viernes, 16 de marzo de 2012

Isel y la espiral II

Isel es el ser humano que más se parece a una espiral. Suelo soñar que camino por su nariz mientras cuento uno por uno los elementos de la sucesión de Fibonacci; los mismos que se van plegando en su carne conformando su área. Cuando despierto la sensación es tan matemática que, en un momento, reúno todo el material de dibujo y empiezo a explicarme a mí mismo los pliegues de su pelo. A esto me ayuda tener de fondo la radio o la televisión porque no hay nada como jugar a la geometría mientras todo el mundo discute sobre el déficit o la marioneta que somos de Alemania y Francia. Tanta mentira y tanta manipulación política e informativa consigue que yo disponga de una inspiración más profunda que la que se obtiene sólo con el silencio y así, mientras periodistas y políticos analizan la situación económica actual yo me traslado aún más allá de sus palabras consiguiendo una calma interna absoluta que aprovecho para trazar perfectos cuadrados que se rodean según la sucesión 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… agarrando luego mi precioso compás afilado y trazando espirales casi tan perfectas como las que se le forman a Isel en el pelo cuando estamos cerca del Cantábrico. Así me paso la mañana mientras el propio tiempo que me rodea gira asimismo en espiral en torno a mí y las horas se bloquean a la vez que ato todas las construcciones geométricas trazadas a la dibujada cabeza de Isel.

Días más tarde, cuando considero que el boceto está listo para llenarlo de color y para lo cual se necesita una calma aún mayor que la del carbón, vuelvo a buscar en la televisión los programas más innecesarios, cosa que me permiten canales como Intereconomía o Telemadrid y sólo así consigo el medido nivel de rabia y profundo amor para iniciar los fogones, la cocina del pincel. De ese modo y, cuanto más terrible es la mentira que se dice en los medios, más concreto se hace mi pulso en la mezcla del óxido cobalto y cromo, del carbono puro amorfo, de la ftalocianina clorada, de la terra natural calcinada, del oro puro, del bronce y demás colores que hay en el pelo de Isel. En todos ellos dejo mezclarse unas pequeñas gotas de aceite de oliva hirviendo lo que da a la carne pintada la sensación de seguir húmeda, tal y como está la piel, como digo, cerca del Cantábrico. Y así, sin darme cuenta, se me pasa la mañana antes de ir a mis clases; a las que llego puntual con las manos llenas de óleo, pues nunca lo limpio del todo para poder seguir disfrutando toda la tarde de su olor. También entonces todo tiene que ver con el pelo de Isel, no sólo la geometría analítica de las matemáticas, también el equilibrio químico de los colores que lo forman, la electrotecnia de sus circuitos, las leyes de la gravitación y la energía mecánica constante siempre que se ha evitado el rozamiento del traslado pictórico.


Cuando llego a casa, lo primero que hago, a parte de saludar efusivamente a la Isel es real, es colocar un flexo sobre la Isel dibujada para contemplar la pintura ya seca y que ha cambiado en el tiempo que la dejé desnutrirse por mi ausencia. Así me la quedo mirando largos minutos deseando que llegue la mañana siguiente para poder meterle mano a la Isel real y a la Isel dibujada, tan diferentes y tan parecidas que les hablo a las dos de un mismo y diferente modo.
Finalmente, cuando han pasado varios días o semanas desde el comienzo del dibujo llega el día de decidirlo terminado. Esta decisión es fatal pues nunca lo está, jamás; así que lo dejo terminado 21 días después de comenzar a trazarlo; justo el lado en centímetros del cuadrado mayor en que acaba la espiral más grande de las dibujadas en el pelo de Isel, y justo el día de su cumpleaños que es hoy y, para celebrarlo, mientras enmarco la obra, dirijo a medias la mirada con pasión a un documental sobre la vida, sobre lo poco que se sabe de ella, sobre la gran pregunta en cuanto a lo que es y cómo surgió y demás. Y me hace gracia ver cómo científicos y catedráticos de las más diversas universidades discuten y dan su opinión sobre el tema porque yo solo en mi casa, pintando a Isel, descubro la fecha exacta en que apareció en el mundo, cosa que compartiré con gran generosidad: la vida surgió en Madrid, España, hace justamente 1 año, 4 meses y 16 días, el 30 de octubre de 2010, cuando Isel cruzaba el Paseo de la Castellana y me crucé con su mirada y la retuve 1 año, 4 meses y 16 días hasta que la dibujé en el recuerdo del mar Cantábrico donde Isel nació de nuevo.

Cuando finalmente enmarco el dibujo descubro horrorizado y sorprendido algo que me pasó mientras lo hacía y es que, tras el cristal ya dispuesto, ha quedado en perfecta espiral, justo en el límite de una de las espirales de Isel, uno de mis cabellos; que ahí dejaré, horrorizado y sorprendido, para siempre.


En serio, Isel es el ser humano que más se parece a una espiral. Y la pintura y la poesía, el acto más egoísta y maravilloso del mundo, tanto, que es capaz de explicar, dotado de la simpleza más extrema, las grandes cuestiones de la naturaleza humana; algo tan simple como que Isel y tú y yo somos mucho más importantes que la Unión Europea, que la Santísima Trinidad, que la pintura toda, que la poesía.

jueves, 1 de marzo de 2012

Tobogán

Mira cómo juegan los niños en el parque,
con qué siniestra desazón desconocen
los envoltorios,
cómo experimentan ya lo decreciente
y se mecen en la aleatoria turbina
de la altura.

Fíjate cómo asumen su jerarquía
maravillosamente equilibrada,
con cuánto ardor recorren la arena
hacia un objetivo indemostrable,
con qué urgencia aporrean
su niñez.

No saben
que juegan en un parque
que juega a la derrota.

Cuando crezcan cambiarán
sus saltos por los tumbos
y verán cómo el ocio
desnutre sus corazas.

Seguirán jugando
en un mundo experto
en decoración.

Mira Isel, mira
cómo juegan
los parques
en los niños.