martes, 29 de septiembre de 2009

Dibujo de Guerra de Identidad

Este dibujo representa la antesala de imágenes que iré creando hasta integrar las adecuadas en un cuadro final en merecido homenaje al poemario Guerra de Identidad, de Déborah Vukusic. Podéis ver a la abeja con orejas de lobo que es lo que significa el nombre de esta grandísima poeta y actriz mitad gallega y mitad croata. Y podéis también ver un nanosegundo de su vídeobook sobre su primera obra publicada. Más abajo una mesa sobre la que una tele dice Eurípides tiene una vela que alumbra la definición de su obra mientras ésta misma descansa sobre el tablero, sujetado a su vez por la escritura.

Gracias Deb, graicas Vuk, por darme motivos para afilar los lapiceros.

Tertulia de Poekas de Septiembre

Los Poekas no han escrito mucho este verano y eso no ha impedido que hoy llenáramos una de las aulas del centro cultural. Parece que el descanso no deja tiempo para la poesía, de ese modo surge la idea de eso de que escribir es un poco luchar contra la monotonía, contra los movimientos repetidos que con perfecta simetría ejecutamos cada día de nuestros horas de aturdimiento. Había caras nuevas y en todas brillaba el entusiasmo ante la dosis de versos que estábamos a punto de compartirnos. Hubo buenos poemas, en especial y, como siempre digo, de la boca de Verónica Gil que vibró con su voz baja pero que nos hizo enternecer con su poema Dialéctica del desorden, el cual ya había leído en su blog; pero no es lo mismo, no, escuchar a esta chica de cerca. Y hubo novedades, parece que a partir de ahora vamos a pasar de eso de aplaudir y darnos condecoraciones que, en realidad, ninguno merecemos. Además no faltaron los comentarios tras lo leído, cosa que agradecemos los que queremos y tenemos aún mucho que aprender. Luego se nos acumularon el tumulto de actividades que están por venir, de las cuales, la más cercana, es un recital a cargo de Carlos Muquitay, el poeta rojo y que se celebrará el 9 de Octubre y avisaré de ello a su debido tiempo.

Como siempre una velada con la que es más fácil despedir los meses y saludar de antemano a los que se nos avecinan. No faltó una caña en el bar de al lado, ni la buena predisposición, ni el mutuo entusiasmo que, con facilidad, nos ofrecemos de corazón este grupo de grandes poetas, pero, sobretodo, de enormes personas que conforman la tertulia literaria de Poekas. Se habló de preparar una antología, de aparecer en grupo en el programa radiofónico Poetas en el Aire, el cual pasa su horario a los miércoles de 22:30 a 23:30; de recitales conjuntos en el Ateneo, de nuevos homenajes a grandísimos gigantes sobre los que nos sentimos agarrados a sus cuellos... Buen comienzo, como digo, con el que espero que la rutina y el día a día traiga nuevos versos llenos de juventud. Y eso es algo que a este grupo no le falta.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Trébol

Si en cada uno de los pétalos
que hermosamente recriminas
tienes escrito en Algerian
tamaño cuarenta y dos
todos los sís que me prohíbes,
¿qué manía con asesinar plantas
para luego hacerlas centros,
qué fijación para el pistilo
si siempre es no y te congregas
a la negación de lo evidente?

Con lo hermoso que era
ese campo de flores,
¿a qué tests sometes
a la primavera?

Si yo digo sí a los castaños
y si me quieres o no me quieres
sigo haciendo el picnic
sobre el asfalto
sin desplumar por ello
a las gaviotas
ni contarle
los dientes
al león.

Por eso te regalo
este ramo te tréboles
recopilados sin suerte
sin que nada
atormente
tus decisiones.

Yo marcho al mar,
que no hay en los islotes
margaritas
y las olas siempre asienten
por muchas escamas
que le cuentes
a los peces.

Lo suyo sería,
amor mío,
que siempre
perdiéramos
la cuenta.

domingo, 27 de septiembre de 2009

La Pietà



Esta tarde he terminado esta versión sobre La Pietà de Miguel Ángel.
Cuando en el verano visité Alfacar, conocí a un matrimonio amigo de mis abuelos, ella es muy religiosa y muestra mucha fe a pesar de las muchas zancadillas que le ha puesto la vida. Les prometí uno de mis cuadros al aceite de oliva y aquí está. Para mis queridos Irene y Fidel que compartieron habitación de hospital con mis abuelos hace muchos años lo que edificó una amistad que va a durar más de medio siglo. Mientras trazaba estos trazos, yo, que perdí la fe hace mucho, recordaba los versos que sonaron aquel día en el conocido pueblo de panaderos granadino y en el modo en que estas dos grandes personas nos trataron. Un día para no olvidar. Con este dibujo, con el que he aprendido la genialidad de Miguel Ángel para el amor a los pliegues, la pureza de los rostros, la melancolía del momento trágico... hago eterna la correspondencia con estos dos grandes amigos, por los que desde entonces y a mi manera, rezo.

Balones como cometas


Con relativa frecuencia,
más de lo deseado,
se me acercan princesas
bellas como engendros
a llenarme las cornisas
de sus feos cocodrilos.

Se me acumulan
en los inmensos descampados
que no dudan en convertir en minas
para construir sus fuertes
y echarle la culpa al cóndor
de toda su tristeza.

Al principio las consuelo
de su dolor hecho de hadas,
de su clamor hecho de nadas,
y les limpio su corona de cristales
y maldigo con ellas el paisaje.
El fénix tiene la culpa, me convenzo.

Mas nadie llora del gallo su plumaje
ni pisotea icebergs por el Titanic;
he visto Nilos caer por mucho menos
de ojos con sus dosis de lamento,
princesas abarrotadas de suelos
le piden a los balones ser cometas.

Y yo, que al cometa le digo vuelo,
que al balón concedo sus canastas,
despido con cortesía a tan nobles tiranas
y me abrazo al fénix mártir
de todos sus homicidios.
Sonrío de él su inexistencia.

Luego paso meses desmoronando
sus castillos sólidos pero inestables
hasta ver el sol desde lo plano
mientras escucho el relincho de gusano
de sus sedas abarcando otros lares,
cortesanas del esputo y el vacío.

Llega al fin entonces la intemperie
con su silencio de nubes tropezando
con su soledad abarcando el escondite
y soy feliz entre las piedras exentas de llanto,
no hay salmos de boquerones como sirenas
ni hondean banderas
ni balones
ni cometas
en lo llano.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Tédax

A pesar del peligro
te me acerco,
hermosa como un rifle
de asalto.

Si sigues sonriendo
tu ojo atravesará
el chaleco
y aprenderé
a respirar.

Estás tendida,
tus labios incordiando
las redadas,
el pecho hasta arriba
de granadas,
los labios a punto
de explosión.

Se me acercan los escudos,
las manos se alicatan,
importo cascos en los nudos
que imploro no activar.

Aplauden al tédax agachado
con su orina hasta el culo de braguetas,
con sus dientes apretando los circuitos,
sangrando de tnt el premolar.

A quién se le ocurre, me dices,
bailar así con escopetas,
acariciar de ese modo los gatillos
concretando vacaciones en Irán.

No pasa nada, te contestan
los chorros de sudor de mis tenazas.
No tengo ni puta idea
del cable que voy a cortar.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Entrevista en Onda Sur Motril

Entrevista en Onda Sur con motivo de mi exposición de pintura al aceite de oliva en El Club Náutico de Motril, en el programa Motril A Toda Costa, presentado por la locutora Sandra Romero.

martes, 22 de septiembre de 2009

Óptica reflexión

Entra la luz a cubos
por la persiana
y sé que veo
a base de rebotes.

Se cuelan.

Nómadas fotones
como relámpagos
te habrán tocado
hasta llegarme.

Sonrío.

Por mucho que traduzcamos
este poema al iraní
jamás tendremos el ojo,
el verso de una de tus uñas.

Me carcomo.

Esta luz es la reflexión
de todas tus paradas
y hay porteros que hacen
menos daño a sus balones.

No te muevas.

El pincel está atornillado
y las partículas corroen las rejillas,
dejemos aún vacía la ventana,
que la fibra óptica te transfiera.

Te miro.

Creo imposible la imagen
si la poesía la devora.
Estamos torcidos,
mas qué bello el desnivel.

Rebelémonos ante las injusticias. Ogsmande Lescayllers


Queridos amigos, en esta ocasión me dirijo a ustedes no para anunciarles un acto poético, sino para pedirles que se rebelen contra una injusticia: el cobarde, cruel y criminal embargo económico, comercial y financiero que desde 1963, unilateralmente y en contra de las Naciones Unidas los Estados Unidos de Norteamérica ejercen sobre el sufrido pueblo cubano. Ninguna persona sensata respetuosa del derecho, la justicia y amante de la paz, puede estar de acuerdo con semejante medida, ya no sólo contra Cuba, sino contra ningún país del mundo, porque actos como este laceran la dignidad humana.

El señor presidente de la nación más poderosa de la tierra, Barack Obama, de quien todos esperábamos tendiera puentes de paz y solidaridad en el mundo, ha decidido prorrogar por un año más la agonía del pueblo cubano; sí, del pueblo cubano, porque todos sabemos que quienes sufren los efectos de semejante locura son los ciudadanos de la isla, que ajenos al comadreo y tejemanejes de los políticos, cada días más se hunden en la desesperación y la miseria.

Ruego a todos que divulguen este mensaje por el mundo, porque si contemplamos y aceptamos pacíficamente este acto de injusticia, por activa o pasiva nos estamos convirtiendo en cómplices de un crimen de lesa humanidad.

Cuba no es una amenaza para nadie, sino para la propia Cuba en el estado actual de acuerdo a como están las cosas. No es cierto que lo sea para los Estados Unidos. Sólo un demagogo puede ver y considerar a Cuba como una amenaza contra una potencia extranjera, no sea que esa potencia carente de moral, vea en los sueños y deseos de un pueblo a un enemigo de sus desmanes y enloquecida carrera hegemónica y armamentística.

No más embargos, guerras, amenazas, manipulaciones, tragedias humanas producto de la ambición desmedida e inmoral, de una nación que se autoproclama como garante de la paz, la libertad, la justicia, la democracia, los derechos humanos y el progreso. Las lecciones de la historia y lo que leemos diariamente en los diarios no dejan lugar a dudas de qué nación es un verdadero peligro para la humanidad. Como dijo José martí: "Ya somos los pueblos de hojas que flotan en el aire".

Dejemos que los pueblos construyan su destino y que sean ellos y no otros, los que determinen qué régimen o sistema político quieren para su país. Hagamos nuestro el lema del benemérito de las Américas, el prócer mexicano don Benito Juárez:"En los hombres, como en las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

No os quedéis callados ni les teman a los inquisidores. Un saludo.
Ogsmande Lescayllers.

Arema III


Tenemos las pistolas hasta arriba de razón, de mi poema Desidia.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Maniquí

Supongo que amar consiste en eso,
en abrazar con santidad el masoquismo
y pedirle lunas a los pinares.

Ser el palafrenero de unicornios sin cabeza
o el trozo de guita de un muñeco estropeado
que encoge los hombros y titubea.

Supongo que no basta con hacer de taxista
de orondos viajeros que transportan sus lágrimas
y escapan aturdidos sin pagar la carrera.

Os juro que he visto manos asesinas
descargar toda su furia de ventrílocuo
en las hermosas agallas de los cerebros.

Y he contemplado a fornidos muchachos
agitar sus líquidos pompones frente a las brujas
bellas como esputos que les alegran los días.

Lamento que en el fondo les duelan los besos
impresos en las muecas de indemnes alimañas,
estipulados en contratos eternos sin firmar.

Sí, debe ser eso lo que claman mis esguinces,
los botes de formol que conservan los testículos
de etéreas hadas, ratas que corrompen los futuros.

Y si es así, me niego a agitar este saco de granadas
conectadas sin piedad en inocentes corazones
emigrantes de la faz de las trincheras.

Supongo que amar consiste en eso,
en esperar con cautela los escudos de los tédax
y pedirle algodón al pavimento.

Yo me suturo.

Aún es blanda
la carretera.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Óptica munición

Estos paseos solitarios
alimentan tan sólo la poesía.

Se regeneran los pasos, se extienden
los versos sin besos en la arena.

No hay guía en las encrucijadas
y, aún así, camino mis estrofas;
no hay pósits en todas las estancias,
raramente se encuentran
en las huellas
las palabras.

Yo camino, el vino
acelera aún más
las distorsiones.

Estás en el aciago acantilado,
los ojos hasta arriba de explosivos;
sonríes y sabes que muchos han muerto
devorándote las cuevas.

Yo me paro en crisantemos,
coloco en la boca el bazoca
preciso, precioso del cuello.

Y revienta en mil pedazos el paisaje
y se convierten en arterias los caminos;
si eres rotonda redonda sin radios,
a dónde el rastro de la poesía,
de qué mechero, de qué balas te abasteces,
qué diana meces con la sangre de tus tiros.

Dímelo arma, alma,
soy tu mártir
objetivo.

Exposición Parpadeos y Otros Guiños en Motril (Granada)


Del 18 de Septiembre al 16 de Octubre volverán mis pinturas a sentirse mecer muy cerca del mar, esta vez será en El Club Náutico de Motril (Granada).

www.nauticomotril.com

Exposición Parpadeos y Otros Guiños en Torrenueva (Granada)






Del 18 al 25 de Agosto estuvieron colgadas algunas de mis pinturas al aceite de oliva en el hermoso pueblo marítimo de Torrenueva, en su pequeño Centro Juvenil desde donde el mar vibraba muy cerca haciendo que los trazos simularan olas.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Alucinaciones

... el tiempo es un azor que planea en lo alto...

Alberto Batania

En el anzuelo

has puesto una corchea

que hace que suene

el sedal

y yo nado

entre

pentagramas.


La luna se queja

por los palillos

que le duelen

en el cráter

y yo bebo

noches

de aceituna.


Creo que si abres

más

la boca

veremos

al fin

agujeros

de

gusano.


Hay asnos

que reclaman

más trabajo

si tú

los pisoteas.


Las azoteas

han cerrado

por

sensaciones,

dicen que

los guiris

reclaman

tus persianas,

pero entonces

no

parpadeas.


Al pez-piano

esta semana

le toca descansar,

abusó

en la

madrugada

de tus

claves

de

sol.


Yo quemo

las alas

de la

armonía,

la agonía

que suena

es sólo

un

des

embarco.


No sé cómo

sobrevivimos

en este

barco

de papel

sin

ni

siquiera

saber

la estrategia

de

los

faros.


Al menos

supongo

que

nos

queremos

y

eso

asegura

la

pesca.


Espero

que

esta

vez

no

nos

confundan

con sirenas.


Somos

los

únicos

jureles

que

se

pescan.


Y

el

tiempo

es un

azor

que

de

le

trea

nuestras

convicciones.

Creo

que

de sus

alas

cojean

laberintos.


Falsificamos

nuestros

distintos;

morir

es hermoso

si

de las

gargantas

nos

cuelgan

corcheas.


Descanso

en

las

negras

a

fuerza

de

teclados.


Sí,

el

tiempo

es

un

azor

que

planea

en

lo

alto.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Un relato: Reencuentro

Las máquinas del tiempo existen y no están hechas de metal sino de carne. Bastan los encuentros para devolvernos a las dunas distintas de la misma playa que tiempo atrás pisamos, basta una canción hervida, aquel ritmo que llegaste a detestar, de pronto, te empieza a sonar como lo hiciera algunos años antes, se destensa al fin el pentagrama y todo procede, como digo, de la carne, una célula es suficiente para que comience el viaje.


La cosa fue bien sencilla, sin quitarle la azarosa casualidad. Su hermano me saludó mientras leía un libro en la hamaca. El parecido de los ojos ya me hizo fotografiar mentalmente algunos tiznes del pasado. Mientras charlábamos de cosas sin relativa importancia (la típica conversación que puede mantenerse con un adolescente) ya iba yo pensando en la posibilidad de darle al muchacho uno de mis poemarios firmado para que se lo diera a la hermana, de la cual hacía años que no sabía nada, salvo un minúsculo encuentro el año anterior, en torno a la misma fecha, un acercamiento sin importancia y casi indeseado. Como últimamente, y siguiendo el consejo de mi abuela, suelo hacer lo primero que se me pasa por la cabeza sin darle más vueltas, minutos más tarde la cosa estaba cumplida: Para Sandra, que inspiró algunos de mis primeros poemas, que fueron los cimientos de estos que ahora suenan, un dibujo de mis personajes heridos en mitad del mar que nos envuelve y mi firma cochambrosa con casi todas las letras tapadas para que conste en el sinuoso trazo la timidez, lo excéntrico y concéntrico de mi yo tapado.


Una vez asegurado el combustible en mi máquina del tiempo, la cuenta atrás no se hizo esperar; al día siguiente la muchacha, de la que aún recordaba de forma cúbica su rostro que se orientalizaba al sonreír, se acercó a la playa para agradecerme aquel inesperado regalo. Muchas gracias, me ha gustado mucho, sobretodo Resquicios... me decía mientras yo, que soy tan dado a examinar las pinceladas de la tercera dimensión, por si hay que echar corriendo en busca del caballete y enmarcarlas, antes que el movimiento perpetuo de nuestra odisea nos obligue a desechar la idea, como así fue, y no siempre hemos de hacer caso a nuestras abuelas, empezaba a vibrar por las convulsiones que me provocaba mi genial invento y me colocaba, tal y como estaba escrita la fecha en mi frente, en mis dieciséis años diecisiete. Tras el intercambio de palabras que abarcaron una hora y que consistió en el resumen resumido de lo que más o menos había consistido nuestra existencia hasta el presente, marchó, habiéndonos dado nuestros números de teléfono, cuyos dígitos, como el espacio temporal en que empezábamos a encontrarnos, también habían cambiado y marchó de nuevo a su casa: el pelo rizado al viento, las piernas blancas caminando sobre la arena gris de la playa, los ojos de ese verde antiguo de que se pintan las miradas cuando el tiempo los mancha con su betún. Escuché un estallido, y la máquina, que aún estaba en período de pruebas, vomitó algunos de sus tornillos blandos. La fecha del periódico me volvía a situar en el asfixiante agosto de dos mil nueve.


Pasaron varios días hasta que conseguí arreglar el maldito artefacto. Jugar a ser dios es peligroso, pero fácil si se dispone de la debida imaginación y, del mismo modo en que las poleas permiten el movimiento acompasado mediante sus correas, también los órganos empiezan a latir cuando se les hace recorrer la debida sangre. Nueve números bastaron para que el cacharro estuviera listo de nuevo para partir. El sms invitaba a la muchacha y a su hermana mayor a madrugar para enseñarle nuestro terreno y mis cuadros. Y como el mensaje fue bien acogido al día siguiente a las ocho y media de la mañana en punto de mis dieciséis años diecisite las estaba esperando sentado en el poyete de enfrente del apartamento de sus abuelos. Con el acentuado parpadeo ante la sorpresa, mis ojos veían en un primer vistazo sus cuerpos granadinos acercárseme como lo fueran casi una década atrás, pero una vez me despejaba la mirada y parpadeaba seguidamente, regresábamos al minuto que marcaba el reloj. El trayecto, que no era especialmente largo, se hizo más ameno mientras repasábamos nuestras cosas del ayer: aquellos madrugones del verano que nos hizo adelgazar, la fuerza con que nos desperazábamos para ir al paseo marítimo a dejarnos los kilos; yo, con la firme intención de adelgazar; Davinia, la hermana de Sandra, con la motivación que le permitiera, tras el ejercicio físico, engullir un rosca de churros mojados en leche condensada, sirviendo así, la carrera de media hora que sudábamos sobre nuestras zapatillas, para que los remordimientos, en sí placenteros, de tomar un desayuno altísimo en calorías, no se acentuaran de forma exacerbada. También emergieron los recuerdos en torno a las tardes de roll, las barbacoas en la playa, las noches de San Lorenzo en que nos quedábamos despiertos toda la noche hasta que los ojos se nos ponían rojos de estrellas fugaces y sueño; los primeros amores, de los cuales no pervive hoy día ninguno, aunque sea posible regresarlos gracias a mi invento que yo escondía celosamente en un cajón. Agradecí al cielo lo bonito que estaba nuestro terreno aquella mañana. Nada más entrar nuestros cuatro perros nos saludaron a la manera a la que están acostumbrados, saltando ciegos de alegría hacia nosotros, poniendo sus patas y sus marcas de kelme en nuestros bañadores, provocando esos graciosos arañazos como marcas de tiza en las piernas al escurrirse para volver a coger impulso y seguir agradeciéndonos nuestra llegada, hasta que pasado un minuto y, comprobando que no traíamos comida, se dispersaban de nuevo por entre las flores y los árboles para seguir con sus vidas de perros. Tras mostrarles el membrillo, las parras, los hermosos olivos, las enormes higueras, la gratitud de los berenjenales, el crecimiento rápido e inesperado de los calabacines, las tomateras atadas en los palustres a modo de tiendas, el multicolor espacio que cubren los rosales, la forma de llorar pausadamente de los sauces, las matas diminutas de perejil en las pozas de los olivos, la casa que hemos construido entre mi hermano, mi padre y yo y la forma en que el abuelo conversa con las plantas, nos trasladamos hasta la otra punta del pueblo donde guardaba yo mis cuadros hasta la fecha en que iba a exponerlos en el centro juvenil. Ellas que, de mí sólo conocían algunos dibujillos que me entretenía en hacer, se sorprendieron en lo que desembocaron aquellos tranquilos trazos de antaño. Acompañándolas de nuevo a casa, fui tomando apuntes sobre ciertos desperfectos que se iban sucediendo en mi máquina secreta y esa misma tarde me comprometí a trabajar seriamente en dejarla terminada de una vez por todas.


Pasó una semana y, como la cosa aún seguía sin funcionar, decidí darme un respiro y marché a Alfacar, un pueblo precioso situado muy cerca de Granada y que huele a pan recién hecho y donde, por una extraña razón, los tomates crecen de forma exagerada. Uno de los pueblerinos me mostró orgulloso uno que pesaba un kilo cincuenta gramos. Visité el parque Federico García Lorca y me atreví a deambular por entre los montes cercanos a Víznar donde supuestamente está enterrado el poeta. Me tomé el tiempo que necesitaba para respirar aquel aire donde aún quedaría el cierto aliento último de mi admirado Federico. Fotografié con nostalgia la multitud de azulejos que en el lugar inmortalizaban sus versos más conocidos y quise el verde de aquellos árboles, y adoré el verde de las hierbas que pisaban los caballos en la montaña. Me di cuenta de que sus estrofas no estaban sólo escritas en palabras, todo lo que me rodeaba constituía fílmicamente cada estrofa y, anatómicamente cerraba a la perfección su poesía. Sentí la carne putrefacta que se disecaba bajo mis pies y me adjudiqué algunos de aquellos elementos que parecían constituir las piezas que faltaban a mi chapuza. En tales condiciones me atreví a decirle a Sandra la cercanía a la que me encontraba de su pueblo y quedamos para tomar un café antes de que se nos pasara otro verano.


De vuelta en la playa coloqué los mecanismos que había encontrado en Alfacar y conseguí que la máquina, tras muchos temblores infructuosos, se encendiera. No me gustaba el ruido que emitía, pero era mejor que tenerla apagada, sonaba como la Sangla vieja de mi padre. El café llegó tan pronto como el dispositivo consiguió encajar los datos que le introducía. La realidad quedaba distorsionada a intervalos al azar pero era suficiente, me bastaba con asentir en las conversaciones, aunque mis sentidos estuvieran centrados en la observación. Resulta que Sandra guarda en los ojos los mapas que me permitirían, más adelante, viajar a Egipto y, la forma arqueada que forma el conjunto de sus párpados junto con las cejas es suficiente para cualquier terrorista entrenado, para construir paso por paso un arma de destrucción muy potente. Bajo la mesa iba apuntando, punto por punto, cada uno de estos misterios, procurando que una frase en forma de idea me fuera suficiente para más tarde transcribir aquel mensaje pues, tan pronto como la joven sonreía descubría, bajo los labios, la verdadera naturaleza del fotón y en las arrugas que se le formaban a cada lado de las comisuras estaba escrito el secreto de la gravedad. Pasó el café y alguna barbacoa, vinieron más cafés, algún baño que otro, el volley y nuestra primera borrachera juntos. Aunque todas estas actividades son dignas de mención y durante el tránsito de las mismas anoté los datos que me eran suficientes para unificar las cuatro fuerzas fundamentales de la física, la más importante, por reveladora, fue la última. Aquella noche decidimos salir juntos con un amigo común. Jose y ella vinieron a recogerme a la salida de mi exposición y tomamos unas cervezas con su pescado frito en la terraza de un bar. Después nos metimos en el peor antro de la historia donde se nos fue la mano con el whisky y el vodka. Fue cuando la máquina del tiempo obtuvo su mayor rendimiento y las imágenes aparecían nítidas en aquel pasado que nos reunió. Sandra no soportó la fuente de alimentación del artefacto y tuvimos que salir afuera donde la brisa del mar calmara los primeros tropiezos. En aquella arena donde por primera vez se entralazaran nuestras manos soplamos al fin la vela de mis dieciséis años diecisiete. Nos perdonamos el pasado, nos contamos nuestras caídas, confesamos nuestros echarnos de menos y miramos al fin a las estrellas del cielo especialmente claro de aquella noche; las mismas que nos vieran tiempo atrás pasear bajo su luz distante cogidos de la mano en aquel tiempo en que nos bastaba con eso, cuando las células de las palmas asentían ante el temblor de múltiples grados en todas las escalas y el juego en las miradas era mucho más potente que la rabia judeo-israelí en su bombardeo fraterno a Palestina. La máquina jadeó un instante y estornudó repetidas veces sus engranajes cárnicos que se desperdigaron por todas partes mientras repetidos flashes nos mostraban las imágenes de lo que en un tiempo atrás fuimos. A duras penas regresamos a la almohada y respiramos el aire de hace diez años. Sandra tenía en los ojos luciérnagas y yo me atormenté en la cama a base de grillos.


No pude dormir mucho, así que me levanté temprano y fui en busca de mis perros que me ayudaron a olisquear la playa y recoger los elementos más importantes de mi máquina. Tardé ocho años en montarla pero, como con ella, el tiempo es desigual, los obvié regresando al punto en que me encontraba. Fue agotador. Siguieron más noches y, a pesar del estado delicado del aparato, decidí usarlo una última vez. Ello me permitió usar la estrategia de leer las manos para percatarme del último perfecto funcionamiento del artefacto. Usando como excusa tan inocente artimaña, hablé a Sandra sobre mis conocimientos en leer el futuro siguiendo las líneas de las manos. Tuve que hacer un esfuerzo de dioses para no colocar mi dedo corazón enlazado al suyo, mi meñique tocando el más pequeño de sus falanges diminutas, el índice señalando al suyo, el pulgar lamiendo el obeso que le sale o el anular anulando la nulidad del otro. Y allí estábamos por última vez caminando durante siglos besándonos los labios a través de las manos, atravesando las lenguas nunca probadas a través de los paseos infinitos, alejándonos del grupo la noche de las estrellas que lloran, a salvo de todo peligro. El día más importante de mis dieciséis años diecisiete, la nocturnidad vacía de agallas que me impidieron escribirle en la arena las palabras, las primeras palabras de todas las que vendrían después y que conformarían Resquicios y dentro de los resquicios los átomos y dentro de los átomos, las cuerdas. Un estruendoso chasquido separó la falsa lectura del futuro que nos mantenía tibiamente enlazados y la máquina que tanto tiempo me había costado construir estalló en un trillón de pedazos materializados en el cielo a fuerza de estrellas.


Al regresar a Madrid con sólo un cuaderno hasta arriba de poemas y las claves que permitirían a cualquier científico explicar hasta los más inusuales destellos detuve el coche en el pueblo granadino que la vio nacer. Sabía que no había nadie en casa y le dejé al vecino de enfrente uno de mis mejores cuadros: El beso de Rodin subiendo a toda velocidad por una escalera mecánica cuyo mecanismo ha sido diseñado nada menos que por la poesía, para que se lo diera tan pronto como ella regresara un día después. Al fin y al cabo tan sólo el tiempo y la carne cruda del poema han sabido mantenernos en nuestros dieciséis años diecisiete.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Dragones y mazmorras


Son días, me convenzo,
en que el primer esputo es fuego
y mi madre no tiene la culpa del dragón.

Y no me baño por no secar el mar
y no me extraño por no sacarme el mal
y maldigo a los niños con raquetas.

Si me hablan me invento la resaca
y me monto en el oído baterías,
y si me sonríen te juro que atropello
a las rocas con las piedras de mi nombre.

Que no hay mosca que no estorbe
ni risa sin forma de kalashnikov.

Luego te pienso:
traqueotomía precisa del dragón
y me calmo en el hedor
de tu mazmorra.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Arema II



Debajo de las parras de mi abuelo: Iratxe, la uva negra en contra del racimo, del poeta neorrabioso.