisetas que por ellas hace que los poetas con camiseta tengan algo en común,
el de las pintadas, el de las publicaciones, el estorbo básico de Gamoneda,
el que ha convocado él solo a una manifestación de miraquelindos para que lo odien,
el que no se deja juzgar por el ojo impúdico de las destrezas.



Batania, el poeta neorrabioso,
en el recital más importante desde que todo es decadencia;
en el Bukowski Club,
San Vicente Ferrer, 25 (Metro Tribunal)
Sábado 29 de mayo a las 22:00.



La poesía ha vuelto
y Batania tiene la culpa.

domingo, 23 de mayo de 2010

Que nadie se espante

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Federico García Lorca



Que nadie se espante:
hay un complot de rosas contra el pétalo
y la tierra está llena de escotillas.



Que nadie se espante, todo va a mejor
pues yo he visto a las muchachas rezar el rosario
en la discoteca y besar músculos
hermosos iguales que el cerebro.



Que nadie se espante:
hay carretes donde se arrullan las faldas
del cabello del cuerno de tres mastodontes
y el submarino hace túneles de bocas
contra corriente alternando vanidades.



Que nadie se espante, todo va a mejor
desde que la distancia se mide en años
y las estrellas se mueren antes de la vista.



¡Mirad, hay un sinfín de rosas que atentan
contra la nariz de un niño boquiabierto,
tienen alergia al hombre, tienen alergia
que es pura alegría volteada!



Que nadie se espante, hay amigos que se quieren mucho
y por eso se destrozan.
¡Imposible, imposible! No hay quien pille al caracol.



Que nadie se espante si se levanta el piano
a tocar a la muchacha la segunda quincena de septiembre,
que nadie se espante de las arrugas de las lámparas
cuando entra la luz toda. La luz.



Que nadie se espante:
la luna mira con lupa el lupanar
y, en consecuencia, los grillos están callados.



¡Mirad, hay una cola de vidrieras esperando a los ojos,
es cierto, los muchachos se sientan en los bancos
y manchan de rizos el algodón, mirad, es cierto!



Que nadie se espante, todo irá bien
si aniquilamos como es debido la selva que crece entre las uñas
o torturamos el pellizco que se guarda en los botes de cristal.



Que nadie se espante
pues estamos condenados a nadar cien metros lisos de ignorancia.
Que nadie se espante
pues habrá de salvarnos la candidez de un hombre tuerto.



¡Alegría, alegría,
las lumbres han oxidado mil campos de flores,
no miento, no miento, mil, ni uno menos,
la ceniza troncha de risa el olivar,
mirad, mirad,
no miento!



Que nadie se espante, no,
que nadie se espante
del espanto
de nosotros.



No es para tanto,
que nadie se espante:
¡Callad, callad,
el hombre está dormido entre náuseas,
al hombre le gustan las nubes con forma de nube
con forma de nube con forma de nube con forma de nube;
el hombre se conforma con la ubre de las urbes
con forma de nube con forma de nube con forma de sillón!



Callad, callad,
que nadie se espante,
el hombre dirá algo, lo hará, dirá algo,
el hombre aclamará: Silencio, silencio
y marchará a casa en estampida de relojes
y dormirá en la base del colmillo de los lobos.



¡Alegría, ya es algo, alegría,
que nadie se espante:
el hombre está vivo
y dispone de todos los bisontes del mundo
para no hacer nada,
alegría, alegría,
que nadie se espante!



Que nadie se espante
de lo intacto.
¡Tacto!
Que nadie se espante.

jueves, 20 de mayo de 2010

La puerta Al(h)ámbrica

Me retan.
Hace unas semanas me encargan que pinte una puerta. En cuanto veo la intención de la pintura pienso en La Alhambra y mantengo el pensamiento durante dos días. Leo artículos sinfín sobre los mosaicos, sobre las técnicas arábicas matemáticas, seguidamente pienso en Escher y desempolvo El espejo mágico del autor, lo leo dos veces, más vale que sobre. Pienso en mi Granada hermosa, pienso en mi Granada, pienso, por tanto, en el sello de Salomón y en los patios llenos de rugidos. No quiero jugar a ser Escher porque sólo viajaría unas décadas; decido en cambio besar la seda de imposibles princesas moras. Cojo el lápiz y me digo: Abenámar, Abenámar/moro de la morería/el día que tú naciste/grandes señales había... Me acuerdo así del primer romance que memoricé allá por la infancia. Limpio las reglas, las materiales y las sísmicas, las limpio detenidamente, las seco con premura, las abrazo y me pincha con treinta grados el cartabón; la escuadra es verde, verde. No es lo mismo ser verde dos veces que una sola, no, no es lo mismo. Sentado en la silla frente a la mesa miro el gotelé y en él se me forman todos los letargos que me son necesarios para entregarme a la prueba de mi máquina del tiempo. En cuanto saco punta al lapicero viajo ocho siglos exactamente, ocho siglos.
Ahora todo el mundo está azulejado. La lámpara encaja perfectamente con un saxofón, el saxofón tiene la curva de un cenicero, el cenicero podría agarrar una impresora, la impresora tiene sueños de silla, la silla se asienta sobre el horizonte o, lo que es lo mismo, el horizonte se asienta sobre la silla. El horizonte tiene cuarenta watios de potencia, el horizonte es la bombilla de la lámpara y así, vuelta a empezar. Como los árabes de La Alhambra de Granada escuchaban seguramente a Mike Oldfield y a Sigur Ros, eso hago yo.
Elijo una metamorfosis sin genio, una metamorfosis honrada. Los rombos cuadráticos se convierten en sepias, las sepias en palomas, las palomas en peces que se muerden las colas, los peces en nueces, las nueces en campanas, las campanas en copas, las copas en elipses, las elipses en funambulistas, los funambulistas en amantes, los amantes en queridos, los amantes en agujeros de gusano sin compasión, las estrellas muertas en sepias, las sepias en palomas, las palomas en rombos, los rombos en regresión y vuelta al comienzo. La mirilla de la puerta será la mezcla inaudita y salomónica de la composición de todos estos elementos, de todos y cada uno. A pesar de la complejidad sólo he tenido que usar la regla de Frobenius para el cálculo de determinantes de orden tres con café con leche y todo va a ir sobre ruedas.
Me retan y más aún, me reto yo mismo. Perderé la vista de tanto naufragio al compás.
Feliz ciego contra el azulejo.
¡Escher, Escher.... ayúdameeeeeeeeeeee, me pierdoooooooooo!

Liana


Esquivas la ventaja
de dormir sobre el párpado:
elástica tumbona de peligros.


Mis púas de erizo
crecen hacia adentro
y eso te hace sonreír.


Ayunas los meses impares
pues es más probable
el fracaso.


Estoy harto de las junglas:
las lianas son pestañas
donde tu nombre me estrella.


Hemos pactado con difuntos
nuestra vuelta,
nos hemos desecho sin piedad.


Viuda de mí
te has casado
con mi muerte.

martes, 18 de mayo de 2010

Amor.doc



Ojalá pudiera deshacerte,
pulsarte como antes:
Control Z, Control Z;
hasta dejarte intacta
en el momento justo
en que me querías.

Sonda


Las uñas como brocas abarcando los fondos
se distraen con aquelarres mientras cavan.
Sólo buscan el abismo de las cosas
y fondean espesuras sin límite
hasta llegarse al hueso.


Saben que la distancia entre dos planicies
es otro sinfín de planos dispuestos a su causa;
cuanto menos sirve su desgarro
más hondo hondean su barbarie.


Las uñas se comen a los hombres,
los hombres se comen a los codos;
cada vez que atravieso un planeta
caigo en otro que excavar
y me perforo los ojos
y los revisto de universos
y la carne se curva
para el taladro.


La velocidad
del dolor
adelanta
la sonda
que soy
de mí.


Caigo
sin
remedio:
uñas
me
devoran.

viernes, 14 de mayo de 2010

Freddy Mercury + Michael Jackson

Suena Innuendo, de Queen. Soy un enfermo de este grupo. Cuando los viernes como hoy llego a casa con prisa, pues el viernes suele ser la tarde mágica en que me puedo dedicar a pintar, me pongo su música tan alta que me parece que mi voz es la de Freddy Mercury.
A esta banda la conozco desde hace mucho tiempo, era un crío cuando mi padre los tenía en cassette y los escuchábamos en nuestro Renault 9. Mi primo Chema es el culpable de la enfermedad. Fue él quien nos los grabó, disco a disco, pues los tenía todos y los sigue teniendo aunque algunos de ellos se los haya robado yo amablemente. Inevitablemente cada canción me recuerda a aquel coche gris y cuadrado porque, como no teníamos equipo de música ni nada por el estilo, sólo podíamos escucharlos cuando viajábamos. Cosa extraña, mi padre sigue escuchándolos incluso después de haber visto el videoclip de I want to break free. Todos le ocultamos la homosexualidad del gran Freddy para que mantenga el gusto por ellos. Mi padre es muy bestia para esas cosas. Si me sale un hijo marica, dice a veces, me ahorco. Eso sí, su cantante favorito era marica, pero que nadie se lo diga. A mi padre no lo podemos cambiar a estas alturas.
Como mi primo Chema siempre anda puteado porque es cierto que la vida no lo ha tratado bien y nunca tiene suerte para nada, salvo haber dado con mi prima, mi prima hermana de verdad y de sangre, mi prima Dama que es un sol; pues no se me ocurría cosa mejor que pintarle para su casa nueva, motivo principal de que esté puteado, dos cuadros para la habitación donde tiene prácticamente un altar a la música de Queen y del otro artista que admira mucho y que es Michael Jackson, aunque ahí diferimos en gustos. No es que tenga la pared llena de pósters, cosa horrible, sino que tiene un mueble con todos los discos de ambos artistas; la única parte ordenada de su casa.
No son las primeras obras que les regalo, por ahora todos los cuadros que tienen en casa son míos. Es el único hogar, junto con el mío, donde tengo una exposición permanente propia.
Hoy venía jodido, como todos los viernes. Estaba cansado, me dolía horriblemente la cabeza porque me faltan cuarenta y tres mil horas de sueño y cualquiera se habría tumbado en el sofá. Pero pasé por una tienda de esas de gente que monta trenes y barcos y pinta figuritas minúsculas y tengo muy cerca de casa. Compré tres botes de pintura Tamiya acrílica y un par de papeles Carson. Semejante banquete suena mucho más delicioso que cerrar los ojos. Estuve viendo vídeos e imágenes de los dos monstruos que quería perfilar según golpes de pincel, según trotes de anaquel y vislumbré el modo de mostrarlos sencillamente y según manchas que me eran apetecibles. Como siempre me ando buscando me salió un estilo diferente a cualquier otra cosa que haya pintado antes y que ahí quedó.
Pienso con cierta alegría en el momento en que se lo de mañana a mi primo y me acuerdo de un programa estúpido que echan en Canalsur y del que son forofos mis abuelos. La cosa va más o menos así: la presentadora se acerca a alguien, llamémosla María Dolores y le dice: Hola, ¿eres María Dolores? La mujer se echa a llorar y entonces la presentadora, que tiene muchísimos escrúpulos, hace un resumen de la mierda de vida que lleva la sorprendida, que si su marido murió hace dos días, que si su hijo tiene una enfermedad incurable y ella está en paro y luego viene a decirle algo precioso tipo lo que sigue: No te preocupes, querida María Dolores porque Rocío, una tía a la que no conoce ni su puta madre, te va a cantar una copla; vamos, María Dolores, no pasa nada, porque esto lo va a arreglar todo y entonces María Dolores, cosa increíble, no se levanta ni da dos ostias enormes a la presentadora ni se caga en la madre que parió al que ideó semejante basura, sino que llora desconsolada y le agradece entre lágrimas a la gilipollas de su amiga que le tratara de animar así. Os juro que mis abuelos se emocionan con esa mierda mientras yo me descojono. No de la mujer, por supuesto, sino del pedazo de mierda de ánimo que le ofrecen. De hecho, yo casi lloro pero de vergüenza. Total, que más o menos es lo que yo haré mañana cuando le de a mi primo Chema mis dos cuadros.
Por lo menos me gusta el resultado, que ya es algo. Por lo menos no le voy a cantar una copla. Me lo imagino y me parto la polla de risa: Mira Chema, que como estás jodido te voy a cantar una copla. Puffff, me echa a patadas.
En fin, que yo creo que si no publico esto tampoco pasaba nada, pero bueno, ahí va, todo sea porque ahora suena Who wants to live forever? Manera hermosa de terminar el día e ir a dormir.
Mañana más y peor.

lunes, 10 de mayo de 2010

Por alguna razón

Por alguna razón
el meandro está cubierto de mamparas
y es posible la alegría al calendario.

Por alguna razón
el candelabro que me quema la cabeza
ha puesto ratoneras contra la química
serotonínica del descalabro.


Y, en cierto modo,
lo prefiero a sonreír.


Por alguna razón
la tristeza salta tres iglesias
mientras mayo se empeña
en que todavía haya flores
que quemar.


Por alguna razón
soy un asesino en serie:
aritmético homicidio de ti.


Por alguna razón
salivo alevosía.


Y, en cierto modo
es hermoso
rumiar el metacarpo.


Por alguna razón
razonamos la nostalgia,
racionamos los racimos
y amenazamos los rizos
del rinoceronte.


Por alguna razón
metástasis de ti
me invade el cuerpo.


Por alguna razón
muero
por alguna razón.

sábado, 8 de mayo de 2010

Coria

El viernes tengo el coche cargado de mi arte, mi coche vale tres millones de euros, mi coche. El viernes a las doce del mediodía cuando salgo de trabajar el viernes arranco el Safrane y me acompaña mi compañero Martín. Martín está más emocionado que yo porque Martín desde que vino a Madrid desde Argentina hace cinco años a malvivir, a sentir las patadas economistas de todos los encierros, no ha salido de la ciudad. Mi amigo Martín me acompaña a Extremadura y por el camino vemos más de cien nidos de cigüeñas. Yo los cuento, digo: una cigüeña, dos cigüeñas, tres y así hasta cien, las cuento una por una en voz baja, sin voz apenas y a nadie le importa el número de cigüeñas; en cambio todas las cigüeñas me cuentan a mí cien veces, todas, las cien.
Cuando llegamos a Coria, en la provincia de Cáceres, tenemos la impresión de haber viajado en el tiempo, llegamos a la hora de la siesta, hora sagrada y nadie nos mira por la calle porque todo el mundo dormita tranquilamente entre el aire limpio de su ciudad medieval. Nos perdemos entre las callejuelas imposibles donde apenas cabe nuestra anchura y, de repente, el Museo de la Cárcel aparece amablemente sobre nuestras cabezas como si perteneciera a la época de cuatro siglos atrás. La consejera de cultura llega a la hora prevista, nos invita a café y llamo a los padres de mi buen amigo Fernando. Pepi y Jesús son el nido de la cigüeña que es mi amigo Fer, conocerlos basta para entender que los seres son capaces de engendrar niños vivos y ciertos, buenos como ninguno, ciertos, ciertos, certeros. Todos colaboran, así las cosas, se tarda un santiamén en acallar la tortura de un museo donde fueron encarcelados miles de gritos. Mis cuadros son más bonitos que nunca porque necesitaban hallarse entre rejas tan acostumbrados como los tenía al encierro urbano. Mis cuadros son cigüeñas castigadas y ellos disfrutan de ser torturados, mis cuadros masoquistas pidieron a gritos que les pusieran las cadenas pero los ahorcamos, a todos; desde entonces respiran mejor que nunca, mis cuadros, ajenos a mí, se toman unas vacaciones de los ojos que los contemplan. Mis cuadros metidos en una celda hermosa son los más felices del mundo, mis cuadros, mis niños que hermosamente crecen en su encierro de cristal, mis cuadros que lloran óleo todos los días porque odian su color, mis cuadros exigen que les pongan una puerta, otra más, además de la de casi un metro de ancho, para no poder escapar de los visitantes extremeños que ahora los miran, mis cuadros descansados de mí, mis cuadros en la marina d´or de todos los secuestros, mis cuadros. Mis cuadros con síndrome de Estocolmo. Mis secuestros.
Pepi se enoja porque dice ser una mujer muy antigua y para ser feliz le hubiera gustado hincharnos a comer; la madre de mi querido amigo Fer no se queda tranquila porque le hubiera gustado vernos ser perdiz; Pepi, tan contenta de todo que me parece mentira que pueda existir una sonrisa mejor. Cuando terminamos de montar la exposición nos enseña la catedral como si acabara de descubrirla mientras Jesús ultima ciertos detalles para conmigo, como imprimir carteles para anunciarme o buscarme un cuaderno donde la gente pueda apuntarme sus impresiones y yo no hago nada para merecer eso, nada. Se portan tan tan tan tan tan tan tan tan tan bien conmigo que no me queda otra que regalarles un cuadro muy querido: Lorquinao, un pastel al aceite de oliva que dibuja un poema de Lorca del Romancero Gitano. Un cuadro que nunca expongo y que Pepi dice que pondrá encima de su piano.
Nos tomamos unas cañas y se hace tarde y hay que regresar a Madrid, coger la rotonda en forma de agujero de gusano para viajar cuatro siglos en adelante y ver mi carruaje de caballos convertido en Renault. De camino al coche Pepi me presenta a cuantos pasan y les dice que vayan a ver mis cuadros y yo me sonrojo por pura transgresión. Me abrazan, sí, tal cual, me abrazan con total normalidad, me abrazan y me besan y me dicen adiós y planean mi vuelta, la panzada de platos que van a preparar, preparan el futuro encuentro, la visita de cierta clase de ellos que son maestros, el posible recital para sus niños...
En el coche Martín no sale de su asombro y yo tengo que escribirlo para ir surgiendo de mí mi propio escapismo para conmigo. Maniobro con la letra hasta desaparecerme y no me encuentro, todavía no. Nunca me falla, la gente del pueblo está hecha de otra madera, de otra sangre, son felices viviendo a la altura de las antenas y nunca, jamás, se electrocutan. Tienen algo de encina, tienen algo de hierba.
En cuanto llego a Madrid, en cuanto intento acomodarme en mi propio nido, siento una barbaridad de voltios contagiándome la hartura. Respiro tan mal como siempre. Estoy en casa.

lunes, 3 de mayo de 2010

domingo, 2 de mayo de 2010

Entre los ojos de Miguel Hernández


Elena Moratalla me envía esta foto del homenaje a Miguel Hernández, una de las del reportaje que nos hizo Nacho, el fotógrafo que se encargó de inmortalizar el momento. Me dice que ahora puedo presumir de estar entre los ojos del poeta.
Que así sea.

Mi madre


Mi madre:
milenario sostén,
puré de guantazos,
acinética palanca
contra el cariz
del mundo.


Las hebillas de mi madre
metálicas como los
remordimientos,
los ojos de mi madre
rellenos de lagartos,
los lagartos rellenos de escorpiones,
los escorpiones rellenos de cajitas
de azafrán.


Mi madre:
culpable de no haber hecho
nunca nada malo,
mi madre culpable, por tanto,
de no haber hecho
nunca nada bueno,
mi madre culpable
de haberme hecho
dos veces
mal.


Mi madre presa;
el caudal de mi madre
de cincuentra y tres
antártidas por segundo.


Mi madre sentada
a la sombra de un sauce,
la sombra del sauce
igual a la silueta de mi padre,
mi padre con voz de revólver,
la ceja de mi madre
con forma de fusil.


Mi madre tectónica
de silencios explosivos,
mi madre querida
parida
por mí.


Mi madre
que no sabe de poemas
y los llora todos
por si acaso.


Mi madre,
parecida a la tuya
sólo que la mía
es mejor.


La madre,
la madre de mi madre,
la madre de la madre de mi madre,
la madre de la madre de la madre de mi madre,
la madre de todas las madres,
la multiplicación,
la consecuencia,
mi madre:
nosotros.