jueves, 26 de mayo de 2011

Discurso de Julio Anguita en el 99

Digo lo que pienso (otra vez)

Ahora se discute si la democracia funciona o no, si el capitalismo funciona o no; lo discuten y hablan de ello los que se preocupan por saber lo que es una cosa u otra, a lo que nos ha llevado a una u otra opción. El resto lo acepta sin miramientos porque le viene bien, porque le conviene y es mejor seguir así sin darse cuenta de que le perjudica a la mayoría porque dicho sistema consiste básicamente en que a unos les vaya de perlas mientras los demás se comen los mocos y salen a acampar para gracia de los primeros, los cuales ya se están cansando de ver su bonita puerta del sol atestada de drogadictos y harán todo lo posible por echarlos legalmente y a la fuerza, dentro de su legalidad irreal, dentro de los tratados como fortalezas que los protegen.



Estoy verdaderamente harto e indignado. El resultado de las últimas elecciones lo único que me demuestra es que hay un altísimo porcentaje de españoles que no merecen ni mi consideración ni mi respeto porque son gilipollas. Lo digo alto y claro y con todas las letras. Me los imagino como a los estadounidenses cuando Bush lió la del pulpo con Irak; me los imagino allí sentados, sacando papel milimetrado para hacerse un croquis que le lleve a una decisión en sus elecciones: vamos a ver... en fin... se ha demostrado que todo eso de que allí tenían armas de destrucción masiva no es cierto... y tal... bueno, los hemos bombardeado por amor al arte y con intereses puramente económicos... es una tragedia y va contra la moralidad y los derechos del ser humano así que... en fin... me salen las cuentas y voy a votar a Bush, sí, a él, otra vez, para que todo siga siendo una basura. Aquí pasa algo muy parecido, está claro que nos han fallado, que se han reído de nosotros, que sí, que el PSOE lo ha hecho muy mal así que no nos queda otra y vamos a votar al PP que es como el PSOE pero aún peor, así que hagámoslo así a lo bestia.




Pues claro que no creo en la democracia, ¿cómo voy a creer en un sistema que permite que existan estos partidos políticos, que haya personas imputadas asumiendo los cargos que poseen, que deje que una inmensa mayoría de gilipollas siga votando otra vez lo mismo, otra vez a la mentira y a la corrupción, cómo voy a hacerlo?




Encima ahora nos toca aguantar sus políticas de privatización de todo y de ayuda a nadie hasta que la líen parda porque aquí nadie reacciona hasta que meten la pata tan al fondo que la cosa remueve las conciencias, como la guerra de Irak, el 11M o la crisis económica de ahora. Pero es que la reacción consiste en irse al otro, al otra vez lo mismo, a los que van de guays y no tienen ni puta gracia. Parece que aquí todos son del Barça o del Madrid sin más opciones que esas, sin nada más que hacer.




Soy escéptico, pero espero que las asambleas de barrio convocadas por el movimiento 15M sirvan para algo. Yo estaré en la de San Blas donde vivo, agarraré ese megáfono y haré mis propuestas sin metáforas. No estamos pidiendo nada absurdo, luchamos por lo justo; el problema es que no sé si el mundo conoce qué es eso de la justicia, qué es esa idea de la igualdad. Yo ya sabía el resultado del domingo y me espero el próximo igual; pero no van a contar conmigo ni uno ni otro. Yo he votado y seguiré votando a la luz.




La luz toda que nos falta.

domingo, 22 de mayo de 2011

"Son los nuestros" Un artículo de Julio Anguita

Están hartos. Saturados de discursos y prácticas tramposas. Escandalizados de que tanto ladrón ilustre acapare los flashes y las cabeceras de los informativos en lugar de las crónicas de los juzgados de guardia. Dolidos por causa de la sordidez de las políticas al uso, aparentemente dictadas por esos inventos exculpatorios denominados mercados. Atónitos ante la degradación y caricaturización de conceptos como Justicia, Libertad o Democracia. Zaheridos por el permanente agravio que suponen el despilfarro de una minoría frente a los esfuerzos infructuosos para supervivir, de una mayoría. Lúcidamente rebeldes ante una pasividad generalizada y además cultivada por la cultura oficial instalada en medios de comunicación, el adocenado lenguaje político al uso y los penosos discursos de tantos tenores huecos.



Se han lanzado a la calle y la siguen llenado sin complejos, poniendo en evidencia a quienes debían y debíamos haberlas llenado antes. Creo que todavía no son plenamente conscientes del valor y del ejemplo de su acción; no sé si han caído en la cuenta de lo que apuntan, de lo que han empezado a entreabrir y orear. Tienen la ingenuidad y la imprudencia de todos aquellos que se han atrevido a decir que el rey está desnudo y que la farsa es eso, una farsa.




Y lo hacen- a tenor de las declaraciones de sus portavoces- con una finísima mezcla de sentido común, valentía moral y madurez ciudadana que los hace casi únicos en este páramo berroqueño en el que la Ética y los valores ni cotizan en bolsa ni tampoco en las urnas. España siempre se parece a sí misma. Por las trazas se deduce que ellos se suman con fuerza joven a una minoría que siempre ha intentado acabar con esa miseria de nuestra historia. Tienen vocación de mayoría cívica capaz de desalojar de su aconchado caparazón a esa otra mayoría que traga connivente y cómplice.




Los he acompañado por la calles de Córdoba el día 15 y me he sentido de ellos. A mis años y con la hoja de servicios amarilla de tiempo he sentido el impulso de intensificar ante mí y ante los míos, mi nunca abandonada lucha. Son los nuestros; y esta expresión quiere poner especial énfasis en la acepción de pertenencia que el posesivo conlleva; son los nuestros porque les pertenecemos. Son los nuestros porque rezuman aquella voluntad de cambio que otrora dio sentido a nuestra apuesta política. Lo han dejado claro, son apartidistas pero no apolíticos. Gracias compañeros y compañeras por esa decencia y sabiduría que por desgracia sólo están al alcance de vosotros y unos pocos más.




Creo, como comunista organizado, que nuestra militancia comunista exige de nosotros y a título personal, enrolarnos, comprometernos y engrosar sus filas sin más soldada ni recompensa que la gratificante sensación de que volvemos de nuevo a galopar hacia Utopía; o lo que es lo mismo hacia la honestidad, la justicia, la igualdad y el lenguaje limpio y veraz al servicio de la comunicación de ideas.




Cuando acabe el coro de grillos en el que el bipartidismo y adheridos han transformado la campaña electoral y asistamos al rigodón de pactos, repactos y contrapactos, no olvidemos que ya hay quien nos mira limpia y organizadamente; ya hay quien nos va a demandar algo más que lo políticamente correcto para hoy y hambre para mañana. Los mejores editoriales, las más incisivas crónicas, los más claros análisis y los juicios más justos no se hacen ahora en los medios (casi siempre mediatizados) sino en las calles y plazas de España. Demostremos que Democracia es mucho más que el rito cuatrienalmente repetido.

Acampada reflexión

Si ha habido en mi vida, no una jornada, sino varias, de auténtica reflexión ha sido ahora, en los últimos días. La cosa se veía venir y, al fin, llegó. Era inevitable. De alguna manera últimamente sólo escribía poesía que estaba muy unida a la indignación que se respira en las plazas de las más importantes localidades españolas y, al ver las concentraciones y pasar por ellas es como si en todas las cabezas se respirara esa necesidad de salir y acampar, esa necesidad de gritar que hasta aquí hemos llegado y ahora nada volverá a ser lo mismo. Claro que no. Y es cierto que si bien las cosas siguen como siempre hay una cosa que no se puede cambiar y son las ideas que se han implantado en los jóvenes principalmente desde ahora y en los más mayores en consecuencia.



Cuando el jueves fui a sol por primera vez me vi envuelto, en seguida, de un torbellino apasionante de ideas que fluían por todas partes. Todos los carteles y todas las voces desplegaban una fantástica imaginación indignada. Había una unión en el aire, una cohesión en el ambiente, algo así como una sinapsis gigantesca de un cerebelo común. Los poetas versamos, los cantantes cantaron y los diablos reclamaron nuestra alma para pagar nuestra hipoteca de 40 años.




El problema es grave pero sencillo. Esta mañana lo comentaba con Isel nada más despertar, todavía con esa emoción que no se nos despega todavía: Cuando en Torrenueva hacíamos una barbacoa, nos juntábamos como treinta o cuarenta personas y, si no recuerdo mal, poníamos dos o tres euros cada uno. Normalmente uno de nosotros se ofrecía para ir a realizar la compra y otros cuantos lo acompañaban; a veces de manera unánime se permitía que el que considerábamos más responsable se hiciera cargo de la administración del dinero, algo no pactado y que se decidía sin decir nada, como si fuera de cajón. Eso sí, antes de ir a comprar nos reuníamos todos o casi todos y acordábamos los kilos de chorizo y de panceta y los litros de vino o de cerveza que compraríamos. Si había quien bebía algo diferente como Nestea o ese tipo de cosas se tenía en cuenta y se apuntaba. No siempre solía sobrar dinero; es más, recuerdo que en muchas ocasiones era yo mismo quien se encargaba de ir a Motril a comprar las cosas para la fiesta y más de una vez me ha tocado pagar una pequeña cantidad de más para que cuadraran las cuentas. En cualquier caso, si sobraba algún euro, se decía y se enseñaba la lista de la compra y ese dinero se guardaba para la próxima barbacoa que hiciéramos en la playa. Lo que está pasando en este país y en todos es que todo el mundo quiere ir a esa barbacoa y ha puesto su parte para hacerlo; lo que pasa es que luego no hay suficiente chorizo para todos ni panceta ni pisos de sesenta metros cuadrados y es porque el capullo que fue a hacer la compra, como podía meter mano en la hucha de los demás, se ha quedado con la parte que ha considerado para sí mismo, dado el gigantesco esfuerzo que ha hecho. Eso es lo que no tiene nombre y es la razón por la que la gente se ha tirado a la calle a reclamar su parte de la plancha. Porque es indignante saber que hay para todos pero no nos llega nuestra parte del pastel porque quien fue a comprarlo se quedó con la mitad y uno de los cuartos se los ha dado a su primo o a su cuñado o a la madre que lo parió. Y para que tanto inútil gane lo que gana es necesario que todos los demás sigamos ganando nuestros mil euros, así que apaga y vámonos.




Mi padre me llama a menudo estos días y me dice: eo, deja lo que sea que estéh haciendo y vete a sóh. Me lo dice porque él con mi edad ganaba 150000 pesetas que, en euros, es más o menos lo que gano yo ahora y ya han pasado treinta años de eso. Eso es sólo una pequeña muestra de lo mal que están las cosas ahora pero eso permite la oportunidad de hacer lo que están haciendo tantos jóvenes en este mismo momento y es impregnarse de nuevas ideas, de deseos de cambio y ya. Pero claro hay a quien esta situación le viene de perlas y no va a estar dispuesto a tener el sueldo que se merece, sin esos ceros de más que hacen que los demás tengamos tanto de menos. Y es que alucino con algunos hechos, ya no digamos lo espeluznante que resulta ver al enano Losantos y al César Vidal diciendo que los jóvenes de la puerta del sol mantienen contactos con Batasuna-Eta, o la manera en que tiene de ver la concentración Telemadrid; es que hay seres humanos del paleolítico que dicen que somos unos drogadictos que estamos allí divirtiéndonos básicamente porque no damos un palo al agua y es para lo único para lo que valemos. No señores: No. Somos jóvenes, estamos formados, preparados, somos una generación de estudiantes que ha estudiado para nada y de trabajadores hábiles que no tiene la oportunidad de mostrar su habilidad. Los que están drogados y no dan un palo al agua son ese montón de inútiles que no tienen ninguna formación, que no han valido para nada en su vida y son alcaldes, banqueros, congresistas y han hecho a su vez alcades, banqueros y congresistas a sus hijos que han aprendido de papi a no hacer absolutamente nada y piensan seguir haciéndolo. Contra eso es contra lo que hay que luchar con todas nuestras fuerzas. Contra eso y contra traer la leche de Holanda con la que tenemos en Galicia o en Córdoba o en Cantabria y que no se sabe por qué razón es más barato consumir de allí; es absurdo. Eso o que España tenga más coches oficiales que EEUU. Menudo chiste.

En fin, el caso es que estoy aquí, frente a mis sobrecitos de votar intentando introducir en ellos la razón que no cabe en su dominio, la lucidez que no entra en su barriga. No entran, no, en los sobrecitos de votar las plazas, las concentraciones, los poemas gigantes, los añicos de lecheras donde coinciden nuestros sueños. Pero ya cabrán, ya.




A la apasionante situación que se vive estos días se une otra circunstancia absolutamente maravillosa y es que Isel ya tiene sus papeles; a Isel ya le ha llegado la carta que dice que España la quiere, como si no la quisiera ya desde antes; los papeles que lleva esperando un año y dos meses; los papeles que hacen que vayamos a Sol sin miedo por si la policía se los pide y no los tiene. Los papeles de la claustrofobia, los papeles de la sinrazón.




Y nada más, me voy al instituto de aquí al lado a votar a mi lamparita del salón. Lo buena que es mi lamparita, seguro que con ella todos nos reímos en la barbacoa.

Discurso de García Calvo el jueves en Sol

Sois la alegría, es la alegría de lo inesperado, de lo no previsto, ni por parte de las autoridades y gobiernos, ni por parte de los partidos de cualquier color, verdaderamente imprevisto: vosotros mismos o casi todos, hace unos pocos meses o semanas, tampoco lo preveíais que pudiera surgir. Aunque esto es así, la alegría es lo inesperado y no hay otra alegría, no hay futuro, como repetiré ahora, sin embargo voy a decir algo que parece contradictorio, que es que yo estaba esperando esto desde hace cuarenta y tantos años, cuarenta y seis. [vivas y aplausos]



Os cuento un poco cómo: por los años sesenta, como habéis oído los más jóvenes, empezó a levantarse por el mundo una oleada principalmente de estudiantes en las universidades, cámpuses y sitios así de Tokio, California… el sesenta y cinco, en febrero, esa oleada llegó a Madrid; yo me dejé arrastrar por ella con mucha alegría, me costara lo que me costara; como sabéis, la ola después siguió en Alemania con Rudi Dutschke el Rojo y después finalmente en Francia, con el famoso mayo francés, donde fue más o menos terminando la ola. Os voy a decir cómo entiendo yo que aquello del año 65 se relaciona con esto. Tal vez alguno de los más viejos o no tan viejos os lo podrán decir (que aquí seguramente incluso los padres de los más viejos de vosotros eran en aquel entonces estudiantes en la ciudad universitaria de Madrid, corriendo conmigo delante de los guardias, que entonces se llamaban los grises...), pero por mi parte os lo voy a decir: es que en aquellos años en el mundo avanzado o “primero” se estaba estableciendo un régimen, un régimen del poder, que es justamente éste mismo que ahora estáis padeciendo conmigo… Me callo un poco mientras... [Mucho jaleo. Una voz: “¡No te calles, sigue!”] …se estaba estableciendo este régimen, que es el que hoy estáis padeciendo conmigo, y que es, para decirlo brevemente, el régimen, la forma de poder en que el Estado, la gobernación, la administración estatal está del todo confundida con el capital, con las finanzas, con la inversión financiera: enteramente confundida. [Aplausos, gritos.] Por tanto, se puede decir que es el Régimen del Dinero, simplificando, y por tanto yo creo que muchos de vosotros por lo bajo estáis sospechando que es contra eso principalmente contra lo que os levantáis, contra lo que sentís ganas de gritar, de decir lo único que el pueblo sabe, que es decir ¡NO! [Aplausos largos. Voces: “ahí está”.]




Por tanto, aquello que me arrebató a mis treinta y nueve años, hace cuarenta y seis, es lo mismo que ahora llega a su culminación, a su casi vejez: el régimen del estado-capital, el régimen del dinero, efectivamente da señas él mismo de estar cansado, con cosas como los cuentos de la larguísima crisis y cualesquiera otros que os lleguen, y con las cifras y estadísticas con las que cada día tratan de entreteneros para que no sintáis, no os deis cuenta de lo que está pasando por detrás de las cifras y de los nombres que gobiernos o partidos sacan para eso, para teneros entretenidos precisamente. De manera que es bastante lógico que me encuentre entre vosotros en este momento de, más que madurez, envejecimiento del régimen, como me encontraba en sus comienzos. Para mí el levantamiento de los estudiantes por el mundo en el 65 obedecía a que se daban cuenta de lo que nos venía encima; ahora vosotros habéis tenido mucha más cantidad de sufrimiento directo de lo que el régimen es, aunque lo llaméis con diferentes nombres a este sufrimiento, y por tanto es, al mismo tiempo que inesperado, lógico que os estéis levantando y voceando contra ello.




Yo puedo contaros más, pero tampoco querría, por ponerme aquí a colaborar a mi manera con este levantamiento, como quiera que lo llaméis, no querría parecer que vengo a dar consejo, pero, a pesar de que no quiero parecer tal cosa, os voy a adelantar un par de ocurrencias que me vienen, ocurrencias negativas sobre todo. Lo primero es no contar para nada con el Estado sea cual sea: ninguna forma de organización estatal. [Aplausos y revuelo.] Es un error que por lo que veo muchos de vosotros percibís sin que haga mucha falta decíroslo. Por tanto, y a consecuencia y a continuación, tampoco se puede utilizar para nada la Democracia, ni el nombre de ‘democracia’. Lo siento, esto ya veo que no despierta tan inmediatos aplausos, pero sin embargo tengo que insistir en ello. Ya comprendo que lo de elegir lemas como “Democracia real ya” puede ser, por parte de quien lo inventara, una táctica, una táctica para no dar demasiado la cara, porque parecería que decir de frente y de inmediato “¡No a cualquier Estado, democrático o no!”, podría sonar mal y esta timidez o modestia puede explicarlo, pero yo creo que es hora de irse desprendiendo de este engaño. La Democracia es un trampantojo, es un engaño para lo que nos queda de pueblo vivo y de gente; lo era ya desde que se inventó entre los antiguos griegos en Atenas y otros sitios. Es un trampantojo que está fundado sobre todo en esta confusión que el nombre mismo denuncia: demo y kratos. Kratos es poder y Demo se supone que es pueblo, y, sea lo que sea de los avatares de cualquier historia, nunca el pueblo puede tener el poder: el poder está contra el pueblo. [Bravos.] Esto es una cosa demasiado clara, pero hay que entenderla. [Aplausos y vivas.] De manera que supongo que esta contradicción que está ínsita en el propio nombre de la democracia os anima mucho más a entenderlo de veras. El régimen democrático es simplemente el más avanzado, el más perfecto, el que ha dado mejores resultados, el que ha llegado a producir el Régimen del Bienestar en el que nos dicen que vivimos; es simplemente eso, pero al mismo tiempo no deja de ser el Poder, el de siempre. Por el contrario, cuanto más perfecto, cuanto más avanzado, está más avanzado en sus trucos para engañar y por tanto en el manejo de la mentira, que es esencial para cualquier Poder. Esto espero que lo entendáis también bien: sin mentira no se sostiene ninguna forma de Poder. La mentira es el hacer creer, la fe, y ése es el cimiento, el fundamento para cualquier estado. De manera que, si alguno de vosotros tiene la ilusión de acceder a una democracia mejor, pues le pediría que se fuera desengañando de ese camino. No es por ahí, no es por ahí, y si vuestro levantamiento llegara a alcanzar un carácter organizado, en definitiva semejante al de la propia administración del Estado, estaría ya con ello mismo perdido, no estaría haciendo más que repetir otra vez la misma historia con otros colores y perfeccionada justamente porque ha asimilado el levantamiento, porque ha asimilado la protesta, que es la manera en que a través de revoluciones siempre fracasadas los estados han venido avanzando; es lo que justamente les hace falta, porque para seguir siendo el mismo como lo es, el Dinero no puede menos de cambiar, cambiar para seguir igual: éste es el gran truco que tenéis encima. Cuando os sugiero o os pido la renuncia a ideas de otro estado mejor, de otro poder mejor y os recuerdo que… [Jaleo grande en la plaza.]
…ya voy a terminar para que os entretengáis con otras cosas a lo mejor más divertidas que yo. Cuando estoy atreviéndome a recomendaros el desengaño de cualquier forma de poder, y por tanto estoy borrando de la lista algunas de las reivindicaciones que vuestros dirigentes han establecido y divulgado, al mismo tiempo os estoy desengañando de otra cosa, que es el Futuro, el Futuro: éste es el enemigo. Comprendéis bien que al rechazar vuestro levantamiento como intención de encontrar otro régimen mejor, estoy desengañándoos del futuro [“¿qué propones?”]. El futuro es eso con que os engañan, a los viejos también, pero sobre todo a los más jóvenes, cada día: os dicen “tenéis mucho futuro” o “tenéis que haceros un futuro”, “cada uno tiene que hacerse su futuro” y eso es justamente, aunque no lo digan, una resignación a la muerte, a la muerte futura. El futuro es eso; por tanto, el futuro es el que necesita el Capital; el dinero no es más que crédito, es decir, futuro, fe en el futuro; si no pudiera echar cuentas, ni habría Banca ni habría presupuestos estatales. El futuro es de ellos, es su arma. Por tanto, nunca dejéis que os suene como algo bendito o beneficioso: debe sonaros justamente a muerte, que es lo que es el futuro. Lo que estemos haciendo aquí, lo que estéis haciendo aquí, ello dirá lo que da de sí, pero no tenemos futuro; no tenemos futuro porque eso es propio de las Empresas, de las finanzas y del Capital. ¡No tenéis futuro!: esto es lo que hace falta ser valientes para denunciar.
Os voy a dejar ya, no voy a hacer más sugerencias por ahora. Una cosa mucho más práctica y de momento: desearía por supuesto que después de las famosas elecciones de… del 22, que estorban mucho (ya lo habréis visto cómo no sólo los Medios os enredan junto con la cuestión de las elecciones, que no tienen nada que hacer, sino que muchos de vosotros perdéis una gran parte de vuestro tiempo pensando cuál es lo que hay que hacer respecto a votar o no votar y votar por acá o votar por allá), es un estorbo formidable… de manera que mi deseo sería que, cuando pase ese coñazo, esa estupidez de las votaciones, sigáis vivos, sigáis vivos y más o menos juntos los unos con los otros. [Aplausos.] Y en ese caso me atrevería a sugeriros una táctica de momento (seguir haciendo las asambleas aquí es probablemente un error que no puede sostenerse mucho): desde luego en esto, en una rebelión como ésta, como ya creo que todos sabéis, no puede haber otro Órgano ni decisivo ni representativo más que las asambleas. Y os lo voy a decir enseguida por qué [aplausos]: no puede haberlo porque las asambleas como ésta misma tienen esta gran ventaja: que no se sabe cuántos son, están entrando y saliendo, y nunca se pueden contar, y por tanto nunca pueden votar, como hacen los demócratas, porque no se sabe ni cuántos son ni cabe estadística ni cabe cómputo ninguno. Esto es lo que a una gran asamblea la acerca a ser eso de pueblo, que no existe pero que lo hay, y que es lo que queda por debajo de las personas, que ésas, sí, se cuentan en número de almas y en número de votos, pero lo que queda por debajo, no. Así que no renunciar nunca a las asambleas. Tal vez una dispersión.




Ahora me dirijo un poco a la parte de vosotros que son estudiantes más o menos y que me tocan más de cerca: una de las tareas más inmediatas sería ocupar las escuelas y facultades... [Aplausos.] Y termino diciéndoos por qué: porque hace mucho tiempo bajo el Régimen del Bienestar, bajo este régimen que padecemos, los centros de enseñanza, las Universidades, han quedado reducidas a una sola condición real, que es la examinación: examinar, todo lo demás son cuentos. [Aplausos.] Tienen que examinar para producir por ese camino futuros funcionarios tanto del Capital como del Estado o de la Universidad misma, que es también una parte de esos implementos del Estado. [Interrupción por cánticos en la plaza: “oé oé oé/ lo llaman democracia y no lo es”.]




Por tanto y para dejaros, mi sugerencia va en este sentido: ocupación de los centros, hacerlos reconocer que no están ahí ni para enseñar ni para investigar ni para nada, que están ahí para examinar, examinaros y producir así futuros funcionarios, están creando vuestro futuro, en eso no nos engañan, y por tanto la acción más inmediata ¿cuál puede ser?: pues naturalmente la destrucción, el boicoteo de los exámenes en curso; por ejemplo, los que ahora acaban de empezar en mayo mismo. Es algo de corazón. [Aplausos.] Con esto que a lo mejor lo primero os puede parecer un poco descabellado, pero que, si os dejáis pensarlo, a lo mejor no tanto, recordando que la sumisión a los exámenes es simplemente sumisión al futuro, que nosotros no tenemos futuro, y recordando que los centros en los que estáis metidos están destinados solamente a eso, a la fabricación de futuro y números de funcionarios, tal vez no os parezca tan insensata la propuesta. Pero os parezca o no, con esto ya me despido, volviendo a repetiros la alegría que esto tan inesperado me ha traído y que al mismo tiempo estaba esperando desde el año ’65. ¡Salud! [¡GRACIAS!]

viernes, 20 de mayo de 2011

Acampo

No soy una cifra
aunque me chifla
contar
ni soy un voto
por mucho que sea
devoto
de mí.

Acampo porque no veo
en el campo el árbol
que me corresponde
y hay gaviotas aquejadas de rosales
y atestados de cagadas los claveles
riñen repartiéndose los bosques.

Mira que no soy una cifra
por mucho que la grifa
apriete la razón,
y aún menos un voto;
aunque me veten el busto
reboto y, a lo loco,
verso en clave de sol
de quemarme.

Ahí va mi lista lista,
ahí va:
acampo porque son sucios los aspirantes
que aspiran a aspirarme los derechos,
acampo porque soy una lechera transgresora
y habré de recoger mis añicos de sueños
hasta hacerlos coincidir.

Acampo porque me ultraja, porque me indigna,
porque me defrauda y me irrita la palabra
que se queda en la palabra
que se queda en la palabra
donde vuelan
las cometas.

De donde nacen las carreteras,
saldrá el sol
que diga no, que diga basta
a la basta condecoración
de cifrados, de votados
y rebotados
que no queremos,
que no necesitamos:
insulsos
amos
del
desastre.

¡Acampemos en su campo,
vamos sin bando,
acampemos!

viernes, 13 de mayo de 2011

Digo lo que pienso III

Sólo hay una cosa que me gusta más que hablar de mí y es hablar de Isel. Decir, así, a bote pronto, que sus cornisas me recuerdan a marzo, que el cacao le sale del tronco blanco como un jazmín sin hojas, que cree tanto en mí que he dejado de rezarme.



Sólo ella es capaz de asumir el sumidero que me vacía y ponerle bordes para que quede algo afuera de mis descontentos astronómicos. Sólo ella es capaz de aguantar mis peripecias en el insulto cuando viajamos en coche y veo la carretera llena de paparazzis a la caza de mí. Sólo ella es capaz de ponerse a limpiar con la Carmen de Bizet y crear una ópera nueva, más viva, un pentagrama donde el mayor mérito es la ausencia de toda música y todo coro y de toda desazón.
La preciosa Isel... Cada vez que salgo con ella a la calle y me alejo más de dos centímetros de su mano al menos tres coches pasan por nuestro lado y le lanzan los más hermosos piropos de albañil.




Los días en que más frustrado me encuentro, esos días en los que las ojeras me hacen de patín y me deslizo con ellas por los pasillos, esos mis días de dieciséis horas de trabajo, mis maravillosos días estupendos en los que deseo no haber nacido y me pregunto qué hago yo aquí, entonces miro los retratos, los posados, los desnudos de Isel en el salón, en el pasillo, en el dormitorio, en la habitación de planchar... y me acuerdo, así, de repente, de que yo antes escribía poesía y tenía tiempo para el óleo, me acuerdo de mí antes del cepo, antes de la solenoide, antes de la resignación. Claro que, hoy también tengo uno de esos días y me da por hablar de Isel, quien merece más optimismo por mi parte pero, desgraciadamente, no puedo hacer nada contra mi escepticismo.




Yo me pregunto qué hacemos y para qué, qué utilidad tiene esto y lo otro, cuando realmente lo único necesario es comer y no lo hacemos bien, y es dormir y no lo hacemos bien y es reír y no tenemos tiempo para hacerlo. Yo me planteo, en serio, por qué cada uno de los bichitos que controlo en mi trabajo cuesta un dineral y por qué también todos los días los superjefazos de allí ponen en tela de juicio mi trabajo. Que si he hecho esto o lo otro como si yo pusiera todo mi esfuerzo en hacer las cosas mal con ahínco, como si estuviera dirigiendo una conspiración contra todo para que las cosas no funcionen y ya me gustaría. Y lo mejor de todo es que ellos no me lo dicen a mí directamente, se lo dicen a otros que se lo dicen a otros que se lo dicen a otros que me lo dicen a mí porque yo trabajo para una empresa que ha sido contratada por otra empresa que ha sido contratada por otra empresa y así todos estamos sub-contratados por un sinfín de empresas en un bucle exponencial. De modo que algo que cuesta dos euros le cuesta a la siguiente empresa cinco y a la siguiente veinte y a la última treinta mil. Como los tomates maravillosos de mis amigos agricultores de Motril, que se los pagan a tres céntimos el kilo y ya sabéis a cómo están en el supermercado. Desgraciadamente hay muchos, demasiados, que dejan el invernadero abierto con un cartel para que la gente entre y se lleve los tomates que quieran pues le sale mucho más barato regalarlos que pagar a otros trabajadores para que los recojan con ellos.




Me quejo, sí, me quejo muchas veces y de vicio. Hay días en los que no tengo por qué hacerlo. Son esos en los que veo que Isel no sonríe más de doscientas veces por segundo y se le nublan las mejillas. Días en los que se mete una y otra vez en la misma página de internet para ver una y otra vez que sus papeles siguen en trámite, sí, una y otra vez. Y eso le impide ir a ver a su familia porque, de hacerlo, estando sus papeles en tal estado, no podría regresar. Días en los que te das cuenta de lo que tienes y lo poco que tienen otros. Y te fastidia porque sabes lo fácil que podían ser las cosas si se hicieran con sentido. De verdad que no sé cómo Isel lleva siete años sin ver a los suyos más que a través de imágenes borrosas que se mueven de una forma antinatural, de verdad que no lo sé.




Tampoco entiendo que hayan enviado a Bin Laden con Bob Esponja, ni entiendo qué cojones hacen los príncipes y otras personalidades haciendo nada en Lorca. Y ya puestos no entiendo el hambre ni la pobreza ni los trabajos innecesarios, y mucho menos la poca vergüenza que tienen los políticos pidiéndonos ahora su voto. Menudo chiste. El otro día voy por la M-40 camino de mi super trabajo de mierda y veo en un cartel: Sólo quiero para Madrid lo que Zapatero ha hecho en España (Tomás Gómez), joder, me partí el culo de risa. Pensé que era publicidad del PP pero no, era del PSOE que tiene muy buenos deseos para nuestra ciudad la cual ya está perfectamente jodida gracias a los otros. Y encima voy yo las pasadas semanas y pido el voto en blanco. Perdón, perdón, perdón... Lo que quiero es que el voto se anule, pero que nos tomemos esa molestia. Yo ya me estoy haciendo unos papelitos muy chulos para quien quiera votar a la lámpara de mi salón, la cual no da mucha luz la pobre pero ahí sigue intacta, dispuesta a no hacer absolutamente nada por nosotros. Votémosla entre todos. Es que yo pensaba que votar en blanco servía para algo pero ya me ilustré un poco y comprobé que esos votos se añaden a quien más consiga así que mejor deshacerse de esa idea, para que veáis lo que me interesa esto de las votaciones. Votemos, pues, desde ya a mi lamparita bonita, lo hermosa que quedaría en un grandioso despacho.




Lo único que espero para todos es que encontréis en lo que sea la salvaguarda del vosotros. Ya sea en la poesía, en la pintura o en el alfajor. Yo lo he encontrado en Isel, ella todavía consigue que me emocione, que haya una cierta luz de esperanza en mi caverna oscura, que me abrace a las cosas y permanezca así inmóvil durante horas amando la vida con toda su roña. Fijaos si tiene mérito que mi padre todavía no me ha dicho nada sobre ella.




Ya os digo que me encanta hablar de Isel. Decir, así, de pasada, que su carne triturada en las sabrosas noches del naciente verano me recuerda el vaho de las cabinas en los besos de los quince; que sus ojos de un color rarísimo me hacen pensar que soy el Hubble descubriendo una nueva constelación rarísima en un lugar rarísimo donde hay vida macroscópica; que existe Dios y no soy yo; que es real el realismo mágico que envuelve a la literatura de su país pues he visto a las patatas volar junto a las cortinas el mediodía del sábado al compás de los macarrones; que tengo sed de alabanza; que Beethoven no es para tanto porque es para más; que Isel sentada en el sofá mirando la lluvia a través de la ventana es el monumento más fabuloso que existe en el mundo. De verdad que muchas veces miro a la gente pasar, a la gente a mi alrededor, en las colas del supermercado, en los hilos interminables de la autovía, en las calles céntricas, atiborrados en los bares minúsculos, cegadas por la luz de los edificios, a todas esas personas yo las miro y me pregunto... ¿cómo podrán vivir sin Isel, cómo podrán llegar a fin de mes y ajustar sus cuentas, de qué modo, en qué sentido se levantan y aporrean sus cuerpos para seguir adelante sin Isel, cómo harán, como lo consiguen...?




De verdad que no me lo explico; y lo digo de verdad, a las 20:32 del viernes 13, temperatura 27º C, música de fondo: El cisne de Tuonela de Sibelius, estado de la mar: no hay.

martes, 10 de mayo de 2011

Yo también tengo sueños

Yo también tengo sueños.

Sueño que un tetris multirracial
rellena el somormujo de la hiedra,
que es posible cambiar por boato
los bolsillos,
que Isel ya no espera
que te espera,
que no hay jeroglíficos
en las decisiones,
que el mar huele a mar
y los ricos han venido
a coger
las aceitunas.

Tengo sueño en los sueños.

Sueño que sueño que al fin
hemos matado
al mayor pacifista
del mundo,
que la gente
se ha pasado
los boletos
por la
gónada,
que sonríen
los críos
en Irak.

Claro que sueño claro.

Sueño que la desaforada cumbre del templo
tiene un ronquido exacerbado,
que a los amos el cerebro se les
llena de aerosol,
que hay una idea
tan absolutamente
brillante
que nos iremos
a cantar
serenatas.

Y que en los ríos no hay yemas de soldados,
y que he sabido recopilar los alientos
que han hecho que sueñe que sueño
sandías en la barriga de los tacones.

Pues claro que sueño
claras las claras del
ojo
del hombre
ciego.
Pues
claro.

Sueño que Isel se enfada
y me habla de tú,
que el mundo se enfada
y me habla de tú,
que hay una luz todavía,
que qué más da la sinapsis
si Isel me ha mordido los letreros
y cada día
se parece más
a la orquídea
donde se balancea
el terrorismo.

También sueño
que me ensaño
con las palabras
hasta sacarles
la mandarina
y que me arruina
la verdad.

Yo también tengo sueños,
¿y tú,
y vos,
y usted?