sábado, 31 de enero de 2015

Más fragmentos de ASFIXIANTE CULTURA de Jean Dubuffet

Los dos resortes de la cultura son, el primero, la noción de valor y, el segundo, la de conservación. Para acabar con la cultura, que reina desde hace milenios, en primer lugar habría que destruir la idea del valor atribuido a la producción artística sobre la que se apoya. Tomo aquí la palabra valor tanto en su sentido económico como en su sentido ético o estético -aunque uno implica el otro-. No se puede abolir el valor mercantil más que aboliendo el valor estético, y por lo demás este último es más pernicioso que el valor mercantil, y además está anclado mucho más firmemente. La noción de conservación también está ligada a la idea de valor. Es evidente que se conservan los objetos a los que se ha atribuido un valor y que el deseo de conservarlos ya no tendría razón de ser una vez abolida la idea de valor.

Occidente tiene dos héroes. Por una parte celebra al corsario audaz, al jefe intrépido, al espadachín defensor de los insumisos a quien nada se resiste, y por otra parte al mismo tiempo celebra a su opuesto, al que perdona las ofensas, al que renuncia bondadosamente, al que se sacrifica. El hombre accidental no es consciente de la incompatibilidad de esos dos soles opuestos, deslumbrado primero por uno y después, en el instante inmediatamente posterior, por el otro. Quizás sea este doble resplandor contrapuesto lo que le lleva a quererse al mismo tiempo subversivo (lo que en su cabeza implica que es libre y absoluto señor de su destino) y sin embargo también respetuoso para con sus deberes sociales, leal servidor de su grupo, patriota, etc.

Hablando con propiedad, el veneno de la cultura no es el arte sino su nombre. Lo que se ha expuesto antes del cuadro con su marco vale también sin duda para la estatua con su pedestal, para el teatro con su escena, y para el poema, la novela y cualquier género de la literatura.

Hay quien afirma que abolida la cultura ya no habrá arte. Es una grave equivocación. Es verdad que el arte ya no tendrá nombre; lo que se habrá superado será la noción de arte y no el arte, que al dejar de ser nombrado recobrará la vitalidad.

El pensamiento necesita librarse del vocabulario para liberarse de la cultura y recuperar la juventud.

El artista ha tomado conciencia de la libertad que le ofrecen los modos de expresión desembarazados de la pesada coacción del vocabulario.

Como sucede en el caso de dos caminantes en direcciones opuestas. Estoy muy de acuerdo en que estamos todos -y digo también quienes apenas han recibido instrucción, los iletrados- impregnados de cultura; que nuestro pensamiento está totalmente condicionado y deformado por la cultura, es a la cultura como la hoja del cuchillo es al acero. Pero la hoja del cuchillo puede caer en la subversión; puede aspirar a sustituir su naturaleza de acero por la de puro querer cortar.

Ya no habrá espectadores en mi ciudad; nada más que actores. Basta de cultura, y así basta de mirada. Basta de teatro -el teatro comienza cuando se separan escena y sala-. En mi ciudad todo el mundo a escena. Basta de público. Basta de mirada, y así basta de acción falseada desde su origen por estar destinada a la mirada -incluida la del propio actor que desde el momento en que actúa se convierte en su propio espectador-. ¿Desde el momento en que actúa? Eso sólo sería un mal menor. La inversión se produce antes incluso de actuar, al encaminarse el actor a la sala antes de actuar, de manera que una acción sustituye a la otra, la cual en realidad y ano es del todo la suya, sino la de otro, que se da en espectáculo. Ta es el efecto del condicionamiento de la cultura. Entraña que la acción de cada uno sea sustituida por la de otro. ¿Pero qué vamos a hacer nosotros, que estamos condicionados, que no podemos prohibirnos mirarnos actuar? Vamos a dirigir nuestros esfuerzos a mirarnos menos. En lugar de mirarnos y complacernos en ello, en lugar de argumentar sobre lo que debe ser un buen espectáculo (y una mirada certera), vamos a intentar cerrar un poco los ojos, girar la cabeza, al menos por momentos, que progresivamente será más largos; vamos a acostumbrarnos a olvidar y a dejar de atender, para convertirnos, no diré que enteramente (está claro que es imposible) pero al menos cada vez un poco más, lo más que podamos, en actores sin público. No se detengan ni un instante en objetar que mi ciudad es una estrella fuera de nuestro alcance; no importa que lo que haya al final de un camino sea absurdo e imposible: al final de todos los caminos, si los suponemos rectilíneos, nos encontramos con lo absurdo y lo imposible. Lo que cuenta es el sentido en que se camino, la tendencia, la postura. No se preocupen de lo que haya al final del camino. Los caminos no tienen final, no hay final que valga.

La cultura no deja de proclamar la fijación.

Lo bello transmite una implicación comunitaria; lo bello es un orden que me es dado, una red en la que se me quiere atrapar para impedir que mi mente vaya a exaltarse donde le plazca. Donde lo bello aparezca, coja sus gemelos y mire detrás. Detrás estará el maestro con su palmeta, y tras él el gendarme. Si tiene intención de producir algo bello, entonces usted es de la misma ralea, abastezca su puesto de género, alimente su prédica.

Ya desde el enunciado de la palabra bello, la cultura nos tiene pillados.

El pensamiento vive de la movilidad, del movimiento incesante, es el supremo mozo de mudanzas, y nada le envenena más que prolongar una estancia.

El orden social es un departamento de la cultura.

La cuestión no es si se tienen más o menos bienes sino si se les tiene más o menos apego, es decir la postura que su dueño toma a su respecto: puede esclavizarse para conservarlos o -lo que es mucho más raro- lanzarlos al viento para permanecer independiente, disponible.

Ya es hora de fundar institutos de deculturación, una especie de escuelas nihilistas donde monitores especialmente lúcidos impartirían una enseñanza de descondicionamiento y de desmitificación durante varios años, de manera que dotase a la nación de un cuerpo de negadores sólidamente formados que mantuviesen viva la protesta, al menos en pequeños círculos aislados y excepcionales, en medio de la marejada general del acuerdo cultural... Se vaciarían las cabezas de todo el fárrago que las colapsa; se desarrollaría metódicamente y mediante ejercicios apropiados la vivificante facultad del olvido.

martes, 27 de enero de 2015

Fragmentos de ASFIXIANTE CULTURA, de Jean Dubuffet

El adoctrinamiento alcanza actualmente tal grado que es extremadamente raro encontrar a una persona que confiese tener en poca consideración una tragedia de Racine o un cuadro de Rafael.

La palabra cultura se emplea en dos sentidos diferentes, unas veces se refiere al conocimiento de las obras del pasado (jamás olvidemos además que esta noción de las obras del pasado es completamente ilusoria, pues lo que se ha conservado no representa más que una pequeñísima selección basada en las modas que han prevalecido en el ánimo de los clérigos) y otras veces se refiere más en general a la actividad del pensamiento y de la creación artística. Este equívoco de la palabra se aprovecha para convencer al público de que el conocimiento de las obras del pasado (al menos las que han retenido los clérigos) y la actividad creadora del pensamiento no son más que una sola y misma cosa.

Sólo nos desembarazaremos de la casta burguesa occidental desenmascarando y desmitificando su pretendida cultura. Es su arma y su caballo de Troya.

Yo soy individualista, es decir, considero que mi papel como individuo es oponerme a toda constricción derivada de los intereses del bien social. Los intereses del individuo se oponen a los del bien social. Querer servir a ambos a la vez sólo puede conducir a la hipocresía y a la confusión. Al Estado le corresponde velar por el bien social, a mí por el del individuo. No conozco más que un rostro del Estado, el de la policía. A mi parecer, todos los departamentos de los ministerios estatales tienen ese único rostro y no puedo figurarme al ministerio de cultura de otra forma que como la policía de la cultura, con su prefecto y sus comisarios. Una figura que para mí es extremadamente hostil y repulsiva.

Conferir a la producción artística un carácter socialmente meritorio, hacer de ella una función social honrada, falsea gravemente su sentido pues la producción artística es una función propia y fuertemente individual, y en consecuencia completamente opuesta a toda función social. Sólo puede ser una función antisocial, o cuanto menos asocial.

Los profesores son escolares perennes, escolares que terminado su tiempo de formación salen de la escuela por una puerta para volver a entrar por la otra, como los militares que se reenganchan. Son escolares que en vez de aspirar a una ocupación adulta, es decir creativa, se han aferrado a la posición de escolar, es decir a una figura pasivamente receptora, como una esponja. La actitud creadora es lo más opuesto que podamos concebir a la posición del profesor.

Lo que le falta a la cultura es el gusto por la germinación anónima, innumerable.

El hombre culto está tan alejado del artista como el historiador del hombre de acción.

Quienes celebran la cultura no piensan lo bastante en el enorme número de seres humanos y en el carácter innumerable de las producciones del pensamiento.

La idea del occidental de que la cultura es un asunto de libros, de pinturas y de monumentos es infantil.

Pensando en esas naciones que no han tenido otra cultura que la oral y no nos han legado rastro de su pensamiento, me viene a la mente que pasa otro tanto con la nuestra. Pues las obras que conforman nuestro material escolar y que son todas -escritos, pinturas, monumentos- producción de una camarilla muy restringida -la casta señorial- y de un puñado de peritos pagados por ésta, no pueden llamarse obras de una nación.

Se honra al patriotismo pero, cuidado, ¿qué patriotismo? ¿Nos referimos al espíritu de fraternidad entre personas originarios del mismo pueblo, a las que les ligan recuerdos y formas comunes, como ocurre en comunidades que por otro lado suelen ser pequeñas y estar poco corrompidas? No, no se trata de eso. Se pretende un patriotismo despersonalizado, un mito colectivo de cooperación cívica en pro de la gloria y la expansión de una bandera, de la que se supone que por hacerla prevalecer en los campos de batalla cada uno de los súbditos recibirá su parte de las ventajas que de ello se deriven. Se trata en suma de un patriotismo sublimado, idealizado, en el que para los compatriotas ya no se trata de amarse y ayudarse sino más bien de destrozarse odiosamente a la mayor gloria de la mística bandera.

Los poetas y los artistas sólo conmoverán y empezarán a interesar al público cuando le hablen en la lengua vulgar en lugar de en su lengua pretendidamente sagrada.

Con la creación artística -rara, excepcional- y con su divulgación pasa como con esas islas desiertas cuyo salvajismo, que es su atractivo, cesa en cuanto la propaganda hotelera atrae a los turistas. Entonces ya no queda más que un salvajismo fingido repelente y los amantes de los parajes raros, excepcionales, buscan otro lugar donde plantar su tienda de campaña.

Max Loreau opone muy pertinentemente subversión y revolución. Revolución es girar el reloj de arena. Subversión es otra cosa, es hacerlo añicos, eliminarlo.

domingo, 25 de enero de 2015

Teoría de la pesca

Robert Graves decía que para el poeta la poesía podía tener dos sentidos, por un lado: the unforeseen fusion in his mind of apparently contradictory emotional ideas (la inesperada fusión, en su mente, de ideas aparentemente contradictorias) o the more-or-less deliberate attempt, with the help of a rhytmic mesmerism, to impose an illusion of actual experience on the minds of others (el intento más o menos deliberado de, con la ayuda de un mesmerismo rítmico, imponer una ilusión de experiencia real en las mentes de los demás).

Sea como sea el sentido que cada uno le dé a la poesía (para mí unos días no tiene el más mínimo sentido y otros es el sentido único de mi vida) el caso es que cuando escribo una, como acabo de hacer hace unos minutos, lo primero que hago es leérsela a Isel. Ella me escucha como nadie porque es la única que me escucha. Nada más leérselo se queda pensativa unos minutos y, como si acabara de mecerse en el poema dejándose mecer por él y meciéndolo por otro lado, me da su sentencia breve, sencilla y justa. Luego me besa la frente, siempre, no falla; como si de ahí viniera el poema, como si fuera posible que viniera de alguna parte dentro de mí. Yo le devuelvo a su vez el beso, como si el poema viniera de ella, como si fuera posible que viniera de alguna parte de ella que tiene conexión plena conmigo aunque el poema nada tenga que ver con ella pero parta de la sintonía física y espiritual misma que la que experimento cuando soy plenamente consciente o inconsciente de que Isel está en mi aire y me respira para que yo pueda respirar. 

Y así se llega al sentido del poema. La poesía se transmite en todas las direcciones, como un mar repleto de peces. No sólo hay que tener una buena caña. Lo único que hay que hacer es dejar que, al tiempo que buscamos pescar el mejor de los atunes, dejemos que el mar entero nos pesque a nosotros. En el poema ni mar ni pescador ha de quedarse nunca con hambre. Por eso, compartiendo la idea de Graves, el poema es fusión (mar-pescador) e imposición (pesca). Eso sí, no todo el mundo es igual de hábil con el anzuelo y mucha veces es mejor liberar los poemas pequeños para dejarlos crecer.

sábado, 24 de enero de 2015

Fragmento del "Prosopoema del arte de la escritura" de Lu Ji

Así es el comienzo: se interioriza la visión, se adentran
los sonidos. Se demora el pensamiento y todo se
interroga.

El alma galopa hacia los ocho confines del espacio.
El espíritu vaga errante por alturas infinitas.

Al acercarse, la emoción poco a poco se convierte
en luz. Las cosas se reflejan e intercambian su claridad.

Y es que al beber la esencia de las palabras dichas y
escritas, paladearás el muy dulce sabor de los Clásicos.

A la deriva, entre cielos y abismos, te dejarás llevar
por la gran corriente, bañándote en las aguas del manantial,
internándote en su profunda hondura.

Y esas frases sumergidas que se esconden y se agitan,
serán como peces inquietos que, mordiendo el
anzuelo, emergerán desde el fondo más insondable.

Y las otras delicadas bellezas, vagando ingrávidas y
errantes, serán como pájaros de alto vuelo que, cazados
con flecha y cuerda, caerán en picado desde las nubes
más altas.

Haz acopio de palabras y de frases no usadas por
más de cien generaciones. Escoge rimas perdidas y
olvidadas desde hace miles de años.

Desdeña las flores marchitas, ya abiertas, del amanecer,
y quédate con los brotes tiernos, aún cerrados, de la noche.

Así verás pasado y presente en un único instante, y
abarcarás los inmensos mares en tan sólo un abrir y
cerrar de ojos.

Algunos AEROLITOS de Carlos Edmundo de Ory

Despedida de los amantes: -Hasta manzana.

Que Narciso se contemple en su propio escupitajo.

HOMENAJE a las espinas, no a las rosas.

La risa es el sexo del alma.

Un poema es la autobiografía del sueño.

ISIDORE DUCASSE, Conde de Lautréamont, escribió una carta a Victor Hugo. No se conoce la respuesta.

A la hora de la muerte de Mozart y Beethoven llovió a cántaros.

El lobo es un hombre para el lobo.

En una carta a Milena, Kafka llama a los gordos: "capitalistas del espacio".

Cada vez somos menos los hombres que no somos nada.

¡Dios, te lo ruego, cree en mí!

"El amor es la bomba atómica de la paz" (Dalaï-Lama)

Las vírgenes encinta de Van Eyck.

Según Élie Faure, el Hindú y el Español son los dos únicos pueblos verdaderamente místicos del mundo.

El que más o el que menos ha venido al mundo para hacer el ridículo.

Echarse a dormir, noche tras noche, es para la gente un acto habitual sin la menor importancia onírica.

La poesía es un crimen de lesa realidad.

lunes, 19 de enero de 2015

EL PUNTO NEGRO de Gérard de Nerval


Todo aquel que ha mirado el sol con insistencia
cree que ante sus ojos, una lívida mancha,
en torno a él, flotando, empecinada vuela.

Pues bien, joven aún y siendo más osado,
me atreví yo un instante a contemplar la fama:
un punto negro en mi ávida mirada se ha grabado.

Desde entonces, cual seña de duelo unida a todo,
veo cómo se para, también la negra mancha,
doquier, en cualquier sitio en que se pose mi ojo.

¿Siempre así, interpuesta entre la dicha y yo?
¡Y es que el águila sólo -¡mal haya de nosotros!-
contempla sin castigo la Fama y el Sol!

viernes, 16 de enero de 2015

Alvite o la palabra hecha tabaco

Ha muerto Alvite, esa clase de hombre para quien la muerte no es más que una mala postura con la que matar el rato.

Hace años un buen amigo me regaló Historias del Savoy por mi cumpleaños, tengo amigos que me quieren mucho: Cuando leí este libro me enamoró su atmósfera, su olor, su música... El Savoy es un lugar en el que la mejor manera de ver es apagar la luz y dejarse llevar... me escribió en parte de la dedicatoria. Atravesaba yo uno de esos momentos en los que todavía fumaba (mucho) y bebía (bastante) y qué mejor que recomendarme a Alvite para mantener la buena racha.

Me entristeció la noticia cuando la leí esta mañana, ya sabía que padecía cáncer de pulmón, él mismo lo contaba en un tweet en septiembre de 2013: El cáncer parece que llama a mi puerta, y aunque me niego a abrir, temo haber dejado la llave en el felpudo.

No sé cómo narices conseguía hacer humor de hasta lo más doloroso. No es que el cáncer le llegara por sorpresa, era un gran fumador, pero hasta para eso tuvo su toque de humor macabro y al mismo tiempo sutil, como era el jazz de su escritura.

Lo hermoso de la mala vida es que en los momentos de aflicción y desesperanza, a las criaturas del arroyo, como a los lectores del periódico, siempre les queda la posibilidad de limpiarse la sangre con la leche del desayuno.

Lo escuché después muchas veces en el programa de Carlos Herrera, era un hombre en cuyo cerebro el ambiente estaba tan cargado que casi no se veía el humo. Empecé por aquella época a escuchar a Coltraine y aprendí a llorar tan bien como Billie Holiday el Strange Fruit que ocupaba únicamente mi corazón. Era la clase de hombre que compra un billete para el primer tren que haya partido.

Otro amigo, muy normal también, nos regaló por entonces un ratón. Y al ratón lo llamé Savoy. Pareció convertirse inmediatamente en uno de los personajes del lugar. Casi todos los días se escapaba de su jaula y, aunque colocamos una barrera metálica alrededor de la misma, aprendió el modo de saltársela. Tras dos intentos de suicidio (le encantaba subirse a las cortinas y lanzarse con toda alegría al suelo cuando andábamos buscándolo), al tercer intento consiguió su objetivo. Se ve que asomándose un día a la terraza, sintió que era un gran momento para intentar aprender a volar. Y voló, como la mayoría de los mamíferos sabemos hacerlo.

Más tarde fue Isel la que me hizo comprender que la distancia más corta entre dos puntos es un bolero. Es una de mis partes preferidas del libro: Un bolero es mi máxima velocidad sin que dé negativo mi corazón. Además, muchacho, no conozco otra manera más elegante de tomar rehenes. No hay preguntas. Tomas a una mujer en tus brazos, muchacho, y no tienes que justificarte. El bolero es una coartada. Os vais al centro de la pista, donde suena más fuerte el sofrito de los pies que bailan, amigo mío, y entonces le haces sitio a su cuerpo en el tuyo. Nunca te habías sentido así. Un bolero es el sitio en el que mejor te sientes desde hace años. Y ella ladea la cabeza en tu hombro y el olor de su pelo perdona tu pasado. Y comprendes que un bolero es la manera de apagar la sed con esa melena río abajo de la mujer cuya respiración redunda en la tuya.

Con el tiempo, aprendí algo más del maestro: Tarde o temprano comprendes que la mejor cualidad de un hombre suele ser una mujer.

A Alvite lo voy a echar de menos, era uno de esos escritores que le cantaba al amor con la infinita amargura de quien ha dejado de creer en él.


Voy a llamar a mi gran amigo, el que me regaló estas historias. Me parece que hoy es un gran día para brindar y pensar que un hogar sólo es una buena excusa para volver tarde a casa.

viernes, 9 de enero de 2015

Las greguerías de Gómez de la Serna

Hace unos meses conseguí por fin las Greguerías Completas de Gómez de la Serna, una edición fantástica del 47, un libro pequeño y azul que reúne la mayoría de sus ideas cogidas al vuelo y plasmadas desde la mente de uno de los autores a los que más admiro, ¡menudo figura Ramón!

Pero, ¿qué es en realidad eso de la greguería? Él lo explica mejor que nadie: “es el atrevimiento a definir lo que no puede definirse, a capturar lo pasajero, a acertar o a no acertar lo que puede no estar en nadie o puede estar en todos”.

Hay que decir que el prólogo a esta edición definitiva de las greguerías es absolutamente fabuloso, escrito, claro, por el propio autor. Tiene una parte en la que da un repaso histórico a las greguerías, con lindezas de diversos autores que escribían estas metáforas insólitas:

“En la antigüedad se encuentran perfectas greguerías. Así, es una greguería esa que lanza Luciano al decir: Cuando graniza en la tierra es que tiemblan las vides de la luna o Eurípides: la miel es el trabajo público de las abejas.
Shakespeare gregueriza cuando dice antes que nadie: el ave del alba y cuando dice los ojos son los locos del corazón. Pascal cuando dice que los ríos son caminos que andan, pasando por Quevedo, cuando dice que los ojos pequeños tienen niñas y los grandes, mozas, y Góngora que dijo: Erizo es el zurrón de la castaña, llegando a Víctor Hugo, cuando define el murmullo como el humo de la conversación, o al escribir los sauces han salido de los chubascos del diluvio, incluyendo las de Heine: Cuando me estallaron los botones del pantalón de la paciencia y hasta después del llanto más sublime siempre acaba uno por sonarse, y las de Hebbel: El perfume es la muerte de las flores o las pulgas son los únicos animales que no tienen pulgas, o el hombre únicamente está en éxtasis cuando reza y se afeita, añadiéndolas Jules Renard que gregueriza al decir que cuando llueve se le pone la carne de gallina al estanque o el caracol ha clavado en su cabeza dos agujas de tejer...”

Y más allá de las decenas de ejemplos de diversos autores, habla de la influencia del haikai así como de las kasidas arábigoandaluzas, ¡menudo figura!

Me recuerda mucho a Malcolm de Chazal porque ambos crean aforismos únicos, Chazal metafísicos y poéticos, y de la Serna inesperados, humorísticos y metafóricos. Algunas de sus sentencias se parecen tanto que algunas veces no sé si estoy leyendo a uno u otro.

He seleccionado unos cuantos pero prefiero elegir algunos al azar:

La mirada felina de los tornillos.

La jirafa es un caballo alargado por la curiosidad.

Dió a la pera de la luz como si hiciese la fotografía de la alcoba.

Las orquídeas tienen siempre la lengua sucia.

Esponjas: calaveras de las olas.

La mariposa del sueño nos arremolina el pelo de la coronilla.

La nata es la mejilla de la leche.

Hay noches en que no nos damos cuenta de que la luna ha sido guillotinada.

Y así una cantidad inmensa de maravillas, escritas por un hombre que era él sólo y buena parte del volumen de la estancia que ocupara, pura inspiración; según él mismo cuenta, dejó para los libros menos de un cuatro por ciento de las escritas.

Como curiosidad, hay una greguería que siempre contaba Dalí como si fuera de Gómez de la Serna y que le escuché en una entrevista (estupenda por cierto) que le hacía en el programa A FONDO Joaquín Soler Serrano a finales de los 70:

Las esquinas de las calles son de papel y pasan las golondrinas doblando y desdoblando esquinas.

Pero se equivocaba el pintor al adjudicársela a Ramón, pertenecía en realidad a un poema de Gerardo Diego:

Ayer.....................................Mañana
Los días niños cantan en mi ventana
Las casas son todas de papel
y van y vienen las golondrinas
doblando y desdoblando esquinas.

La verdad es que fue aquella entrevista la que me hizo empezar a interesarme por Gómez de la Serna, así que bendita equivocación.

Y por si no ha quedado claro esto de la greguería, termino con otra explicación del propio Ramón:

La Greguería conjuga el verbo como nada, dialoga, se ausenta, se humilla, solloza, musita, tira una miga su miga como un niño que juega en la mesa, comienza a cantar, se calla, coge un violín, lo rasca, le da un trastazo con el arco, se deja caer en un sillón, da un respingo, hace un gesto con la mano de esos que los granujas pintan en las tapias, abate un piano remilgado y lo sobresalta con un despropósito o un golpe desgarrador, hace una diablura con el sombrero de un señor serio que está de visita en el despacho de papá, da una pincelada, se agacha en el jardín público creyendo haber encontrado algo de oro, y recoge lo que relucía, aunque sea una bolita hecha con el papel de un bombón; regala una idea para un drama, para una novela o para ahorcarse de ella, y sigue corriendo y saltando como una listada pelota de celuloide con un perdigón dentro. 

domingo, 4 de enero de 2015

AL POETA de ALEKSANDR PUSHKIN


Poeta: no estimes demasiado el aprecio popular.
Pronto pasa el alboroto de los elogios exaltados;
Escucharás el juicio del tonto y la risa de la fría multitud:
Pero tú debes permanecer firme, sereno y taciturno.

Tú eres un zar: vive solo. Ve, por el ancho camino,
A donde tu espíritu libre te conduzca,
Perfeccionando los frutos de tus cavilaciones amadas
Sin exigir recompensa por la generosa proeza.

El premio está en ti mismo. Tú eres tu mejor juez,
Tú sabes —como nadie— aquilatar con rigor tu trabajo.
¿Estás contento de él, maestro exigente?

(Traducción de Jorge Bustamante García )