viernes, 29 de octubre de 2010

Erato

Amemos las cántaras donde han ido a beber los poemas,
su combinación de leche ha mamado demasiado del viento
y no es padre el viento que da de beber
y no es padre el viento que nos ha macerado.

Amemos del caserío su hincapié de sombra
pues no ha podido el cedro con su caño
y en la fuente los ángeles traen las palabras
que habrán de esquematizar las puertas.


Yo te he mirado sincera y milimétricamente a los ojos
y he visto tus ojos escanciados a través de los míos
pues tengo hélices en las cúspides sonoras del cerebro
y tus ojos sonaban igual que nunca en ti la valquiria.


Inspirémonos de nosotros mismos pues el periscopio
sale del orificio de nuestro ojo para regar las macetas
donde fueron a dormir las plantas el otoño pasado
cuando el viento era el padre que nos dio de beber.


Digamos que hay un cielo superior en nuestra cabeza,
digamos que no creemos en dios porque lo superamos,
digamos que hemos bebido tanto tanto que hemos visto
un poema de tres dimensiones que era albahaca.


Yo me he castigado con el látigo nuclear de mis fracasos
y he visto en mis herrumbres mayor alegría que en las hojas
todas de los parques donde maldicen los abuelos
y se aman las parejas concienzudamente hasta fotosintetizar.


Mi musa soy yo cuando te miro y me eres tal cual me soy,
mi musa soy yo cuando te digo que eres tú y te miento,
soy yo mi musa cuando te transformo y tu carne es verso
y por adverso que parezca te hago lámpara de mí.


Mi musa soy yo.


Mi excusa, mi esclusa,
mi gárgara obtusa
soy yo
y me
compadezco.

jueves, 28 de octubre de 2010

Los ningunoides, capítulo 1

Como en el último mes no me he sentido nada bien pasando por una especie de depresión más fuerte de lo habitual en mí, tuve que leerme en pocas semanas algunos de los libros que más me han hecho reír en mi vida: La conjura de los necios, Sin noticias de Gurb, Amor se escribe sin hache… El caso es que, más allá de la literatura difícil en la forma que suele gustarme, reconozco que siempre disfruto mucho más de algo que consiga meterme en su absurdo para reír a carcajada suelta como esos tres libros. Decidí retomar entonces una especie de novela que empecé hace meses pero que tuve que dejar por la amalgama de cosas en las que pierdo mi tiempo; estuve echándole un vistazo a los capítulos que llevo escritos y me ha parecido buena idea ir publicándolos uno por semana. No sé si harán reír o no, no lo sé la verdad, el caso es que yo me lo paso muy bien escribiéndolos y me permiten desahogarme con una soltura que no ha conseguido hasta ahora ninguna de las otras formas del arte que trabajo. La novela se llama LOS NINGUNOIDES y, si tuviera que escribir sobre lo que va, no acabaría nunca pero puedo decir que está ambientada en un futuro cercano, que en ella se carga contra todo y contra todos, que la especie humana ha evolucionado hacia un estado de despreocupación admirable y que, ante su peligrosidad para la salud, muchas artes como la pintura y la poesía han sido prohibidas por los comités internacionales… es una novela que no tiene fin y en la que el tema central es el amor, sí, otra vez, una novela de descelebración dotada de un humor bastante negro, el que me caracteriza pero cuya ironía creo que os puede gustar. En fin, ahí va el primer capítulo, ojalá os guste.

CAPÍTULO I


- Hola a todos los ningunoides.

Esta frase suelo pronunciarla a diario cuando llego a casa. La expreso con alegría y casi sin pensar en el término inventado. Antes me refería a los ningunoides como nados, pero con el tiempo el vocablo ha ido evolucionando por sí mismo hasta desembocar en una especie de ente que no significaba nada para mí hasta que lo encuadré definitivamente siguiendo ningún estudio y tras haber mirado con detenimiento la portada de El origen de las especies de Darwin sin haber leído ni palabra de su contenido. Lo digo así, con familiaridad:

- Hola a todos los ningunoides.

Y lo digo específicamente porque en casa no hay nadie. Me parecía de locura saludar en cambio al jarrón, por muy bonito que sea; no me parecía tan mal saludar al espejo, al fin y al cabo es como saludarse a uno mismo… pero lo más hermoso era eso, saludar en concreción a nadie en absoluto que es casi como no decir nada pero provocándome aún mayor satisfacción. Lógicamente, cuando uno saluda a todos los ningunoides está saludando a toda la nada que hay en su casa y que no le espera. Pero lo bueno de la nada es que como nunca espera y, por tanto, está esperándote todo el tiempo para no contestarte, sabes que no va a fallarte nunca. La nada es mi mejor amiga.
Un día pensaba muy seriamente en esta inútil cosa del ningunoide. Realmente pensar en cosas inútiles y dedicarme de lleno a ellas es algo que vengo haciendo desde hace mucho, por eso le dedico buena parte de mi tiempo a la literatura y la pintura, artes ningunoideas como ninguna, incluso yo como del pan que me da la ingeniería, ciencia inservible e inepta para el hombre, incluso para el hambre. Este día coincidió, además, que llegaba a casa tan contento por nada que saludé con exclamaciones a la entrada:

- ¡Hola a todos los ningunoides!

Tal fue el tamaño que puse a los signos de exclamación que vi mi voz salir corpóreamente por la ventana y decir al mundo en general:

- Hola a todos los ningunoides!

Esta vez pronuncié la frase con un solo signo de exclamación pues se acercaba más al inglés y quería que el entusiasmo fuera sentido por todos, sea cual fuera su procedencia y pronunciar así, con un solo signo de exclamación es algo que no se ve todos los días. Me abrió los ojos sin duda esta inservible vivencia. Pues el ningunoide ya no estaba dentro de mi casa; más aún, estaba afuera, la calle estaba repleta de todos ellos, viajaban en coche, en metro, en bus, en bicicleta, los había incluso que andaban sobre sus dos patas. Todos eran más o menos bipolares, si no eran de izquierdas, eran de derechas, si no les gustaban los hombres, les gustaban las mujeres o les gustaban los dos, a algunos incluso les gustaban los niños; los había guapos, feos, muy feos, horrendos, los había bellísimos, ojo; los había profesionales de la ineptitud y profesionales de la imbecilidad, los había profesionales en general, algunos cantaban, otros silbaban y otros no decían nada, los había negros, blancos y grises, hay quien dice que algunos eran amarillos o rojos pero yo no he visto nunca a nadie de ese color; la verdad es que casi todos eran de color carne aunque abundaran los de color maquillaje, en fin… que todos los ningunoides que habían habitado mi casa durante tantos años resultaban estar fuera de ella todo el rato. Pero había una diferencia: en los límites que marcaban las siluetas de mis paredes los ningunoides no existían en sí, y, a fuerza de no estar, no hacían absolutamente nada; en cambio ahora, los ningunoides recién descubiertos existían específicamente para hacer nada y no es lo mismo no hacer nada que hacerla con entrega.

Este descubrimiento es tan amplio que es imposible atisbarlo con detenimiento, han de bastar las anécdotas que lo demuestren pero son tantas y tan innecesarias que no tengo más que contarlas detalladamente pues merecen toda la nada que uno sea capaz de aportar. Falta sólo un poco de observación para dejar constancia de la existencia de estos seres que poblamos La Tierra y que llamo ningunoides.

Por ejemplo, hace un rato salí a la calle a fumar porque está muy mal visto fumar en el hospital en el que trabajo a pesar de que todo el mundo lo haga. Además los pasillos están repletos de carteles de prohibido fumar y de aquí compartimos el oxígeno, de hecho hay tantos carteles que no queda mucho espacio para que pasen a través de ellos los seres humanos con lo que se debería prohibir poner carteles que prohíban fumar lo que añadiría aún más espacio ocupado al asunto; total, que me disponía yo a ir a fumar a la calle sorteando todo tipo de obstáculos en forma de carteles que me prohibían la gran hazaña que iba a protagonizar, cuando deparé en una situación de lo más ningunoidea. Un hombre de mediana edad (su edad era intermedia entre una edad muy alta y otra pequeñita) charlaba con su compañero de trabajo. Por su aspecto podíamos decir que eran policías, esto lo supe cuando les vi el uniforme. Bien, la zona a la que voy a fumar normalmente es el sitio de las urgencias; es un lugar fantástico donde los policías multan con toda felicidad a las familias que vienen urgentemente al hospital y dejan el coche en el primer lugar que pillan debido a la gravedad y a la búsqueda de rapidez en el traslado. Allí, los dos policías mantenían una conversación digna de ningunoides:

- ¿Viste salir a esta familia?
- Sí, era un caso grave sin duda.
- Entonces la multa ha de ser grave también.
- ¿Por qué, señor?
- Eso restará importancia a la urgencia médica.
- Es usted enorme, señor.
- Pues sí, cien kilos de músculo, ni uno más ni uno menos.
- Da alegría verlo.
- Sonría entonces usted sin apuro.
- Eso haré.

Una vez, cuando yo observaba sólo de lejos al ningunoide sin inmiscuirme en sus asuntos, tuve el atrevimiento de decir a un policía que me parecía mal que multaran a las personas que han dejado el coche de ese modo debido a la desesperación por ser atendidos en el hospital; pero desde que el ningunoide me ha convencido en su propia nada, suelo participar de sus conjuros, ser uno más de la manada, no hay otro modo de ser más feliz. Ahora me gusta entrar en conversaciones ajenas aportando aún mayor grado de absurdo a la situación:

- Una multa muy bien puesta, agente.
- Es nuestro trabajo – contesta el jefe agarrándose el cinturón, aunque esto no lo hizo verdaderamente pero es un gesto de orgullo preclaro que sale en muchas películas y que me parecía de una importancia brutal para entender este momento.
- ¿Saben… deberían ir ustedes a la zona de Duelo? Allí la gente aparca donde sea por tal de llegar cuanto antes al tanatorio a ver a su muerto.
- Tranquilo, ya hemos cubierto con varias patrullas ese lugar. Nosotros hacemos un bien a esa pobre gente, el llanto se les corta en seguida en cuanto todo el peso de la ley cae sobre ellos.
- Increíble. En fin… hay otro lugar… verá, el otro día fui al desgüace a ver si encontraba unas piezas para mi coche y ni se imagina cómo están las cosas allí. Que si un coche encima de otro, que si allí puestos de cualquier manera. Ojalá hubiera allí gente como ustedes poniendo orden.
- No dude de que pasaremos por allí. Muchacho… tiene usted visión. Debería ser policía.

La conversación quedó así en pausa pues un anciano que sufría un ataque al corazón acababa de llegar como pudo al lugar y estaba siendo interrogado por los dos agentes, reprochado por haber aparcado tan mal, el buen señor decidió morirse apaciblemente.

- Una muerte de las que ya no se ven.
- Ya firmaría yo por algo así.

Y ambos agentes autografiaron el lugar de los hechos.

Como antes siempre iba a mis cosas, ni deparaba en todos estos detalles pero con el tiempo he ido descubriendo que el ningunoide se está expandiendo. Y el hecho de haber consultado repetidas veces la portada de El Origen de las Especies de Darwin me permite decir que el ser humano sigue evolucionando; primero se ha preocupado en ir haciéndose esbelto, ahora se está preocupando en no tener pelo y ha conseguido preocuparse en no preocuparse. Al preocuparse en no preocuparse ha entrado en un bucle de preocupación por la no preocupación con lo que inventó el seguro de vida, el seguro del seguro de vida, y el seguro del seguro del seguro de vida, que es un seguro a terceros. Eso le permitió preocuparse de que no estaba seguro del seguro así que lo aseguró todo por si acaso pero sin asegurarse de si lo hizo. Pasaron siglos así hasta que el pre-ningunoide se dio cuenta de que lo más importante en la vida era cantar y jugar al fútbol, pero para poder cantar y jugar al fútbol era necesario ser guapo y como ser guapo consistía en estar muy delgado y dar pena, el ningunoide dio pena todo un siglo veinte. En cuanto pasó el siglo XX, que fue verdaderamente un siglo porno sobre todo al final del mismo, empezaron a aparecer los primeros especímenes ningunoideos. Tal era la fama que estos iban alcanzando que la humanidad entera empezó a imitarlos hasta que empezaron a surgir de forma natural y desde que nacen. Así que ahora, que son más del sesenta por ciento de la humanidad, podemos decir que estamos viviendo una era hermosa en la que no pasa nada, o mejor dicho: en la que pasa nada; y esto es algo a lo que los ningunoides dedican todo el tiempo de que disponen.

Uno de mis ningunoides preferidos es el telefonista de las compañías que ofrecen servicios de internet. Me llaman casi todos los días y adoro que lo hagan:

- Hola, ¿El Señor Pedro José Morillas Rosa, por favor?
- El mismo y tengo el gusto de hablar con…
- Le llamo desde Telefónica.
- ¿Y qué tal el tiempo por allí?
- Usted tiene el teléfono con otra compañía, ¿verdad?
- Pues sí, le he dicho a mi hermana que salga a pasearlo.
- ¿Sabe usted que con nuestra compañía usted podría pagar mucho más barato su servicio ADSL junto con la gratuidad de las llamadas nacionales?
- No me extaña, cuantos más seamos, menos nos costará a cada uno.
- ¿Está usted bromeando?
- En absoluto, estoy muy de acuerdo con usted.
- ¿Entonces quiere usted nuestro servicio?
- Realmente estoy muy contento con el mío.
- ¿Lo quiere entonces o no?
- Oh, sí, lo quiero mucho, amor del que no queda ya.
- Pero sus llamadas y el servicio le costaría la mitad.
- Ya, pero es que yo soy gilipollas y me gusta pagar más.
- Vaya… hubiera usted empezado por ahí.
- Quería retener la llamada, tenía usted una voz ciertamente hermosa.
- En otra ocasión quizá…
- No dude en llamarme de todas formas todos los días por si acaso.
- Eso haré.
- Hasta pronto.
- Hasta mañana.

Como digo son muchísimas las situaciones que he vivido con los hermosos ningunoides, yo no nací como tal pero intento integrarme con ellos pues su vida despreocupada me aporta aires de auténtica libertad. Me fastidió, eso sí, que, con el tiempo, prohibieran la poesía y la pintura, cosa que estaba muy mal vista a principios del siglo XXI, pero ésa es otra historia.

viernes, 22 de octubre de 2010

Suculento Anecdotario

Los viernes me arrastro, me digo es viernes y ya, hay que dar el último impulso y ya. Hay viernes más alegres que otros, el de hoy empezó bien; iba todavía pensando en el hecho de haber soñado si ayer verdaderamente Buenafuente comentara que dos poetas por primera vez habían asistido a su plató y que éstos fueran, no te lo pierdas, Ada Menéndez y su chico. Es más, el presentador leyó un poema de Abierta de piernas e incluso hizo alguna broma sobre el título del libro y vi a Ada entre el público. Me agradó mucho la verdad, parece que la poesía se va extendiendo como el virus que es y estuvo bien que Andreu le dedicara al hecho aunque fueran unos minutos. Luego salió Ken Follet y, de repente, lo vi tocando el bajo y cantando, para mi sorpresa, bastante bien. En estos hechos iba pensando en el coche de camino al hospital donde trabajo sin saber aún la que me esperaba. Ya digo que los viernes me arrastro y ya os podéis imaginar cómo son los ojos del viernes, mis ojos parecidos a higos, mis ojos parecidos a cortezas.

En cuanto entro al lugar y voy a buscar mi ordenador portátil y mis herramientas, me encuentro con el jefe de mantenimiento y me dice que espere, que no me vaya a mis centrales contra incendios todavía, que espere a la jefaza porque tiene que hablar conmigo. No me da ningún miedo porque soy bastante responsable con todo menos conmigo mismo (ya sabéis: anárquico, poeta) y mantengo el sistema con orgullo con una limpieza que es admirada en otras empresas de la ciudad; esto no lo digo por decir, lo digo porque lo sé (ya sabéis: egocéntrico, poeta). Resulta que el miércoles reventó una tubería afectando a dos plantas, inundando dos pasillos y jodiendo varias máquinas de gran valor así como al pladur de que están hechos estos edificios modernos de plastilina. Mis sistema funcionó a la perfección y, aunque no se trataba de un incendio, aparecieron averías de derivación a tierra y varios dispositivos ópticos se congestionaron por esa razón. Ello ocurrió en mi ausencia y, en cuanto llegué el miércoles actué siguiendo el protocolo que ha de mantenerse en estos casos. Por supuesto los días siguientes consistieron en buscar al culpable de que estallara una tubería de agua y, por supuesto el culpable siempre ha de ser otro, pero no tú. Hoy fue cuando se estableció la gran lucha entre el personal de seguridad y el de mantenimiento, perteneciendo yo a éste último. Esta lucha es centenaria y es muy bonita, como os contaré a continuación. Según me contaron, la entidad de seguridad del hospital escribió un informe en el que afirmaba que mi sistema no detectó nada ese día y por esa razón no se pudo detener a tiempo la gran cascada de agua que ha supuesto una gran pérdida de euros para el laboratorio del Puerta de Hierro. Menos mal que mis centrales guardan un histórico de eventos donde hay fe de que no sólo se detectó el problema sino que desde seguridad se vio y se silenció el zumbador que anunciaba el desastre. Es más, los de seguridad dicen que mi sistema no funciona nunca, que lo tengo desconfigurado y de ese modo nunca detecta nada. Menos mal que delante de ellos les he dicho que provoquen cualquier avería, la que prefieran, y verían, pues estoy seguro de que todo funciona perfectamente. Así hicieron y, en seguida, el sistema reaccionó dando el esperado aviso. Aún así el jefe de mantenimiento hizo fotos a mis documentos donde el histórico confirma que mis cosas funcionan perfectamente, no sólo eso, grabó una pequeña bronca que me echó delante suyo el jefe de seguridad donde reconoce que aquel mismo día yo mismo le avisé del problema y le dije los elementos que desconfiguré para que no sigan dando alarma hasta que se solucionen las cosas completamente. Total, que el viernes maravilloso que he pasado hoy ha consistido en mostrar más y más documentos que clarifican que tengo razón, y la tengo tanto que casi llegamos a la descalificación con los grandes jefes del hospital, los cuales y, como jefes que son, no tienen ni putísima idea de la cantidad de cosas para las que se supone que son jefes. Una vez han entendido que mi estabilidad y mi buen hacer en el caso es irrefutable no han hecho reparos en buscarme errores por todos los medios posibles pero como no tienen ni puta idea ni para eso tampoco, no han encontrado el modo de acorralarme. He salido mucho más tarde de lo que es habitual, cosa que, por supuesto, no piensan pagarme, pero definitivamente los he hundido en la misera y seguramente sea seguridad quien tenga que hacerse cargo del gravísimo error en su actuación y es que, cada vez que hay una avería, especialmente por la noche, lo único que hacen es silenciar el sistema y seguir durmiendo la siesta. A veces las averías no son importantes y puedo hacerme cargo yo de ellas cuando llego pero, en mi ausencia, como están acostumbrados a la debilidad de los eventos, simplemente los acallan y ya llegaré yo para solucionarlos, pero esta vez la cosa era grave y nadie actuó con la necesaria rapidez. Y, ahora, como hay mucho dinero en juego, las cosas están que arden.

Lo que me jode del caso es que se me intente culpar del caso cuando sé con toda seguridad que yo no he tenido nada que ver. Pero para mí las cosas han ido mucho más allá. Me he dado cuenta, por enésima vez, de la mierda de mundo capitalista en el que vivimos y en lo que lo único que importa es el dinero; porque, el hospital en el que trabajo es una auténtica maravilla para los ojos, es muy bonito, pocas veces me doy cuenta de que se trata de un hospital porque todo está impoluto y la tecnología es de ultísima generación, pero en cuanto empiezas a adentrarte en sus errores, te das cuenta de que está mal hecho de partida, de que se ahorraron montañas de pasta por tal de no hacer las cosas bien desde el principio lo que supone ahora mismo unos gastos en mantenimiento y seguridad desorbitantes; porque lo importante era crearlo muy rápido para generar estupendas sumas cuanto antes también. Eso sí, se han molestado en convocar a orondos jefes para dirigirlo, de estos que se eligen a dedillo; jefes que viven muy agobiados todo el tiempo porque como normalmente no pasa absolutamente nada, cuando ocurre se echan las manos a la cabeza y dicen: oye que yo soy el jefe y la culpa la tienes tú.

Así las cosas, los que no tenemos primos super potentes, lo llevamos claro. Hace tiempo, mucho, que sueño con montar mi propia empresa, una pequeña academia donde pueda enseñar como me salga de los mismísimos, ya que creo que he sabido absorber las mejores cualidades de mis propios profesores para hacer de mí mismo un cúmulo de todos ellos. Eso es otra cosa que sé a ciencia cierta que se me da muy bien pues no sólo tengo muchos alumnos sino que cada día tengo alguno más y ya, cuando me llaman, tengo que decirles que estoy desbordado; creo que llegar a casa a las 22,30 desde las 6 que me levanto es suficiente por ahora para mí.

Yo empecé a trabajar en una academia privada hace años de modo que muy pronto supe independizarme económicamente de mis padres. Por supuesto hice cálculos: mientras yo les generaba más de 6000 euros al mes, mi sueldo no llegaba a los mil. Tenían un profesor de inglés, otro de lengua y me tenían a mí, que daba clases de física, matemáticas, economía, dibujo técnico, biología, química y álgebra y cálculo de primero de carrera. Menudo partido habían encontrado conmigo. Me hacían el contrato cuando les apetecía y, mientras yo generaba unos sesenta euros cada hora, me la pagaban a menos de diez. Les dije que o me subían el sueldo o me iba, así que todos podemos imaginar que tuve que irme sin más. Con el tiempo volvieron a llamarme, supongo que les costó encontrar a alguien que fuera capaz de abarcar tantas asignaturas, pero ni les contesté las llamadas. Un día me encontré a uno de esos antiguos alumnos míos por la calle y me dijo que quería que le siguiera dando clase, ahí empezó todo. Acepté, pero pronto crecieron exponencialmente mis requerimientos. Este chico se lo dijo a otra chica que a su vez se lo dijo a otros cuantos y, desde entonces, no hay año que no esté desbordado de clases por las tardes siendo partícipe de la hermosa economía sumergida de este nuestro gran país. A esto ha ayudado que empecé a darle clases a la hija de la bibliotecaria de mi barrio y ha sido ella la que me ha conseguido más clientes; clientes que no cesan de llegar. Esto afirma que soy bueno en lo que hago, claro que lo soy, joder... me encanta dar clases, yo nunca he sido muy inteligente pero sí muy trabajador y sé buscar el modo de que me comprendan para que las matemáticas no lleguen a ser un caos. Yo hago que les guste a los chicos porque no me limito a relatarle las fórmulas como si fueran así porque así, yo les cuento cómo Gauss con 8 años sorprendió a su profesor con sus teorías sobre las progresiones aritméticas y geométricas o les cuento cómo Bohr acojonó a otros examinadores contándoles su historia sobre cómo medir la altura de un edificio con un barómetro: Señor portero, tengo un bonito barómetro, si me dice la altura del edificio se lo regalo. Eso alimenta su curiosidad y hace que las ciencias no les parezcan tan horribles como pensaban.

Ahora os contaré cómo decidí concienzudamente dedicarme al maravilloso mundo de la economía sumergida. Cuando me di cuenta de la cantidad de alumnos que era capaz de atesorar me apunté a Jóvenes Emprendedores, una propuesta de la Comunidad de Madrid y que, se supone, ayuda a jóvenes con ganas de crear empleo para que emprendan sus negocios. Pero esta entidad lo único que hace es impartir cursos gratuitos sobre el modo de crear sociedades y, aunque promete que si les interesa la propuesta, te ayudará a crear tu propio negocio, con avales y demás, al final sólo se dedica a alimentar ilusiones con gerencias inservibles gratuitas que no sirven para nada porque para saber cómo crear una empresa o el número de sociedades que existen, basta con leer un libro sobre el tema y ya está, vamos, que es una pérdida de tiempo. En cuanto reconocí que no me serviría para nada acudir a la torre Picasso, porque eso sí, los despachos desde los que te ayudan son la ostia, me puse a mirar locales por mi barrio por si alguno pudiera ser accesible para la futura empresa que por supuesto que no voy a montar en la vida. En total conté 57, ni uno más ni uno menos, locales vacíos y tapiados sólo en el llamado polígono H de San Blas, que es mi barrio, el mismo de la princesa de España. Me puse en contacto con el IVIMA (Instituto de la vivienda de Madrid) y me dijeron que todos ellos pertenecen a particulares y di gracias a Dios. O sea, que estamos es una magnífica época de crisis y todos esos locales pertenecen a particulares que los tienen ahí y es mucho mejor que sigan como están. Me planteé el hecho de alquilar alguno pero cuando me pidieron 2700 euros al mes deseché la idea; eso sí, el IVIMA tiene un listado de locales disponibles para su venta que se puede descargar de su página web para los que tienes que pagar en el acto el 25% de su coste más todo lo que supone restaurarlos y ponerlos al día; todo facilidades, vamos. Mi padre, que es el ser más salvaje y anárquico que conozco, me dijo: mira Pedro, si quieres, mañana mismo traigo una radial, abrimos una puerta en el ladrillo del local que tienes al lado de tu casa (un local de 90 metros cuadrados que ahí está más bonito que todas las cosas para nada), en cuanto estemos dentro llamamos a Miguel y Antonio (dos hermanos que se dedican a la construcción y que son amigos del pueblo) y nos ponemos manos a la obra y te pones a dar tus clases, creas dos o tres puestos de empleo y el que tenga huevos de echarte de ahí que venga. Y mi pobre padre tiene razón. La verdad es que me encantaría hacerlo así, hacerlo por huevos y punto. Pero no, ni siquiera hay opción para acceder a él, es más, todos los locales que me interesan y que el IVIMA sí está por la labor de venderlos, están por encima de los 100.000 euros, cosa para la cual los bancos te dicen: jaja.

En fin, que estoy quemadísimo con las grandes facilidades que se nos ofrecen a los jóvenes para llevar a cabo nuestras propuestas; es como si todo quisiera seguir tal cual está y, si se jode, echarle la culpa al más débil, al que tiene pretensiones, al que debe seguir ahí, en su miseria, en su nada, en su nadismo. Eso sí, en contra, seguiré participando del noble mundo de la economía sumergida, economía, la mía breve e insulsa, poquísima comparada con la de los grandes políticos que hacen lo que les viene en gana todo el tiempo sin que nadie se queje pues todos están comprados. He pensado en comprarme un gran aerosol que pinte el mundo pero eso, ni el gran neorrabioso es capaz de abarcar, aunque, quién sabe. Pero una cosa: que quede claro que mi sistema contra incendios también sabe del agua, mi bonito sistema electrónico, tan inútil para la vida que qué más da.

Y, ahora, vamos a lo importante, que esta noche la gran Bárbara Butragueño dará un recital de su poesía en Café Libertad 8, a las 20.00 y que vayáis todos; eso es lo único que nos queda y que, por ahora, nadie nos puede quitar.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Me regalan el Guernica hecho a punto de cruz


Mi prima Dama va y me regala el Guernica de Picasso hecho con punto de cruz. Se lo agradezco muchísimo ya que es una de las personas con menos tiempo libre que conozco. Ella es quien tiene más cuadros míos y su casa ya se parece a una exposición perpetua que pienso rellenar sin duda. Cosas como esta me hacen sonreír como un niño. ¡Gracias prima!

Espectrometría

El estado, como la luz,
de rojo a azul viaja
según longitudes de mondas
donde se descascara el día.

El peso pluma de la alegría
está molido a palos, a nados
por la tristeza campeona
de mi mundo.

La perpetua peonza
que gira igualmente sobre charcos,
sobre hielos, sobre arenas movedizas
que sobre los dientes
de muchachas hermosas
a las que hago el dolor,
me sube y me baja por los gráficos
irreconciliables del sentido.

Lejos del arriba
a mi extensa gama de emociones
llamo yo felicidad.

viernes, 15 de octubre de 2010

Ruptura

A veces quedo conmigo para dejarme,
me digo:
Vete,
me digo: vete allí donde las viudas iluminan
los paseos y ronda el mar,
vete específicamente de ti,
vete a la sombra de una estatua
hecha con la carne del poema,
vete a ese rincón que tienen los niños
y donde todavía no han sido infectadas
las paredes,
vete de una vez,
vete
.

Me dejo igual que se dejan las parejas,
en torno al adjetivo del café:
Lo nuestro no puede ser, me digo,
es mejor que cada uno tire por su lado,
como si pudiéramos tirarnos por los lados
de geometrías estables
donde han vencido ya las ondas.


Así como las incongruencias que hacen
que exploten los aparatos,
así yo.

martes, 5 de octubre de 2010

Barro

Soy mi único problema
y me habito
mientras afuera la noche,
palpitante,
convoca a los consorcios.

Mi carne, en defensa,
me subraya
y me desquiero de venas
a las noticias
y barrunto los milagros
del si acaso.


No hay trato
con las criaturas
que me denuestan.


Del barro
he salido
para enjalbegar
mi causa.

sábado, 2 de octubre de 2010

Recreo

Todos los días de las últimas semanas he ido a recoger a la salida del colegio a mis primos Miguelito y Dama ante la incompatibilidad de horario de sus padres para llevarlos a casa. En cuanto llega la hora, uno tras otro, los profesores van sacando de la mano a los niños, paran unos segundos cogidos de la mano del primer joven hasta que éste reconoce entre el gentío a alguno de sus familiares y, entonces, el maestro lo deja salir; luego agarra al siguiente y así hasta que todos quedan en brazos de quienes vinieron a recogerlos. Miguelito sonríe cuando me ve aparecer, me señala con una sonrisa maravillosa y se viene a mis brazos dándome su beso pequeñito y vergonzoso. Como Dama es mayor ya no salen los profesores para realizar tal ritual, así que Miguelito y yo la esperamos hasta que viene; entonces los llevo a casa y los malcrío, les doy de comer lo que les apetece y los dejo descansar media hora, entonces les hago ponerse a hacer los deberes antes de irme yo a mis clases de la tarde. A Dama no hay que decirle nada pero Miguelito prefiere hacer cualquier otra cosa, le grito siete veces hasta que me hace caso porque él prefiere dibujar casas vistas desde arriba, porque no sé por qué sólo visualiza las cosas desde la planta como si el pequeño fuera un pájaro y me hace hacerle planos con sus puertas y él los amuebla también e increíblemente con los atrezzos vistos desde el aire, es un caso este muchacho. Luego le enseño un poco de música, que es lo único que le interesa y, finalmente, me hace caso y se pone a sumar y a restar. Resta mejor que suma y esto es otra cosa que tampoco me explico. Luego les digo que no abran la puerta a nadie que llame ni respondan a ninguna llamada por teléfono, porque su madre llega al poco tiempo. Pero claro... los niños no te hacen caso y resulta que vino mi vecino, otro niño de seis años que sabe que dibujo y viene mucho a casa para verme dibujar y pedirme que le pinte a Doraemon, a un ratón de un cuento que le gusta o a Bob Esponja; yo se los trazo con mucho cariño y él los colorea. Cuando lo hace viene a llamarme a casa para enseñarme cómo le quedaron. Ahora va a mudarse dentro de veinte días y me da pena.

Toda esta historia con los niños viene a cuento porque hoy he estado con unos amigos en Puerta de Toledo, en una feria sobre el juguete antiguo y me ha traído recuerdos increíbles. Resulta que yo casi nunca he tenido juguetes en la infancia pero tenía un amigo que los tenía todos y nos íbamos a su casa a jugar con ellos. Hoy los he visto y me he acordado de aquellas tardes entre Juegos Reunidos, el Cinemaxim, las peonzas, los trompos, los muñecos de Máster del universo, de Los Caballeros del Zodíaco... En pocos segundos han venido a mi memoria recuerdos que tenía por ahí guardados y hacía multitud de tiempo que no me molestaba en sacar con la viveza de hoy. Me lo he pasado como un niño y me ha faltado que alguien me sacara del centro comercial de la mano para que yo señalara de lejos a mi abuelo para irme con él al olivo de mi infancia que allí quedó.

Y luego a La Latina de cañas, y luego charlar con los amigos de cada detalle, invitarlos a casa para el último cubata y escribir. Escribir como colorea el niño, escribir igual que se construye la cabaña inestable de los años primeros, escribir sabiendo sólo de sumas y restas, escribir hasta mirarme en los ojos mi propio infanticidio.