miércoles, 29 de abril de 2009

No me seas poeta

No hay un poema
en cada esquina
como no hay ningún verso
aquí.

Yo no sé qué manía
con recorrer aranceles,
con levantar azulejos
ni para qué.

Qué intención de mirar
a las cosas
como si no fueran cosas
sino palabras.

Qué magia la de la joven
que pasea al perro cada tarde,
qué frases tan pequeñas
maneja su cordel.

Con qué misión miramos
las estrofas en las faldas,
tapamos las mesas del desnudo
con las rimas del mantel.

Y todo ello por inercia,
destapando en las dendritas
una buena idea, un recodo audaz,
un marchito opaco neceser.

Pero yo digo: ¡BASTA,
eso es una piedra,
ahí no hay poema,
no me seas poeta
y CALLA de una vez!

martes, 28 de abril de 2009

De tertulia con los POEKAS

Memorable la tertulia de esta noche presidida por Elena Moratalla y el golpeteo de bolígrafo a modo de aplauso de Martín Lozano. Alrededor un grupo de poetas del que sólo destaco en juventud y en las afueras del centro cultural una fiesta de no sé qué de colegios con camareros incluidos y mesas de manteles rojos a modo de comunión reducida. En el aire de nuestra habitación: versos. Y en los versos: voces, y en las voces: la experiencia. De todas las experiencias hay una frase que destaca, un poema entero escondido. Los poemas, como las células, están hechos de micropoemas que esconden a su vez en su vientre el multiverso. En definitiva, un agradable encuentro de poetas donde cada uno, desde su propio estilo, enmarcaba el cuadro de su ritmo al oído de los demás.

Dije memorable la tertulia de esta noche, porque terminó con una emotiva despedida de Ogsmande Lescayllers, quien parece que le espera mucho trabajo ahora que se van a producir cambios decisivos en su tierra cubana y de quien debo decir que emana tal electricidad que, de algún modo sé que hará mucho bien en torno a los acontecimientos que se acercan. Animada también su propuesta de convertir la tertulia de Poekas en no sólo una lectura de poemas, sino en la crítica de los mismos para fomentar nuestras ganas de aprender y encontrar ese verso que casi rozamos o ni eso, ese ritmo que nuestro oído no supo marcar, la clepsidra del reloj que no entonó bien sus agujas y que quizá halle el espasmo que le falta en el despertar de otra voz que nos es ajena y nos marca la idea o nos muestra el camino o que, en suma, procura que la estrofa quede encasillada, cerrada y el verso parezca un verso y no una frase que rellena nuestra equivocación.

Ha sido mi primera experiencia en esta tertulia, aunque venga siguiendo al grupo desde mi recital en el Paco Rabal o los visitara en el bello homenaje que hicieron al poeta Gabriel Celaya y pienso repetir; aunque sólo sea para que no se me escape Miguel Pastrana para decirle que admiro su libro Lisboa que me adjudiqué en la tertulia y me eche una firma que alimente su ego: ese parásito hermoso y malnacido que se hace su casa en los poetas.

domingo, 26 de abril de 2009

ESPONJAS

La multitud recorre unos cuatro mil kilómetros cuadrados para paliar su aburrimiento. Llevan en riñoneras, bolsos, carteras, bolsillos, maletines y otros artículos de potente salvaguarda sus esponjas. Éstas son de distintos colores y tamaños, las hay más absorbentes que otras, el granulado también difiere, hay incluso quien olvidó su esponja y se la pide prestada a su acompañante, hay incluso quien no tiene esponja y prácticamente no la necesita por falta de humedad. Pero la mayoría de ellas están mojadas y son suficientes para no manchar el pintalabios, el teléfono móvil, las llaves de casa (esto es más para que no se oxiden y siempre tengamos un lugar al que volver), los bolígrafos, las agendas o las propias manos. Las esponjas, al igual que la gilipollez, hacen juego con cada uno. Las muchachas muy pintadas que van disfrazadas de otra muchacha que no se corresponde a ellas, suelen tener esponjas muy grandes cosidas por su mitad, esto ocurre porque sólo la mitad o menos de las mismas corresponde a ellas y la otra es robada u obtenida por los méritos de sus pinturas y otras cosas que en principio no nos atañen. Los jóvenes musculados muy musculados, que van disfrazados de otros muchachos que dejaron de ser hace tiempo y a los que les han maquillado muchas horas de gimnasio y altos grados de estupidez, tienen las esponjas pequeñas pero las han estirado, usan de esas elásticas a las que también han musculado para llevarlas a juego. De la gente mayor sólo diré que dejaron sus esponjas en casa y las guardan para recintos de menos kilómetros cuadrados a pesar de que su aburrimiento es más profundo y se conforman con paliarlo en lo pequeño. Los niños aún no tienen esponja pero se la piden a papá o a mamá constantemente y los padres les prestan sus burbujas porque saben que así los querrán mucho más.

Las esponjas sirven, además de para deslizar suave o raspadamente nuestra suciedad, para acoger en su vientre las gotas de sudor que estrujan con insípida alegría las muchachas muy pintadas, los jóvenes muy musculados y los padres de los niños y los niños de su puta madre de los padres en los mostradores muy bonitos donde los charcos de sudor, de algún resto de orina, algún semen seco de una jornada de trabajo que en verdad nos aburrió, son intercambiados por unos zapatos preciosos, un libro que no vamos a leer, el vestido de la boda de la amiga que se casa en Octubre.

La tarde de ayer en el centro comercial fue de un cúmulo de sumideros por donde se suicidaban sin pudor nuestras esponjas.

sábado, 25 de abril de 2009

Un relato: PESTAÑEO


Acordé con ella comprarle las pestañas, era un capricho que quería darme por el simple hecho de que su larga curvatura me recordaba el cuerpo de los barcos justo antes de que diminutos seres comenzaran de la profundidad a enredar en él su propia cosmogonía. El precio era demasiado alto, así que, aprovechándome debidamente de su inocencia, le propuse el mismo trato a su hermana, ofreciéndome una oferta más asequible, ante lo que ella disminuyó convencida la cantidad otorgándome así los merecidos respetos del dolor exquisito que provoca en la náusea la mirada hipnótica del niño.

Para llegar al acuerdo, las miré profundamente, como pudieran mirarse las líneas blancas de la carretera cuando la niebla lo tapa todo y uno se plantea en parar un tiempo hasta que la humareda pase. Les puse voz de niño pequeño, para hacer más intuitiva la propuesta y que no resultara tan disparatada:

- ¿Por cuánto me vendes tus pestañas?- entoné plenamente dedicado a la observación de mis pretensiones al tiempo que su ojo se abría rememorándome las conchas abiertas de los documentales que se abren y cierran buscando alimento. Creo que, en su caso, su intención consistía en devorar el aire y con él cuanto posee el universo. La luz era una persiana que ella abría o cerraba mecánicamente.


- Por…. –y así quedó pensando largo rato la más pequeña de las dos, buscando en su cabecita una cantidad apropiada a su exquisito abanico doble que ella esparcía a la orilla del mar simulando la anatomía de las palmas de las manos cuando aplauden despacio y sin demasiado interés- … ¡por tres mil euros!


- ¿Y tú…?- me volví hacia la hermana, algo mayor, que poseía también en el saliente de la cuenca de sus ojos una gracia suprema resumida, o más bien esculpida en el pelo masticable que le salía de la piel finísima del párpado.


- Ummmm…. Trescientos euros – dijo bastante convencida casi como por motivo de una premeditación que inocentemente había ya pronosticado desde sus adentros.


- Se las compraré a tu hermana, que me las deja más baratas- dije a la pequeña que se mordía las uñas nerviosamente y se agitaba de un lado para otro como buscando una salida o un despegue, mientras sus ojos despegaban ya o hacía tiempo que se habían alejado del plano de sus mejillas como se despliegan las alas del ave que, confusa, decide saltar del árbol.


- Vale… por treinta euros… - me respondió al fin tan inocente, tan pequeña, que de haber estado más cerca de la orilla podría haberse confundido perfectamente con la espuma breve de una ola que no deja de romperse, rota ya en el entrante subcutáneo de la arena donde afeita con quietud la barbilla agujereada del entrante de la playa.


- ¿Seguro que por treinta euros?- dije mientras sacaba mi cartera para pagar debidamente los gloriosos bienes que estaba a punto de adjudicarme.


- - afirmó la pequeña acercándoseme graciosamente con los ojos muy abiertos como si las pestañas sencillamente pudieran arrancarse ellas solas y desprenderse de su aplauso lento y casi insonoro.


- ¿Tenéis idea de la cantidad de corazones que vais a romper en unos años? –les dije esta vez con cierta nostalgia que ellas comprendieron al instante.

Apartaron la mirada casi por inercia y, sonrientes, juntas, casi de la mano, fueron a entregar al mar sus finos cuerpos granadinos. Y, al salir del agua, ya habiendo olvidado el trato previo que, claro está, no se llegó a cumplimentar, me dejaron ver, extasiado como yo estaba, hermosas lágrimas de agua en sus pestañas de tendedero.


A Judith y Andrea, cuya inocencia de pergamino, cuya niñez de hermoso niño, me permite disfrutar de los más hermosos juegos surrealistas. Y, en especial, a todos aquellos que al leer este relato me tachen de pedófilo; a sus prejuicios, a su estupidez, porque de ese modo me acercan a Nabokov.


viernes, 3 de abril de 2009

La Oreja en Pescueza

Aunque suene a verso surrealista, el título de esta entrada es real y es que ni los más antiguos de Pescueza (que es uno de los pueblos del amigo Fer) recordarán un acontecimiento tan grande como el del próximo 10 de mayo. En la localidad, que tiene unos 180 habitantes, sus dos únicos bares ya le dan vueltas a la preparación de una intendencia de miles de bocadillos y otras vituallas típicas de los acontecimientos masivos (pobre Satu). Hay que atender bien a la avalancha humana que, como es previsible, reventará las costuras de esta tranquila localidad del noroeste cacereño, a 20 kilómetros de Coria.

Llegarán a ver al grupo donostiarra 'La Oreja de Van Gogh', que participa en una curiosa experiencia ecológico-musical auspiciada por la Fundación '+ Árboles' y que organiza el programa Internight de la emisora de radiofórmula 'Los 40 Principales', me enteré llegando a Villarcayo destino Bilbao escuchando la susodicha emisora y no daba crédito a lo que estaba escuchando. De hecho, Pescueza ya suena en toda España gracias a las cuñas de esta radio. La fundación conciencia sobre la importancia de los bosques y cuenta con la colaboración de muchas empresas, que encuentran así una vía para encauzar su responsabilidad social y su compromiso con el planeta.

Andrés Rodríguez, concejal de Cultura, responsable en Extremadura de la fundación '+ Árboles' y hermano de la Pepi, la que trajo al mundo a mi mejor amigo, cuenta el plan del día 10, en el que también colabora la Junta de Extremadura y la Diputación de Cáceres. A las once de la mañana comenzará la fiesta, con un taller de 'Nendo dango', una actividad repobladora para niños que consiste en plantar bolitas de arcilla con semillas. El método impide que estas semillas se conviertan en alimento de pájaros o roedores, y permanecen protegidas e intactas hasta la época de lluvias. A las 12,00 se plantarán 2.000 árboles en una parcela cedida por el Ayuntamiento. Será el bosque de 'La Oreja de Van Gogh', y los miembros del grupo también arrimarán el hombro para la creación de este nuevo pulmón que llevará su nombre para siempre.

Después del trabajo habrá un pic-nic popular y alrededor de las dos de la tarde comenzará el concierto en un emplazamiento que el Consistorio aún tiene que decidir. Porque la plaza, con capacidad para unas 2.000 personas, puede que se quede pequeña. Rodríguez cree que el campo de fútbol será el mejor sitio para que todo el mundo esté cómodo. Es un concierto en toda regla, con la duración habitual de las citas de este grupo. Y totalmente gratuita, lo que arrastrará, sin duda, a miles de personas; yo no me lo pienso perder.

Este bosque es el tercero que se planta en España a través de esta especie de apadrinamiento de bandas musicales. El grupo 'Revolver' participó en la plantación de otro en la localidad madrileña de Leganés y 'Estopa' lo hizo en Cornellá.

La cuenta atrás ya ha comenzado en este pueblo cacereño, que incluye este concierto en la segunda edición de su 'Festivalino', una experiencia que trata de demostrar que lo pequeño puede convertirse en algo muy grande; y Pescueza ya lo era y seguirá siéndolo, por la amabilidad típica de las gentes del lugar (la Pepi, el Carlos, el Jorge, el Jesús, el Fernando... y tantos otros) y por eventos que, como este, lo elevan al lugar que le corresponde como uno de mis favoritos.

2 nuevos recitales


Repito recital, encima dos; ahora supongo que se me hará más fácil tras la experiencia del primero.

El miércoles 15 de Abril, a las 20.00 en Centro Cultural Paco Rabal, C/ Felipe de Diego 11 y el jueves 14 de Mayo, a las 20.00 en Centro Juvenil Galileo, C/ Fernando El Católico, 35. En el primero de los dos tendré la suerte de conocer a algunos del grupo POEKAS, que son unos cuantos amigos poetas que se reúnen en el centro para hablar de poesía y desnudarse en público con sus poemas.

Espero veros por allí o, si no, intentaré poner vuestra cara en la de los asistentes para que se me haga más cercano y no me tiemble la voz.

Exposición Parpadeos y otros Guiños en Centro Cultural Miguel de Cervantes



Del 1 al 30 de Abril estarán mis obras colgadas en el Centro Cultural Miguel de Cervantes, en Madrid, C/ Fenelón nº 6.

Tan pronto llegué a Madrid de Bilbao, recogí a Fer en casa y fuimos al sitio que, por suerte, nos pilla muy cerca. Como ya tenemos experiencia en estos casos, colgamos los cuadros en tiempo récord e hicimos unas fotos.

Como anécdota, contar que en la revista del distrito de San Blas, han anunciado mi exposición como fotografía, cosa que no es tal, pero ya se sabe cuando se juega al teléfono loco entre las diversas personalidades que se dedican a anunciar eventos. Ah! y mi primer apellido ha perdido su s final. Por lo demás, quedaron bastante bien, incluso el del beso con luz detrás, que pudimos enchufar gracias a tener un punto de luz cerca.

Escapada a Bilbo

Día memorable fue el 2 de Abril. Me levanto temprano, entrego la llave del sórdido hotel donde pasé la noche, arranco el coche y con el temor del que desconoce bastante la ciudad de Bilbao, me acerco a Cruces sabiendo que encontrar aparcamiento cerca de la casa de cultura será tarea difícil; pero... tras dos vueltas a la manzana encuentro sitio. Mientras camino hacial el lugar, otro temor se me agarrota; no sé si habrá alguien que me eche una mano en el traslado de las obras o si tendré que darme unas cuantas vueltas para hacerlo todo yo mismo. Tema solucionado: nada más llegar pregunto por Elena que no está, lo llevo claro, me digo. Entonces me reconocen, ¿tú eres el artista, no? Digo sí, pareciéndome precioso que alguien me llame artista, aunque suene a circo o a mentira. La chica de recepción hace una llamada: "Chicas, está aquí el artista que ha venido a por sus cuadros" y entonces cinco muchachas, todas con una hermosa marca en su atractivo, aparecen de repente con mis cuadros. "¿Adónde los llevamos?" Me siguen entonces hasta el coche, allí quedo yo colocándolos, vuelven a la casa de cultura y de nuevo vienen con mis obras paseando por la calle templada de la ciudad. De haberlo grabado, os aseguro que habría sido mi mejor obra de arte: Cinco muchachas vascas recorriendo mis trazos por las avenidas, como una exposición ambulante, nunca mejor dicho; como una galería nómada, donde los marcos son sólo la leve aparición de unas manos femeninas. Más ancho que largo les doy las gracias, me despido de ellas, me dicen que tengo que volver; ya lo creo que volveré, pienso entonces. Pero la sonrisa de este éxito memorable se me deviene cuando aparece el último y más profundo temor: cómo estará Laura. Así que hago un poco de yoga invisible antes de entrar en el hospital, subo a la segunda planta, habitación 253. Lo primero que veo al pasar es a su madre y su tía Mari, ella está sentada sobre la cama, con buena cara, mucho más delgada y con una herida de guerra que le cruza todo el pecho. Fue una sorpresa para ella, pues no sabía que me iba a presentar allí de repente un miércoles además, pero ya sabéis, así soy. La sorpresa fue mayor para mí, que lejos de provocarme aquella herida cerrada esa sensación gris de tristeza por lo que representa, me causó una bonita percepción; con esa simulación de cremallera típica de las aperturas de quirófano, el cruce de Laura en el pecho resultaba precioso, como si guardara un secreto muy bonito ahí adentro, que es el secreto que ya sabéis muchos, que venció al tumor, que el lunes seguramente le darán el alta y que muy pronto todo habrá pasado como un mal sueño. Estuvimos paseando por el pasillo largo de la planta, con esa sensación de que todo está siempre atestado y tapiado en el hospital... y luego la pequeña Laura se atrevió a subir las escaleras y a bajarlas, muy despacio, sin prisa, era otra meta que se apuntó aquel día. Le propuse escaparnos a Castro a ver el mar; ella supo que no bromeaba aunque nos riéramos de la ocurrencia. Me dijo que no se lo repitiera dos veces, porque lo habríamos hecho; queda apuntado para otra ocasión. Me despedí como a mediodía y puse rumbo a Madrid; los cuadros iban directos a otra pared, el viaje fue sin problemas, de no ser porque al poco de dejar Burgos me parara la guardia civil (tanta suerte he tenido yo siempre con estos chupópteros), hicieron que dos perros olisquearan mi coche y les resultó muy raro que llevara el vehículo cargado hasta arriba de cuadros; una vez me dijeron: "Puede usted seguir, tiene toda la pinta de ser un traficante de drogas y perdone que le hayamos hecho oler a los perros ese cuadro donde hiciste las estrellas con detergente, tenía toda la pinta de ser cocaína", les di las gracias por existir y regresé al fin a casa, Fer me esperaba (Fer, el pequeño y bueno de Fer) y fuimos directos a colgar los cuadros, pero eso es otro tema. Y nada más, como véis: un día memorable.