miércoles, 22 de diciembre de 2010

Navideño anecdotario

Sí, ya sé que últimamente no hago más que versar sobre Isel y qué si no hay nada mejor sobre lo que hacerlo. Más allá de ella, la vida sigue dándome pánico cada vez que conduzco, cada vez que emito y reviso un informe, cada vez que enseño a un niño despistado el modo de calcular la velocidad de la órbita de un satélite de Júpiter. Me dan pánico estas fechas llenas de luces y regalos y números rojos, estas fechas en que se hace homenaje a la hipocresía, donde aún los mayores se empeñan en tener la ilusión por abrir una caja y descubrir, oh, milagro, una corbata nueva, una colonia de las caras, un mundo lleno de paz y felicidad donde no pasa nada porque hay turrón. Yo alucino montado en mi coche que se niega a protegerme porque siempre le falla algo a mi maravilloso auto y últimamente no me deja que me ponga el cinturón porque lo acorrala en su sitio y es imposible ponérmelo, alucino, como digo, dentro de él, atravesando Madrid en busca de Isel y veo las colas gigantes en los grandes almacenes y en los puestos de lotería y no sabe nadie, nadie, que a mí, que no he jugado un solo número este año, me ha tocado el primer premio y que a Isel, claro que sí y esto le hace reír cuando se lo digo, le ha tocado el gordo.

Cada vez que llamo al timbre de Isel veo por todos lados pintadas del neorrabioso. En el BBVA ¿Occidónde?, al otro lado del portal: Inmigracias, en la calle paralela La poesía ha vuelto y yo no tengo la culpa y así un cúmulo de todas ellas que me sorprendieron porque nunca había visto ninguna y resulta que la musa del viento vive en mitad de la capilla Sixtina de las neorrabias callejeras. Yo me escapo a verla, tarde tardísimo, según me deja el trabajo y allí está Isel helada frente a la pequeña estufa, medio dormida en su sillón, representando inconscientemente todo lo que yo he deseado en mi vida, todo con lo que he soñado sin que nada le cueste, sin que apenas lo sepa, sin que nada ni nadie lo impida. Yo le miro en los ojos los dos meses que llevamos juntos y veo una década de secuestros y veo la sensación fácil, la extraña sensación de conocerla siempre, de haberla querido siempre, de lo trivial que ha sido nuestro encuentro. Pues Isel sólo tuvo que nacer en Honduras, sólo tuvo que tener una madre que le deseara unos estudios y un buen trabajo, sólo tuvo que ocurrir que en su país abundara la delincuencia y las pocas posibilidades, sólo tuvo que ser obligada por esa madre a venir a Madrid a buscar suerte, sólo tuvieron que pasar seis años para que entonces un día, y después, pues la cosa es sencilla… de que yo también dejara el pueblo andaluz y viniera a la capital a estudiar y trabajar ocho años, después de que me gustara tanto el arte contemporáneo que tuviera que acudir otro domingo gratis, un domingo cualquiera pero tan diferente que da miedo al museo Reina Sofía…. Ese domingo en el que sólo tuvieron que acercársenos horas y horas de avión y una suma de posibilidades que puestas juntas están tan próximas al cero que da pavor intuirlas, ese domingo en que ella atravesaba el paso de cebra más bonito del mundo, ese domingo para que mi corazón, al que estaba ya empezando a colocar trocitos de Barrita Arreglatodo que venden en las ferreterías, por si acaso funcionaba, mi corazón, ese hueco mío de mí sin mí para nadie, mi corazón dijera hola, mi corazón dijera, te vienes, mi corazón pareciera un corazón que late salvajemente, sin cálculo, hasta ahora y gracias a Isel, bendita suerte el día que la conocí.

Y ahora que Isel me es y algunos pseudoamigos me avisan: cuidado, todas las sudakas llevan un latin king dentro, cuidado, el otro día vi El diario de Patricia y salió una lista que se había quedado con todo lo de un tío, cuidado con Isel, cuidado… Ahora que he vivido, oh, sí, maravillosamente, el cúmulo de prejuicios absurdos, no sólo por los mayores, sino por chicos jóvenes en pleno uso de sus facultades, ahora que tanta pena me da, que tanto estertor se me acumula, a mis pseudoamigos les digo: no pienso dirigirte la palabra desde que sé que ves esos programas en la televisión pero ven a mis brazos y yo, oh, la suerte que tengo de tener mi cabeza, habiendo vivido en un pueblo donde abunda la xenofobia, la homofobia y todas las fobias a cualquier ser humano que no sea de allí, que no sea normal, que no sea ignorante, yo acariciaré tu falta de sentido, tu falta de juicio, tu cúpula de cristal donde has crecido sin ver más allá del vidrio, chocándote como la mosca y permaneciendo allí, allí siempre, allí. Pero como tengo la suerte de que nunca llego por algo así al enfado sino a la pena, me entristezco levemente por los prejuicios y me miro poeta otra vez, universal como siempre, con mis ojos mirando las cosas que están cerca y las perspectivas acumuladas en el horizonte donde abunda el todo, donde Isel ha puesto montañas, donde Isel llora un poquito solo toda esa mala suerte de comentarios y se ríe cada vez que le digo Centraka, mi Centraka bonita, mi Sudaka hermosa que todo me lo has de quitar, y es cierto, pues ya, por lo pronto, me ha usurpado los sentidos.

Por otro lado, quería agradecer a los Poekas y a Gsús Bonilla y compañeros su predisposición para acompañarme al hospital a llevar a cabo ese encuentro poético con los niños, algunos ya sabréis que lo haremos en fechas diferentes a la navidad pues, después de haberlo organizado casi todo con la Doctora Román, jefa de pediatría del hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, me di cuenta de que para fechas tan señaladas como estas los niños tienen un montón de visitas, que si de la asociación de vecinos de Majadahonda, que si de los reyes de la localidad y los de la Comunidad, que si del papa Noel de Las Rozas… además, me enteré que el resto del año apenas se acuerdan de ellos para actividades así, de modo que me parece mucho más razonable que, como ahora los van a saturar de visitas, nosotros lo hagamos un día cualquiera, un día al que pongamos nuestro nombre, el día de la poesía, el nuestro, sin navidad de por medio, sin fecha obligada para ser bueno y llevar ilusión, un jueves de marzo, el último viernes de abril… el que sea. Cuento con vosotros, amigos, para llevarlo a cabo entonces y de verdad agradezco la gran cantidad de gente que ha querido sumarse a una actividad así; muchas gracias de verdad.

Y, para finalizar, pues desearos a todos una feliz navidad y un próspero año nuevo lleno de poesía, que no nos falte nunca, que os toque algún dinero, que nunca viene mal y que se os adelanten los reyes, como a mí, que me vinieron a finales de Octubre, con la bonita Isel, el mejor regalo que la vida me ha hecho.

¡Felices fiestas!

Invierno

La retina del pijama
ama la vela de las cosas
y osa advertir a la carne
la lactante mambla,
la fornida tráquea
del beso hecho hueso
en la pandereta
del poeta
y su boca.

Así, cuando a la noche
tiemblan las luces
y de bruces caen las bolas
en árboles y cortinas,
miran los amantes los belenes,
tienen sus casquillos
brillos de atascados,
los halos de sus cuerpos
tuerzo en las mantillas
y astillas de nieve
deben saber en los cristales
los retales de la vida
en la barriga de la suerte.

La feliz pareja
sólo se queja
del celo de sí;
Isel, armónico mantel
de sueños, espero
que la noche
ose abarcarte
con su eco,
con su espejo
y te haga mi universo
esfera,
mi pulsera
de reloj.

Lotería

Tentada de improbabilidad
la cola lotera
escancia su pena
por los rincones.

En la feliz vanidad
son campeones
los dineros, las colonias,
los tacones.


De tanto amor
se nos pega el hambre
de Bostwana.


Mas en el derroche
no está el broche
de paz
en el mundo.


Aún así, por Navidad,
caníbal, el hombre
se come y se come
hasta hartarse
de sí.


La lotería obesa
tiene la gula
de los inflados
y el hombre tiene pavo
en los regalos
y los fogones.


Tentada de improbabilidad,
la cola lotera
escancia su pena
por los rincones.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Isel, la inmigrante

Isel,
guapa sin límite,
demoníaco tazón
de leche tibia.

Isel,
depravada dulzura,
desproporcionada
ignición de sueños.

Isel
a los pies del mediterráneo,
resucitando a mis muertos
con su ojo-catamarán.

Isel
llorando a medianoche
por las faltas de ortografía
del mundo,
por las faldas y geografías
del mundo,
por la inmigrante Isel,
por la prejuzgada Isel,
por los puestos
de marionetas
del mundo.

El pecho de Isel,
comestible frontera,
donde no está prohibido
nada.

Los ojos de Isel,
selvático milagro de lumbre
donde el poeta asume
su carencia de palabra.

Isel,
guapa sin límite,
concupiscencia libre
de delitos,
culpable tan sólo
de la erección de mi alma,
del trueno del cadalso.

Isel, Isel, Isel…
Lo que me gusta decir su nombre…
Isel.