miércoles, 5 de diciembre de 2012

Esquilando saetas


En Torrenueva, como en cualquier otro sitio, hay cosas típicas que no cambian con el tiempo; por ejemplo, a las 7:30 en punto sale el sol en verano por entre donde no se acierta a ver el cabo Sacratiff, la señora del puesto de chucherías se echa una siesta delante de su puesto en el paseo, los panaderos tocan el claxon a las nueve cerca del Maraute o a las 12:30 se empieza a llenar de no jubilados el hogar de los jubilados pues el tercio cuesta un euro y la Dulce pone unas tapas que pa qué. También cuando cae la tarde y las palmeras extienden su risa por la arena del Mediterráneo una pareja mayor pasea por la playa. No son diferentes del pescadero, del carnicero o del cura, sólo son otro emblema del lugar, otro reclamo sin el cual Torrenueva no podría ser la misma. Son Juan y Angelita bien vestidos, viejitos y hermosos caminando de la mano, saludando a todo el mundo en su paseo. Él, con su camisa de rayas, su pelo abundante y blanquecino y su sonrisa de cantaor; ella con su vestido de flores, su pelo tintado al negro azabache y su alzheimer que a penas se le nota si no hablas con ella más de tres milisegundos. Caminan como una pareja de artistas que acabaran de inventar el cubismo: elegantes, pequeños y simpáticos; cualquiera que los conozca no podría decir de alguien que se quiera más o que se quiera mejor.



Los conozco casi desde que nací. Juan es el andaluz lleno de parras y olivos que tiene una voz de flamenco y poesía que rompe con el sentido de los candados. Angelita es una uva preciosa que jamás ha dejado de sonreír y que acumula en sus ojos oscuros todo el teatro de Lorca elevando a la enésima potencia. Se han querido tanto que el hecho, además, de que no hayan tenido hijos, deja la metáfora de la máquina que aprieta los coches hasta dejarlos cúbicos o el hecho de la explosión de las supernovas en meras metáforas que no les llegan a ellos ni a las suelas de su amor. Jamás los he visto pasear por el paseo de Torrenueva sin sus manos apretadas como tampoco los he visto jamás repletos de ese aura que deja la absoluta comprensión y el absoluto reconocimiento en las personas. Tenían ese enigma perfecto que precisa todo científico para entusiasmarse, ese verso equivocado que todo poeta desea encontrar. Yo los miraba desde mi cetro impoluto desenvolverse por entre las intrincadas voces del silencio, caminar por los guijarros del patio sin estropear a la rosa, mancillar con su felicidad toda galaxia de mi complejo telescopio. Juro que no había nada que reprochar en ellos, biológicamente habían corrompido a la materia para mejorarla desde el espíritu, conformando un especimen único imposible de derribar.



Juan y yo protagonizábamos improvisados recitales en las calles o en el paseo cuando él me retaba a su manera con conocidos dichos de antaño o cuando por sí sola le surgía la rima como recordando un siniestro o una antigua coplilla llena de arados o de hierba y que él tenía cosida en la retina de su cuello. Entonces, cada vez que yo me lanzaba con mis poemas llenos de abuelos y de aceite, con mis canciones llenas de madrinas y de agua de mar, él se emocionaba plenamente, con una admiración que sólo expresan los marineros o los campesinos, una honda comprensión del aquelarre con que la vida ha ido fumigando sus desiertos. Pero no había en todo ello nada tan hermoso como verlo cantar.



Cuando en Julio sacaban los habitantes del lugar a la virgen del Carmen y la paseaban por la playa o la ponían frente a los fuegos artificiales que llenaban el verano de música a destiempo y explosiones de color siempre, en algún rincón inesperado o desde cualquier balcón vacío de sospecha, Juan entonaba una hermosa saeta a la figura. Nunca, de todas las veces que lo he escuchado, me ha dado tiempo a memorizar la letra o a entender la palabra; jamás. Siempre, en cambio, me he visto superado por la forma con la que él encaraba la saeta. Con su mano derecha firme y la izquierda a saber, empezaba su plegaria con una voz inmensa y repleta, como llena de divina inspiración. Entonces lloraba con un canto del que no saben ni los fuegos; lloraba con esa tragedia inmensa que arrastra a toda Andalucía, con ese temor absoluto que tienen los niños de las brujas, con ese pestañeo de la inmensidad morena. Y su mujer, Angelita, que estaba sólo a unos metros, lo seguía como desde el alma, con sus manos en la misma posición, con el estruendo en el mismo trueno y el desgarro en la sílaba misma de las roturas.



Todo lo que sé de después es que a ella le diagnosticaron Alzheimer y que, aún así, seguían paseando por el mismo paseo de la misma playa con el mismo entusiasmo. Sé, porque uno en los pueblos se entera de todo, que él la maquillaba, que le hacía la comida, que la vestía con absoluta compasión. Sé que la última vez que los vi noté el cansancio de él, que ya no era el mismo, que su voz ya no daba para tanta canción. Luego me dijeron que él estaba preocupado por si no podía dar más porque no sé qué mancha le habían encontrado en el pulmón y que qué iba a ser entonces de la pobre Angelita. Entonces la semana pasada me llamó mi madre y me dijo que Juan no iba a cantar nunca más.



Y eso es todo lo que sé de Juan “el esquilaor”, al que llaman así porque de joven se dedicaba a esquilar ovejas. Cuando nos enteramos de su muerte, Isel lloró tanto que no tuve más que llorar para cantarle su última saeta al maestro.



Por eso ahora Torrenueva sigue teniendo su torre antigua y su playa de arena, pero ahora al paseo le ha salido no sé que oscilación. Sí, es cierto que el asfalto está puesto en el mismo sitio y que los ladrillos se asemejan al cemento, pero les falta no sé qué, algo así como al bueno de Juan paseando hasta el final con su mujer, algo así como una gracia en las toallas, un no sé qué de cantata en sus cimientos.

domingo, 28 de octubre de 2012

Batisfera

Se viste y maquilla a los imperios,
su traje es el traje del traje de anteayer
se peina con nada y con nada
pone a la intemperie los zapatos.

Me molesta que sea tan feliz,
a mí que he retorcido el campo
para fustigarme en la ciudad,
me molesta su risa
llena de musculatura
y su agradecido y religioso
corazón.

No tiene nada y llena la alcachofa
de ranchera y el agua de su boca
pareciera provenir del Godavari
y le gusta tanto la lluvia
que toda ella es octubre
cuando en sus piernas
atracan los frutales.

Sólo llora cuando el hermoso mundo
fatiga su engranaje
y siente que no hay absolutamente
nadie capaz de ver como ella
la irascible y brutal
inocencia
de la horda.

Como una sombra
ha plantado en el desierto
jacarandás.

Sus nervios azules ofuscan
la tibia del miedo
y da miedo, de verdad,
su alegría.

Y no tiene nada
salvo la desnutridas fauces
de la espera.

En el inexplicable fatum
de la orquídea de sus
descalzos pies
vivo.

Isel es
mi batisfera.

miércoles, 3 de octubre de 2012

El Discurso

Este es el discurso que leí el pasado 29 de septiembre en el Alcázar de Córdoba con motivo del enlace entre mi hermano Seba y mi cuñada Carolina:

Bueno... a pesar de que aquí cierta novia vestida de blanco se olvidó de felicitarme por mi cumpleaños este año, yo me he acordado de hacer este discurso tal y como me pidieron. Además, me especificaron que hiciera llorar con él y así lo he intentado, así que si alguien no llora desconsoladamente es porque, sencillamente, no tiene corazón.

Parece que cuando nació mi hermano Sebastián tuve celos de él. Y no me extraña, estaba yo tan feliz en mi Mancha Real natal siendo el centro del protagonismo, recibiendo todo tipo de carantoñas cuando llegó otro con quien tenía que compartir mi infancia de rey. En fin... supongo que biológicamente al final supe perdonar su venida al mundo. Recuerdo, eso sí, que la última vez que sentí celos de él fue cuando, estando yo soltero, va a Madrid a hacerme una visita y a presentarme a Carolina. Antes de traerla a mi casa me llamó por teléfono y me dijo: oye, que voy pa Madrid a pasar el finde y que voy con una chavala... Vale, pensé, no tuviste suficiente con nacer a penas dos años después que yo para fastidiarme mi vidorra de consentido, sino que tienes que venir a restregarme que tienes novia antes que yo. Reconozco que fue un golpe bajo pero me alegré por él, sobretodo después de ver a Carolina: guapa, de preciosos ojos marrones, cordobesa, buena persona que se olvida de tu cumpleaños... en fin, que me fastidió enormemente pero me alegré por él, mucho. Sobretodo cuando me di cuenta de que encajaba con ellos, de que podía viajar con ellos e integrarme sin ningún problema, disfrutar de su presencia y de su grata compañía.



No sé si fue en ese primer viaje a Madrid o quizá en el segundo cuando, muy entusiasmado por su venida, les propuse visitar algunos museos de arte, con lo mucho que a mí me gusta y lo solo que me sentía y lo difícil que me resultaba acudir solo. Y así les comenté: venga, chicos, estamos en Madrid, aquí tenemos el Reina Sofía, el Thyssen, el Prado... ¿a cuál preferís que vayamos..? A ninguno, me dijeron, y es que hasta para eso están unidos estos chicos. Bueno, les dije, de todas formas hay otras muchas cosas que hacer, y haciéndome el interesante por el simple hecho de vivir en la capital les comenté que, si querían, podíamos hasta hacer puenting... En fin... podemos ir a pasear en barca en El Retiro, a hacer alpinismo en Guadarrama, a patinar en el palacio de hielo... y son esas cosas que dices sólo por alardear, las dices como si ya las hubieras hecho cuando ni te atreves y el sólo mencionarlas te provoca negación.... pero claro... ¡al palacio de hielo! Dijeron casi al unísono... y así hicimos. Y allí estaba yo, agarrado a la barandilla mientras ellos se deslizaban, hermosos, con un movimiento cinético de perfecta sincronización mientras yo los miraba y maldecía desde mi rincón y ellos se seguían deslizando, cogidos de la mano, a una agradable velocidad a la vez que yo percibía lo bonitos que se les veía juntos, lo hermoso que era tener a alguien, lo adecuados que parecían sus movimientos a la par, cuando, de repente, Carolina, no pudiendo mantener el equilibrio, cayó estrepitosamente de culo sobre la pista. En cuestión de segundos mi hermano la ayudó a levantarse y, unos segundos más tarde, estábamos en la enfermería del lugar. Menos mal que todo quedó en un susto pero imagino que es una buena metáfora del futuro que les espera juntos; pues un momento de pura diversión se tornó de inmediato en preocupación pero fue ésta resuelta muy pronto como parece que serán capaces de afrontar los problemas que se vayan encontrando ahora que han decidido estar juntos siempre.



Conforme fue pasando el tiempo y yo los iba conociendo más me di cuenta de que ambos son, en realidad, una tapadera de sí mismos, una fusión impecable, una optimización de la individualidad. Quiero decir que, después de ir con ellos a Cantabria y pasar una semana que jamás olvidaré, me di cuenta de que, en realidad estuve viajando con una sola persona y fue eso lo que más disfruté. No quiero decir que sólo disfrutara con uno de ellos sino que juntos forman una entidad, una especie de Sebarolina o Carosebastián que, fusionados, conforman un especimen único y maravilloso. Lo siento, pero separados no me gustan tanto, no tienen tanto jugo, que lo tienen, pero no es lo mismo. Cuando Carolina está mi hermano es más gracioso y tiene más entusiasmo y cuando Sebastián está, Carolina es más irónica y más fuerte; a ver, por separado también me gustan... pero no tanto como verlos juntos aquí y ahora.



Uno sólo conoce de verdad a las personas ante las adversidades; me refiero a las adversidades grandes, a las que se escriben con mayúsculas o tienen nombre de enfermedad. No siempre la vida es un camino de rosas que no pinchan. Me refiero a que, por supuesto, nos hemos pinchado en la travesía, me refiero a mí mismo y a los que me rodean; y ahí han estado Sebastián y Carolina los primeros, al pie del cañón, ayudándonos en la guerra hasta vencer a los obstáculos. Jamás les agradeceré lo suficiente el apoyo en las situaciones difíciles, como tampoco les agradeceré lo suficiente la atmósfera de bienestar que crean cuando las rosas deciden ponerse pacíficas y nos dejan gozar de la tranquilidad de siempre.



Bueno... y, ahora, un poco de historia:



El 3 de febrero de 1338 nació Juana I de Castilla, reina de España; ese mismo día, en 1947, nació Paul Auster, novelista estadounidense y en 1978 Daddy Yankee, cantante puertoriqueño; pero lo que es más importante de todo, nació mi hermano, Sebastián, trabajador, guapo, como yo, en algo se me tenía que parecer, buena persona, tanto, tanto, que yo que soy de matemáticas, he calculado que es una cien mil veces mejor que yo. Y a penas diez días más tarde, el 13 de febrero de 1457 nace María de Borgoña, emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico, en 1974 Robbie Williams, cantante británico y en 1984, lo mejor de todo, Carolina, luchadora, trabajadora, entusiasta, guapa, dispuesta a la vida y a afrontarla. Juntos parecieron nacer el 29 de septiembre, bicentésimo septuagésimo segundo día del año, el mismo en que nació en 1522 Miguel Servet, teólogo y científico español o en 1935 Jerry Lee Lewis, cantante estadounidense; un buen día para casarse; el mismo en que en 1924, el astrómo Karl Wilhelm Reinmuth descubre el asteroide Amata; o en 2010 tiene lugar una jornada de huelga general convocada por Comisiones Obreras y UGT. No sé cómo hoy mismo no sale la gente a la calle a celebrar vuestra unión. Yo, por vosotros, estaría en medio del disturbio siendo portavoz de cargas amorosas contra las policiales.



Sólo quiero añadir que Carolina y Seba son personas que han creado su propia unión y su propio lenguaje y, no sólo eso, una sintonía, un dialecto que comparten con los demás; si ahora mismo digo Pitus, o Hagen Dazs, o Jans Trop o Choto con habas, serán ellos los únicos que lo entiendan en el contexto adecuado. Esto es así porque, al igual que las culturas desarrollan sus propios lenguajes en el entorno en el que crecen, ellos mismos han sabido crecer desde sí para completar una entidad única, un país sencillo y singular que se llama Sebastián y Carolina en el que sólo se entienden las nebulosas de sus intimidades y me siento muy orgulloso de participar de él.



Quiero decir, en breves palabras, que os quiero tanto, tanto a los dos, que me cortaría el brazo por vosotros, aunque espero que me queráis a mí en igual medida y lo impidáis antes ser cercenado. Que os añoro tanto siempre que estoy en Madrid que muchas veces deseo regresar a mi Andalucía hermosa para compartirla con vosotros... que os admiro tanto tanto que sólo me deseo a mí mismo la mitad de la felicidad que os mostráis cuando os veo juntos... que os quiero, en serio, tanto tanto, que lo único que quiero para Isel y para mí es una imitación de vosotros, una copia, un reflejo.



Os deseo, de corazón, toda la felicidad del mundo, toda la alegría, todos los sanos hijos, y los buenos momentos, toda la gracia y la armonía que os merecéis.



Como dijo el gran poeta cordobés Luis de Góngora en una de sus famosas Soledades:



Vivid felices -dijo-

largo curso de edad nunca prolijo;

y si prolijo, en nudos amorosos

siempre vivid, esposos.



Os quiero, muchas felicidades.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Presente

No sé qué reloj de pecho
nos soporta la escultura
ni qué pontífice-acordeón
escolta a la muerte.

No sé de los regalos
abiertos sobre los costados
que la peonza advierte
y acumulan en la trastienda.

Sólo sé que la suerte
llega en los siglos del bosón
y que no siempre los ladridos
adornan la cajonera.

Sé que cuando anochece
Isel toda es el neón
de la giratoria ciudad
sin órbita.

Ni sé de qué raza soy,
yo, que me esparzo tanto del hombre
hasta ser su imposible retoño.
No sé por qué tose siempre mi reloj.

Pero sé
que no sé
mi coordenada
y que la distancia
más corta
entre dos puntos
es
el viento.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Dimite Esperanza Aguirre

¡Alegría, alegría!

Ya he dedicado algunos poemas a esta señora, ya nunca más, ninguno más, al fin ha hecho una buena acción dimitiendo.

Espero que sea la primera de muchas, de muchísimas dimisiones.

¡Alegría, alegría, al fin una buena noticia:
cuando el barco se hunde
son las alimañas las primeras en salir,
alegría, alegría!

jueves, 2 de agosto de 2012

Acuérdate

Acuérdate de lo que digo.

Subirá el hombre la larga cuesta de su carne,
arrugado el corazón en el perchero,
puesta en trance, un segundo, la ambición.

Acuérdate.

Subirá la escalinata de su historia
quemando el palio de los maceteros
hasta donde no sea posible retornar.
Ya te lo digo.

Tan alto subirá el hombre
con los ojos rodeados de recreo
con los miedos vacíos de secreto
con la luna abierta a estribor,
que olvidará todas y cada una
de las instrucciones
para empezar
desde el fracaso.

Acuérdate de lo que digo.

Está a punto el hombre de ser nada
y verificar la altura del taxón.

Y olvidado todo quizá
llamará Isel al mundo
y, sin estirpe,
habrá encontrado
su claqueta.

Acuérdate.

Ya me veo parirme,
huérfano de mí,
preparado
para el principio.

martes, 10 de julio de 2012

Un recuerdo y un poema

Una de las últimas veces en que la vi con vida a penas faltaban unas horas para que operaran a Isel. Nos encontramos de casualidad a las puertas del banco. Ella iba a sacar dinero para los libros del niño y nosobros íbamos a ver si, por casualidad, teníamos dinero. Me cogió de las manos, ese fue su único gesto. Ella sabía sin que nadie se lo dijera que yo lo estaba pasando aún peor que la bonita Isel. Mi reacción fue llorar desconsoladamente con un llanto que tenía atragantado. Me gustaría mucho describir ese llanto, de verdad que me gustaría describirlo. Estoy seguro de que todo el mundo tiene algo guardado, no sólo un secreto o una decepción, sino un grito, una locura absolutamente inalcanzable, un poema harto de tanto no decirse... Y os juro que ella se sabía el poema y el grito y la locura, se sabía el dolor. Y allí estábamos, en la calle más innecesaria de Madrid, en el momento más inoportuno; ella con su cabello de niebla y sus muchos años, con su esfuerzo para andar. Y vuelvo a decir que me agarró las manos porque nadie sabe agarrar así las manos; agarrarlas hasta que la carne toda se hace una y me transmitió ese aura de madre infinita, de madre total, esa terrible sensación de estar sostenido por una energía de amor totalitaria que jamás me dejaría escapar. Me miró profundamente y con una seguridad infinita me dijo que ella sabía que todo saldría bien; lo dijo con tanta seguridad que me lo creí hasta el final y así salieron las cosas.




La última vez que la vi estaba consumida por la enfermedad. Estaba en su pequeña casa frente al televisor y con la bomba de oxígeno enchufada. ¿Cómo me ves, Pedro, cómo me ves? Me preguntaba. No pude responder, no pude. Había perdido mucho peso y la dificultad la asfixiaba. Regresé a casa sabiendo que era la última vez que la vería con vida y aguntó hasta el final del curso de los niños, hasta el último día en que estos llegaban a casa para esperar a que sus padres salieran de trabajar, como si quisiera alargar ese momento y terminar debidamente como son siempre los finales maravillosos de todas las madres que aguantan hasta que no pueden más la sacudida de los vientos.



Muchas gracias por las clases del Adrián, está muy contento, todo le ha salido bien. Me decía casi sin poder hablar. Le agarré las manos, esta vez yo mismo y quise llorar otra vez como la última. Sé que ella lloró a su manera pero se hizo la fuerte como era costumbre. La gente así no tiene derecho a morir, la gente así no tiene derecho a morir, me dije con rabia regresando al coche.



Se llamaba María Teresa. Un día perdí a una con quince años y ahora perdí a otra con veintiocho. Era, junto a la primera, una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida. Al final de mi primer llanto por Isel me hizo reír. Ahora, en vez de llorar, de verdad que me gustaría reírme de la vida, reírme sólo para ella, con esa danza macabra que provoca el llanto sonreído. Sólo puedo, desde ahora, brindar para ella desde aquí, esté donde esté, y dedicarle este cochambroso, este insignificante poema. Te quiero mucho, te quiero, María Teresa:



Así como si le hubieran trazado en el centro

una esfera de materna perfección

y fuera el diámetro el viento.



En el pelo los osos blancos danzaban,

en las manos las fallas de la carne

imitaban a los cedros entrelazados.



Sentencias suyas invitaban al silencio

y la esfera se agrandaba según los pasos

que seguían los niños tras la tarde.



Aguantados los afluentes del curso,

en la víspera del oxígeno alterado

sus ojos eran grises antes del azor.



Dijo adiós al verano,

ya descansa en el tiempo.

martes, 26 de junio de 2012

El hombre y la hormiga

El hombre, como la hormiga, se desplaza de forma lineal
formando radiales autopistas donde pueda nutrirse sin desviarse.

Como la hormiga, el hombre guarda para el invierno el fruto de su trabajo
sólo que el invierno del hombre no es una estación sino una trampa.

La hormiga trabaja para su reina como el hombre trabaja para su rey
sólo que la hormiga necesita ser obrera para la reina para sobrevivir
y el hombre necesita ser obrero para que el rey sobreviva
pues, a pesar de la gran capacidad de reproducción del rey de los hombres
se ha demostrado científicamente la inutilidad de su existencia.

Por increíble que resulte que una hormiga sea capaz de levantar veinte veces su peso
más aún cuestra creer el hecho de que un hombre aguante mil veces más
pues es la única especie acosada por sí misma hasta la náusea,
el único capaz de pisotearse hasta la locura,
el único que de tanto levantarse se ha caído, definitivamente, para los otros.

El secreto de la supervivencia de la hormiga es la vida comunitaria,
el hombre, en cambio, para vivir mejor se esparce y se olvida,
dicen que a Karl Marx todo se lo sopló una hormiga,
dicen que el hombre ha hecho grandes planes para destruirse.

Uno de los mayores peligros de las hormigas son los niños cabrones
que afilan la luz con sus lupas sobre la delgada antena de los insectos
hasta que estos arden y huyen despavoridos acortando en pequeño porcentaje
la ya de por sí corta vida de los himenópteros
y no se ha encontrado ninguna diferencia con el hombre
salvo que este se empeña en vivir con las antenas quemadas
tanto como sea necesario confundirse.

Y, a pesar de tanta similitud, todavía nadie ha acordonado la vida de la hormiga
mientras que el hombre, buscando el mismo efecto, creó tesoros increíbles
que valen mucho menos que la diminuta cintura de la pequeña hormiga
de modo que quienes disponen de los mismos gozarán de plena libertad
mientras los demás hombres se disfrazan de hormiga la víspera de los carnavales.

Las hormigas viven en el hormiguero
mientras que el hombre tiene un parking en Callao.

Una y otro tienen un enemigo común
y, por supuesto no se han alineado para cazarlo.

Ambos omnívoros, unas se empeñan en sobrevivir
mientras que el otro se empeña en soportar.

Hay tantas especies de hombres y tantas especies de hormigas
que, juntos, suponen la mayor parte de la biomasa del planeta
de modo que, si uno u otro desaparecieran
variarían unos milímetros los radios de los orbitales.

El caso es que si la hormiga desapareciera estaríamos
un milímetro más lejos del sol
mientras que si el hombre desapareciera
la vida sería absolutamente maravillosa;
salvo que
y, es que si analizamos detenidamente,
si la hormiga es capaz de levantar veinte veces su peso
y el hombre es capaz de levantar mil veces más
entonces bastaría sólo con un grupo de valientes hombres
para coger las inmensas lupas de los niños cabrones
y, haciéndolas retroceder avispadamente
hacer que éstos mueran entre terribles luminiscencias.

Lo que pasa es que,
a diferencia de la hormiga,
que es capaz de sostener con rebeldía
la hoja que aún transporta a la vez que se acercan las pisadas,
el hombre tiene el miedo tatuado
y se esconde entre el hormigón.

Y es que no hacen huelga las hormigas
mientras el hombre se empeña
en hacer huelga de hombre
hasta la muerte.

lunes, 18 de junio de 2012

La felicidad

Isel corta un tomate
y yo lamino el queso de cabra,
la gente afuera se viste del color
con que nos sonrojamos,
el aceite hierve en nuestra garganta
y estallan los relámpagos
en los ojos de las vidrieras.
Tiran cohetes por no sé qué
victoria
mientras somos los únicos
ganadores.

Las polillas se estrellan
contra la luz.

Llega el verano
y no hay nadie
asomado
a la ventana.
Tenemos un pez respiratorio
en la fosa de las tormentas,
nos abrazamos hasta que
crujen los azulejos
y somos felices
en la primera cena
del holocausto.

Sólo nos da miedo
el canibalismo
y está rica
y bien aderezada
nuestra carne.

viernes, 15 de junio de 2012

Me excuso. No he escrito últimamente porque se me han amontonado las anécdotas y, teniendo mucho que contar, decidí pintar pues es en la pintura donde suelto todo lo que tengo que decir sin necesidad de la palabra. Y eso que estuve en Semana Santa en cuatro provincias de Andalucía y me enamoré otra vez de Granada y le pedí disculpas a Córdoba por tanto tiempo y le miré las cuevas a Málaga y olí el serrín de Jaén. Y eso que fui junto a mi hermano a verle probarse el traje de novio y me asombré al ver la mujer en que se está convirtiendo la pequeña Virginia y casi lloré de ver a mis abuelos tan mayores y delicados, agarrándose a los segundos; queriendo ser aún jóvenes en mitad del implacable centurión del viento. En serio, y eso que medí la anatómica sincronización de las mareas mediterráneas con la luna y eso que comprobé lo hermosas que crecen las macetas cordobesas y casi memoricé perspectivas de patios blancos adonde se asomaban tenaces los geranios, y eso que la abuela preparó no sé qué potingue de garbanzos y acelgas y se me llenaron las fosas nasales de históricas hambrunas y el abuelo canturreó alguna copla después del vino a la hora en que las muchachas empiezan a enfadarse con sus novios y estos marchan al blanco a dormir la siesta. Casi nada. Y eso que a mi cuñada Carolina se le abrían los ojos como lirios imaginando el sí quiero y vestían mi hermano y ella las paredes de colores y colocaban los muebles que habrán de mirar con los años. Sólo si cierro los ojos y escucho algo de Offenbach puedo pasear aún por El Paseo de los Tristes de Granada, guiados por nuestro amigo Jose, a quien llamamos cariñosamente "el primo", subiendo extasiados las cuestas peregrinas hasta la cima desde donde se ve la ciudad más bonita del mundo. Y el primo, como buen guía, nos explica las leyendas de La Alhambra y nos hace imaginarla blanca blanca, tal y como era al principio. Y entramos a los bares donde las tapas son gigantes y la gente grita de alegría y hay quien llora las procesiones en esa Andalucía lejana llena de nostálgico dolor, mientras yo me contamino de todo abiertamente y con delirio deseándome estampar contra todos los impulsos.




Sí, dejé de escribir durante meses porque nadie puede sacarse un monumento del pulmón y pretenderlo parafrasear. Por eso es que decidí dibujar a mi madre y a mi padre en mitad de mis ensoñaciones y hacerlos eternos. A mi padre, como ya se habrá visto lo dibujé junto a su fiel amigo perro pues se entiende mucho mejor con éstos que con las personas. A mi madre la rodeé de una suerte de juego antiguo donde todo parece una ilusión. Ambos cuadros, que valen cien mil veces más que todo el material que se muestra anualmente en ARCO, los guardo con recelo en casa donde puedo sentarme frente a ellos durante horas. Isel, incluso, ha amenazado con esconderlos si no dejo de hablar de ellos o de admirarlos pues es que los he llenado de tantas proporciones mágicas y estudios logarítmicos que carecen de todo valor plástico y eso me conmueve sin control. Ahora he empezado a dibujar a la abuela Juana rodeada de pura simetría para mostrar la rectitud que ella representa. De fondo colocaré el portón de la Iglesia de San Juan Evangelista del pueblo que me vio nacer y de ahí saldrá un camino cónico que culminará en su figura transparente. Pocas cosas me llenan tanto y me conmueven como el logro pictórico que consigo cuando me esfuerzo. Por supuesto todavía no he conseguido el nivel de una hoja doblada metida en una urna de cristal y que se mostraba orgullosamente hace poco en el Museo Reina Sofía, pero sigo trabajando en ello.



Y lo mejor de todo. El pasado 12 de abril escribí el mejor poema de la historia de la literatura. Resultó de lo más sencillo. Estaba tumbado en el sofá abrazado a Isel. Sabíamos que formábamos parte de los cinco millones de parados, que nos estaban recortando la sanidad, la educación y todo lo demás; que nuestro querido rey estaba cazando elefantes en Bostwana. Lo de siempre, vamos. Ahí estábamos los dos abrazados, en el sofá más normal de la ciudad más contaminada de España. Y yo, que tuve la oportunidad en Córdoba, en Granada, en Málaga o en Jaén, que me podía haber arrodillado frente a ella rodeado de piedras milenarias, sin ni siquiera agacharme ni sacar de mi bolsillo el más absurdo brillante le pregunté, mirándola profunda y exhaustivamente a los ojos que si se quería casar conmigo; cosa que ella aceptó instantáneamente. Y así haremos el próximo año.



Por eso digo que no he escrito últimamente porque se me han amontonado los poemas y hay poemas que son sólo curvas acinéticas donde se acepta la vida al lado de una persona sin amortiguador. Nos uniremos aunque en la tarjeta sanitaria aparezcamos como personas sin recursos, como si no se hubieran dado cuenta de que tenemos tantos que no caben en el microchip. Nos uniremos aunque hagamos cola en el laberinto de todos los desastres, aunque tengamos que sacar el rifle el día que nos quieran embargar los derechos. Aunque tengamos que ir a cazar a nuestro hijo a Bostwana. Aunque la sombra de los días amenace a los relojes de nuestra salud.



Pedro Morillas... ¿quieres a Isel García en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte os separe?



Sí, y en el descalabro y en el desastre y en el olvido y en el rechazo y en el absoluto aburrimiento y en la muerte mortífera, ¿acaso crees que la muerte nos podrá separar?



Nunca.



Jamás.

miércoles, 13 de junio de 2012

La idea

Mis atracadores son también mis guardaespaldas.




Tengo un grito en la piel que podría decir sueño,

tengo un grito incontenible, recién nacido,

tan algo grita mi grito que pareciera sumirse

en la rebelión de todos vuestros gritos,

pero claro, yo oigo mi grito y se supera tanto

que no tiene decibelios mi grito

y no lo oigo a mi grito gritarse de tanta voz.



Planean desahuciarme mis silencios de acogida.



De verdad que estoy a punto de decir algo

porque no puede ser que me lo digan las charnelas

cuando enclavadas en el horizonte se cansan el oído

y mienten mienten mienten sobre la planicie

rodeadas de un griterío malcriado,

de un tormentoso griterío que juraría haber

escuchado justamente lo contrario

de lo que apuestan las cometas.



No ha dicho nada todavía la prensa sobre Isel.



Tampoco yo me pronuncio sobre los montones

de arrugado papel que compraron a los pájaros,

ni sobre la chatarra por la que se cambió el cielo

y mucho menos sobre los secretos que harían

mudar de piel a los cojines.

Todavía no he dicho nada sobre el amueblado

hombre con vistas a su precipio.



Nadie ha discutido todavía sobre el hombre.



No digo que haya que destruir el mundo para acotarlo

ni quiero, Dios me libre, que sonrían las palmeras de felicidad,

digo que los niños dejan de ser niños

cuando pierden la cuenta de las chinchetas,

digo que parece el bienestar un museo de la tortura,

digo, por no gritar, que me desespero

cuando, a la mañana, me persiguen las recaudaciones.



Llamaré a la policía para denunciarla, lo juro.



Y no sé qué hacer, porque ningún daño me han hecho los cristales,

no sé qué hacer, porque ninguna herida los estercoleros,

sólo me alivia la idea, la idea, la idea, la idea, la idea

y un quizá llevarse a cabo, un puede que mañana

conscientes de su ineptitud, todos los tiburones

deciden oceánicamente suicidarse de verguenza.



Y, mientras tanto... desempolvar el cobarde fusil

de la palabra.

viernes, 1 de junio de 2012

Madrid

Madrid es una ciudad de seis millones de equivocados
(según Pedro Morillas).

La gente duerme en las estanterías de la noche
y marcha a toda prisa hasta el tropiezo,
errando herraduras se distrae
mirando la panza del paisaje:
ese aire quieto donde canta
el edificio.

Todo el mundo ha perdonado a los desfiles,
aquí nadie ha gritado todavía
hasta hacer sangrar a los leones,
aquí, dicen, que la ciudad no duerme
pero estaba dormido el locutor.

Las flores pagan el peaje
y los niños corretean entre el haluro,
todos dicen tener un pueblo
y cuando lo dicen se les llena
la boca de globos
y las ratas hacen estrepitosamente
la comunión.

Madrid es una ciudad de seis millones de equivocados
(y sí, lo digo yo: Pedro Morillas).
Aquí se pide turno para tropezar:
sólo voy a cometer este pequeño error,
¿me dejaría usted pasar por delante?
Faltaría más, equívoquese usted primero

pues mi error será astronómico
y no sé cómo la gente líquida
cabe
por la estafa.
Echamos de menos echarnos de menos,
nos besamos frente a fuentes centenarias,
volvemos a decir la palabra pueblo
pero en el pueblo nadie va a los bares
a decir que le gustan las cosas naranjas
como noviembre o dudar.

También acertamos, claro,
yo un día vi a Isel y eso fue todo,
después me apresuré a equivocarme
otra vez donde fluctúan
los seis millones de equivocados
que disponen de teatros
y cocina multinacional.
Madrid es una ciudad de seis millones de equivocados
(será la última vez que lo diga: yo: Pedro Morillas).

Ya no escribo.

Ya no escribo.

Ya no.

Pues balo.

Atín y Wuawua




miércoles, 16 de mayo de 2012

sábado, 12 de mayo de 2012

Interminable Oda al 12M

Propongo una oda infinita al 12M donde no terminemos de introducir nunca nuestros propios sueños, la empiezo y que continúe quien quiera y que me lo diga o no y sigamos así sin tiempo, más allá de las 22.00 y de las 23.00. Acabo diciendo "No sólo eso..." para que quien quiera siga a partir de ahí y acabe de igual modo para que otro coja el relevo y sigamos sin parar hasta que se nos canse la imaginación. Un abrazo a todos y espero que sigáis aquí, igual que yo, en este fantástico 12M gritando al cielo nuestra indignación:

El 12M los niños subirán a los relámpagos


y los ancianos desempolvarán los botijos

y la arena toda sacará la lengua

y nos diremos

secretamente

la verdad.



El 12M los andamios cogidos de los brazos,

las petunias disfrazadas de jacintos,

las escalinatas sin barandas

besarán amorosamente

las gomas,

las normas.



El 12M las pancartas subidas a las terrazas,

las terrazas subidas a los tacones,

los tacones subidos a zancadas

mirarán los ronquidos,

los olvidos,

las palomas.



El 12M mi moneda por el tiempo,

mi consumo por el hueso,

mi mano unida a otra mano,

unida a otra mano

y así manadas de manos,

las manos.



El 12M me comeré doce uvas,

besaré a Isel 12 veces,

saltaré la altura de 12 bancos,

de 12 santos, de 12 atracos,

12 veces me miraré al espejo

donde sólo sales tú.



El 12M emergente, los emétropes

emigrarán emolientes de su origen,

para emerger del desembarco

en el mismo centro

donde sale

el sol.



El 12M las inercias tirarán de las orejas

a los temibles bancos postergados

allí donde la luna sostiene a las estatuas

y juegan los niños

a ser vacilo

contra el viento.



El 12M recortaremos los recortes,

instalaremos los resortes

donde podamos saltar

hasta que la noche

permita que las ovejas

orinen.



El 12M abriré mi casa y mi casa

abrirá otra casa y esa casa abrirá

tantas casas a su vez

que el mundo parecerá

una casa donde todos fueron desahuciados

a su vientre.



No sólo eso.



martes, 10 de abril de 2012

viernes, 16 de marzo de 2012

Isel y la espiral II

Isel es el ser humano que más se parece a una espiral. Suelo soñar que camino por su nariz mientras cuento uno por uno los elementos de la sucesión de Fibonacci; los mismos que se van plegando en su carne conformando su área. Cuando despierto la sensación es tan matemática que, en un momento, reúno todo el material de dibujo y empiezo a explicarme a mí mismo los pliegues de su pelo. A esto me ayuda tener de fondo la radio o la televisión porque no hay nada como jugar a la geometría mientras todo el mundo discute sobre el déficit o la marioneta que somos de Alemania y Francia. Tanta mentira y tanta manipulación política e informativa consigue que yo disponga de una inspiración más profunda que la que se obtiene sólo con el silencio y así, mientras periodistas y políticos analizan la situación económica actual yo me traslado aún más allá de sus palabras consiguiendo una calma interna absoluta que aprovecho para trazar perfectos cuadrados que se rodean según la sucesión 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… agarrando luego mi precioso compás afilado y trazando espirales casi tan perfectas como las que se le forman a Isel en el pelo cuando estamos cerca del Cantábrico. Así me paso la mañana mientras el propio tiempo que me rodea gira asimismo en espiral en torno a mí y las horas se bloquean a la vez que ato todas las construcciones geométricas trazadas a la dibujada cabeza de Isel.

Días más tarde, cuando considero que el boceto está listo para llenarlo de color y para lo cual se necesita una calma aún mayor que la del carbón, vuelvo a buscar en la televisión los programas más innecesarios, cosa que me permiten canales como Intereconomía o Telemadrid y sólo así consigo el medido nivel de rabia y profundo amor para iniciar los fogones, la cocina del pincel. De ese modo y, cuanto más terrible es la mentira que se dice en los medios, más concreto se hace mi pulso en la mezcla del óxido cobalto y cromo, del carbono puro amorfo, de la ftalocianina clorada, de la terra natural calcinada, del oro puro, del bronce y demás colores que hay en el pelo de Isel. En todos ellos dejo mezclarse unas pequeñas gotas de aceite de oliva hirviendo lo que da a la carne pintada la sensación de seguir húmeda, tal y como está la piel, como digo, cerca del Cantábrico. Y así, sin darme cuenta, se me pasa la mañana antes de ir a mis clases; a las que llego puntual con las manos llenas de óleo, pues nunca lo limpio del todo para poder seguir disfrutando toda la tarde de su olor. También entonces todo tiene que ver con el pelo de Isel, no sólo la geometría analítica de las matemáticas, también el equilibrio químico de los colores que lo forman, la electrotecnia de sus circuitos, las leyes de la gravitación y la energía mecánica constante siempre que se ha evitado el rozamiento del traslado pictórico.


Cuando llego a casa, lo primero que hago, a parte de saludar efusivamente a la Isel es real, es colocar un flexo sobre la Isel dibujada para contemplar la pintura ya seca y que ha cambiado en el tiempo que la dejé desnutrirse por mi ausencia. Así me la quedo mirando largos minutos deseando que llegue la mañana siguiente para poder meterle mano a la Isel real y a la Isel dibujada, tan diferentes y tan parecidas que les hablo a las dos de un mismo y diferente modo.
Finalmente, cuando han pasado varios días o semanas desde el comienzo del dibujo llega el día de decidirlo terminado. Esta decisión es fatal pues nunca lo está, jamás; así que lo dejo terminado 21 días después de comenzar a trazarlo; justo el lado en centímetros del cuadrado mayor en que acaba la espiral más grande de las dibujadas en el pelo de Isel, y justo el día de su cumpleaños que es hoy y, para celebrarlo, mientras enmarco la obra, dirijo a medias la mirada con pasión a un documental sobre la vida, sobre lo poco que se sabe de ella, sobre la gran pregunta en cuanto a lo que es y cómo surgió y demás. Y me hace gracia ver cómo científicos y catedráticos de las más diversas universidades discuten y dan su opinión sobre el tema porque yo solo en mi casa, pintando a Isel, descubro la fecha exacta en que apareció en el mundo, cosa que compartiré con gran generosidad: la vida surgió en Madrid, España, hace justamente 1 año, 4 meses y 16 días, el 30 de octubre de 2010, cuando Isel cruzaba el Paseo de la Castellana y me crucé con su mirada y la retuve 1 año, 4 meses y 16 días hasta que la dibujé en el recuerdo del mar Cantábrico donde Isel nació de nuevo.

Cuando finalmente enmarco el dibujo descubro horrorizado y sorprendido algo que me pasó mientras lo hacía y es que, tras el cristal ya dispuesto, ha quedado en perfecta espiral, justo en el límite de una de las espirales de Isel, uno de mis cabellos; que ahí dejaré, horrorizado y sorprendido, para siempre.


En serio, Isel es el ser humano que más se parece a una espiral. Y la pintura y la poesía, el acto más egoísta y maravilloso del mundo, tanto, que es capaz de explicar, dotado de la simpleza más extrema, las grandes cuestiones de la naturaleza humana; algo tan simple como que Isel y tú y yo somos mucho más importantes que la Unión Europea, que la Santísima Trinidad, que la pintura toda, que la poesía.

jueves, 1 de marzo de 2012

Tobogán

Mira cómo juegan los niños en el parque,
con qué siniestra desazón desconocen
los envoltorios,
cómo experimentan ya lo decreciente
y se mecen en la aleatoria turbina
de la altura.

Fíjate cómo asumen su jerarquía
maravillosamente equilibrada,
con cuánto ardor recorren la arena
hacia un objetivo indemostrable,
con qué urgencia aporrean
su niñez.

No saben
que juegan en un parque
que juega a la derrota.

Cuando crezcan cambiarán
sus saltos por los tumbos
y verán cómo el ocio
desnutre sus corazas.

Seguirán jugando
en un mundo experto
en decoración.

Mira Isel, mira
cómo juegan
los parques
en los niños.

jueves, 23 de febrero de 2012

martes, 14 de febrero de 2012

viernes, 10 de febrero de 2012

Poekas y Libertad 8 en Poetas en el aire



Esta es la emisión del programa Poetas en el aire presentado por Sebastián Galán el pasado miércoles 8 de febrero en Radiovallekas, con parte del grupo Poekas y el dueño de Café Libertad 8, compartiendo poesía y charlando sobre los ciclos en los que participarán los integrantes de Poekas el segundo jueves de cada més a las 19:30 en Libertad 8.

martes, 7 de febrero de 2012

viernes, 3 de febrero de 2012

STOP DESAHUCIO

UNA VECINA DE SAN BLAS Y SUS DOS NIÑOS CORREN EL RIESGO DE SER EXPULSADOS DE SU CASA, ¡IMPIDÁMOSLO!

Manifestación por el derecho a la vivienda y contra los desahucios Martes 14 de febrero de 2012. 19h. Metro Simancas, salida C/ Amposta.

Stop Desahucio miércoles 15 de febrero de 2012. 9h. C/ Argenta, 2. Avenida de Guadalajara.

Detrás de las terribles cifras de la crisis económica, que se está cebando con los barrios más humildes, encontramos rostros y familias concretas. Rostros como los de Patricia y sus dos hijos que, si no lo impedimos, se quedarán en la calle el próximo 15 de febrero. Ese día, Bankia tratará de tomar posesión de su vivienda, que está situada en el número 2 de la calle Argenta. Si lo consigue, el desahucio de esta vecina pasará a engrosar la vergonzosa estadística de desalojos judiciales en la región, que se traduce en 40 expulsiones diarias de media. Y mientras las familias pierden su casa, Bankia, cuyos directivos perciben salarios millonarios, sigue engordando su stock de viviendas vacías. ¿Para qué? Como le ha sucedido a decenas de miles de personas en España, Patricia Tapia, una madre coraje de 28 años, tuvo que dejar de pagar las letras de su piso cuando ella y su compañero se quedaron sin empleo, en 2008. La empresa de mensajería en la que trabajaba decidió no renovar su contrato cuando se quedó embarazada de su segundo hijo. Dos años antes, Caja Madrid (hoy Bankia), que no ha querido en ningún momento tramitar la petición de dación en pago realizada hasta en tres ocasiones por Patricia, les había concedido una hipoteca de 285.000€. Patricia y sus dos pequeños, que ya no viven con el padre y están obligados a sobrevivir con 400€ mensuales de una ayuda estatal, no tienen otro hogar que el de San Blas. Bankia, que se quedó con su piso por el 50% de su valor en una subasta que resultó desierta, no solo le reclama hoy el inmueble sino también una deuda de unos 200.000€ (que incluye los intereses de demora y las costas judiciales), lo que, sin duda, condenará a la familia a la marginación social. Hoy toca a Patricia y sus hijos. Mañana puedes ser tú. Es hora de parar esta sangría.

¡Juntas/os podemos! ¡San Blas, distrito libre de desahucios!





Organiza: Asamblea Popular de San Blas. http://sanblas.tomalosbarrios.net/



Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) http://afectadosporlahipotecamadrid.net/

sábado, 28 de enero de 2012

jueves, 26 de enero de 2012

Dilatación

Me niego a dejar que la realidad
supere a la ficción
y me entreno para evitarlo
desde que, en la mañana,
descubro mis secuestros siderales.


Correré tan rápido
hacia el espléndido cuerpo de Isel
que incrustaré mi mandíbula en
su mentón y mis brazos cilíndricos
se ajustarán a la cárnica muleta
de sus axilas;
tal será nuestro choque
que, cubierta con la alfombra de
mi carne, no sabrá de seguro
si los besos que cabalgo se
los está dando ella misma
o pertenecen a mi secuela.


No pienso dejar
que este amor tan absurdamente
desorbitado sea aún mayor
que el que yo imagino grapado
en la frente de mi ser.


No puedo permitir que penséis,
que imaginéis, que en estas entrañas
son lepidópteras las colgadas de
los balcones y no tiranosaurios
hambrientos devorando
las migrañas del equilibrio.


Calcularé el modo
de que los teoremas se descalabren
y jamás reconoceréis la altura
a la que es capaz de saltar
mi atrevimiento
cuando se trata de dilatar
la inabarcable sensación
de ardor por encima
de lo permitido.


Sólo será el amor real
si, de irreal,
el corazón
lo parte.

miércoles, 18 de enero de 2012

Les jours tristes

Revolotean sobre mí los largos días,
los días horribles y vergonzosos
atándoseme a la horquilla de la tráquea,
los horrorosos días de puñales y designios,
los extremos días de aire equivocado.


Y yo los miro sobre mi cabeza:
los torpes días de horas descomunales,
los días que auguran un cono volcado
allí donde se besan las mesetas;
días donde de verdad le pido al día
no ser,
no contemplar de nuevo esta carne
que, atada, me conforma:
los tremendos días, los oscuros días
de rabieta, de absoluto inconformismo,
los días que protestan su hora
tardíamente inaugurada.


Días que regalan días, que los rebajan
al doble de su tiempo, que se expanden
más allá de su órbita secreta
y te visten con la translúcida burga
de los gritos aún más grandes que los días,
los indigestos gritos sincronizados
con los días que van pasando
sin ser días sino secuestros de viento,
secuestros de cadenas con bocas de eslabón.


Y ahí siguen recorriéndome la espalda,
los días, los días enfermos, los días
multiplicados, extendidos a donde no
alcanza la ira; los días funestos,
los días sin vaso a medio crear,
los días ladrones de vidrio a medio crear,
los mentirosos días sin respuesta.


Y yo los miro: los asfixiantes días,
los nebulosos, agarrándoseme a la cabeza,
obligándome a creerlos días,
obligándome a entenderlos días,
obligándome al encierro de mí.


Pero sé
que son los días,
los horripilantes y podridos días,
los que me ven
diariamente
derrotado.


No lo digo más.


Que alguien
me separe.

viernes, 13 de enero de 2012

Made in Torrenueva

Esta Navidad tuve tiempo, entre otras cosas, de visitar a los amigos agricultores que se dejan el sudor por entre los invernaderos de Torrenueva. Los conozco desde pequeño cuando aún no había ningún mar de plástico junto a ese otro mar Meditarráneo que se baña cerca del lugar. Siempre que los visito voy predispuesto a la atención porque sé que aprenderé algo nuevo, más desde que su acento ininteligible a veces juega ahora con nombres de productos industriales rarísimos y nombres de insectos aún más extraños contra los que luchan ahora en un campo que más parece un laboratorio químico que un pedazo de tierra.



- La puta tuta arsoluta, lo que ha hecho con loh tomateh illo – me dice Antonio, el bueno de Antonio, con su largura gigantesca acrecentada por su delgadez. Parece que los años no han pasado por él pero los suficientes para haber sido testigo del cambio que ha sufrido la costa andaluza en las últimas décadas.



El invernadero presenta una belleza extraña. Las matas de tomates cuelgan exactas una tras otra en filas perfectamente delimitadas sin ese desorden hermoso que presta la naturaleza. De todas ellas crece más o menos la misma ristra de tomates y se va enredando forzosamente en torno a alambres dejando que el pasillo de las hojas forme un túnel verde perfectamente delimitado como si Eduardo Manostijeras hubiera estado jugando con el vegetal. Sobre mi cabeza miro un doble techo de plástico mientras Mario, el hijo de Antonio, empieza a llenar una caja de tomates que nos quiere regalar. Durante ese tiempo saco la cámara de fotos y empiezo a fotografiar ese campo que pareciera un gran almacén de un solo producto.



- Si ehcribeh sobre ehto Pedro, tieneh que decih que ehtoh tomateh son made in Torrenueva.
- Ni lo dudeh- digo yo evitando la ese, con esa forzada forma de regresar a mi sitio, cosa que hago tan pronto cruzo Despeñaperros.
- Pueh también a veh si cuentah lo que pasa aquí con la tuta arsoluta.... eso eh un bicho malo de cojoneh que se comió la cosecha el año pasao, fumigamoh con to lo que pillamoh y ¿sabeh cómo hemoh conseguío matahlo?
- ¿Cómo?
- Mira.



Entonces Mario empieza a buscar entre las hojas, la larga barba que luce en la cara, el sombrero de paja y la vestimenta le dan ese auténtico aire campesino y multiplica por tres su edad pero los ojos verdes no mienten sobre su treintena de años y, con ellos, brillantes, me mira cuando ha encontrado lo que me quería mostrar:


- Ehto, mira ehto... ¿lo veh?
- ¿Eh un bicho no?
- Coño claro, un bicho: Necidocorih tenuih se llama, ahí lo llevah. Eso eh otro bicho que se come a la tuta.
- ¿Y no se come loh tomateh?
- Sí, cuando se ha comío a la tuta la lía con loh tomateh, pero eh mejor que loh productoh que ehtábamoh echando anteh.
- Ahhhh...



Sí, así me enteré de que en la costa de Granada los agricultores controlan diversas plagas con otra plaga, con sueltas de Nesidiocoris tenuis que se come a la tuta absoluta y a la mosca blanca. Después supe que este insecto no es del todo factible para combatir la primera plaga con lo que muchas empresas ya están empezando a comerciar con otro insecto: Trichogramma achaeae, que realiza un tratamiento de choque contra la plaga mientras que se establece la población del primer enemigo natural.


Por supuesto, los agricultores de la zona tienen sus sospechas respecto a este tema. Empezaron usando agua y estiércol; luego pasaron a los fertilizantes y los productos químicos; más tarde lo rodearon todo de plástico para multiplicar la cosecha y ahora los ves allí, soltando bichos que se comen a otros insectos que se comen a su vez a otros insectos.



- Inventoh del capitalihmo- te dicen en el bar a la hora en que empiezan a echarle agua al vino. Te lo dicen casi sin lamento como otra cosa más que tienen que soportar y a la que le hacen frente. Eso sí, si antes les pagaban veinte céntimos por el kilo de tomates ahora les pagan un euro por esos tomates impolutos que crecen en hileras artificiales bajo mares y mares de plástico. Se los pagan por una razón muy simple que ellos saben muy bien. Si antes no les costaba casi nada poner los cultivos, pues sólo necesitaban agua y algún amigo con cabras les regalaba el estiércol seguramente a cambio de algunos kilos de producto; ahora que si el invernadero que si el millón de productos, que si la cura, que si el dichoso insecto del infierno. Ganan más, sí, pero les cuesta mucho más conseguir el tomate deseado; ese que nos venden en cajitas a su vez plastificadas para evitar en él la nostalgia del pasado, a más de tres euros el kilo.


A mí me preocupan verdaderamente. Hace nada los vi tirando toneladas de pepinos en la costa. Uno de ellos los está sacando ahora con forma de corazón con una técnica muy sencilla: en cuanto empieza a salir el fruto, lo envuelve de un molde tubular con forma de corazón; de forma que el pepino crece presionado dentro del tubo y sólo por eso ya se lo pagan a más precio. Y me preocupa eso, que se adapten a los tiempos que vienen. A muchos los ves proliferar los insultos más gigantescos ante la situación pero, al final, para sobrevivir, agachan la cabeza y, al lío, como ellos dicen.


Menos mal que en Andalucía todavía la gente se siente dichosa por la ignorancia de que hacen gala con total alegría:


- Niño, han vendío un foh sale.
- ¿Qué eh eso abuelo?
- Pues que han vendío un foh sale ahí en frente pa que luego digan de la crisih.
- Pero... ¿qué eh un foh sale?
- Un apartamento niño, ¿no veh lo que pone en loh carteleh... SE VENDE FOH SALE.



Y te partes de la risa, claro. Algo semejante sucede cuando el hambre aprieta. Por ahora nada ha cambiado por allí. La gente sigue cantando flamenco en los bares sin necesidad de la ebriedad:



- ¿De dónde ereh shiquillo...?
- De Jaén – y se ponen a cantar una copla preciosa de Juanito Valderrama.
- Juanito... el de Valderrama... eso eh la cosa máh maravillosa que ha dao tu tierra, te lo digo yo.



Sí, está castigada mi Andalucía hermosa por las plagas y los fertilizantes pero hay bares donde el tercio de cerveza vale un euro y te ponen una tapa que ni en los restaurantes de lujo. Cada vez que vamos, al regresar a Madrid y abrir el maletero, parece que hemos hecho la compra: El Jose te da unos conejos, el Manolo tomateras, el Antonio pepinos, la abuela te ha guardado higadillos, el abuelo te ha cortado jamón y mamá no se ha olvidado de los dulces y el vino cabezón de Motril. Imagino que por eso no sacan todavía la metralleta los andaluces, porque todavía existe el trueque entre ellos: si tú das, te aseguro que vas a recibir el doble de la otra parte; de ese modo conviven y sobreviven. Cuando Mario me dijo: di que ehtoh tomateh son made in torrenueva, lo decía con cierto cachondeo, como quitándole categoría. Yo, porque estoy acostumbrado, pero cuando algún primo o conocido de Madrid prueba los productos que traemos del sur cierra los ojos y experimenta uno de los mejores sabores que se ha acercado a su paladar.



Manolo, que trabaja en un vivero y conoce a mi padre, en cuanto conoce mi fama de poeta y que tengo un blog y, a veces, hablo sobre ellos, me lleva en seguida para enseñarme donde trabaja. Por el camino me cuenta que en el sitio trabajan chicos con minusvalía a los que se ha integrado en los viveros y que me va a encantar. No le faltaba razón. Resulta que una asociación llamada APROSMO integraba en el terreno agrícola a jóvenes con minusvalía psíquica y muchos de ellos trabajan en el lugar del que él es encargado. Nuevamente hileras e hileras, esta vez de plantas florales de toda clase, arbustos, árboles frutales, etc. integraban un espacio inmenso desde el que se podía divisar, por encima de los plásticos, el inmenso mar verde azulado. Mientras Manolo me explicaba el detalle del cuidado de cada planta, iba escogiendo entre claveles y rosales, entre jazmines de invierno y pendientes de la reina que iba seleccionando y que pensaba regalarnos, repitiéndonos a cada rato que luego lo teníamos que invitar a una cerveza, cosa que dábamos por hecho e hicimos cuando tuvimos ocasión.



A veces tengo la sensación de que existe en el lugar un cierto complejo de inferioridad. Te ven llegar allí con tu cámara de fotos, con tu cuaderno de notas y, en seguida quieren enseñarte sus cosas, y te cuentan mil historias y te ofrecen todo tipo de enseñanzas, esperando que luego tú, a cambio, los defiendas con tu palabra; los muestres del puro olvido del que se sienten colgar.



Ya véis lo que cuesta: nada. Los hay que tienen mucho que decir y luego estamos otros que no tenemos tanto pero gracias a ellos surge grandiosa, potente, esférica, terminada la palabra que los homenajea.



Todavía hay muchas cosas made in Torrenueva que os tengo que contar.

Hambre

Mi casa tiene hambre
y mi coche está desnutrido,
guardaremos para ellos el banquete
de los hijos que íbamos a tener.

Sentado en la hamaca
dotado de un infinito instinto paternal
abrazaré el voltaje y, abierta
en mi regazo la boca de las tuberías,
introduciré en ella el futuro.

Y, así,
mecida la electricidad, construiremos
un hermoso moisés para el agua
ahora que incluimos las moléculas
en la lista de boda
previa a los hijos
que íbamos
a tener.

De verdad
que quisiéramos paliar
el hambre del hombre oscuro
pero un código de barras
abraza a la tierra.

Menos mal
que cuando Isel y yo tenemos hambre
nos comemos a los hijos
que íbamos
a tener.