viernes, 21 de octubre de 2011

Fiesta

A Shostakovich

Los ojos pueden desnucarse
si la belleza es descomunal.
Sí, la poesía puede llegar
allí donde no puede el Hubble.

Tenemos suerte
los que vemos respirar al clarín,
tenemos suerte
los que capaces somos de llorar
cuando el otoño
atraganta
los escenarios.

Todas las cosas
tienen guitas de las que tirar
hasta dar con la proeza.
¡En todos los callejones
hay una noche hermosa
que respira!

A mi lado,
a tu lado,
a su lado
hay una alegría ortogonal
colgando de la lámpara
esperando a que la siesta
traslade los sinfines.

Debajo de las piedras
hay una música dormida,
debajo de la música
los peñedos
bloquean las estaciones.

Subido al arpa,
(el arpa apoyada en el hombro de Isel)
dejo que todos los seres del mundo
me atropellen,
permito
que los pentagramas me esnifen,
que las caderas me sustraigan,
que me haga la vida
una transfusión de flores,
que confluyan
en mi cuerpo
los somníferos
orbitales
y
escuche
la hoz
de los planetas.

Sí,
pueden las arterias
descoyuntarse
ante una sobredosis
de veleidad.

Se puede caer enfermo
de concordia
y se puede mirar a la cara
a la prodigiosa luz
de los esfuerzos.

La poesía es una fiesta
donde fluctúa el equilibrio
y el poeta salta a ella
en trampolín.

jueves, 20 de octubre de 2011

Reencuentro con Poekas

Poekas: menudo grupo. Hay que ser estúpido para permitirse estar así como un año sin saber nada de ellos; siguiéndolos sólo en las breves referencias que Elena cuelga en el blog y poco más. Sí, hay que ser muy tonto y yo lo he sido este tiempo. Entregado al trabajo como si sólo eso existiera, amargado con las cuentas para que todo cuadrara, animando a Isel a acaparar el mundo con nuestra resistencia abnegada y feroz al sistema. Menuda estupidez.



Menos mal que hoy, 20 de Octubre y cumpleaños de uno de ellos: Alberto Yago, me reencuentro con ellos. No esperaba grandes cambios, en el sentido de que los integrantes de Poekas ya eran grandes cuando los conocía y seguían así enormes, tremendos desde su sencillez. Daban un recital en el aula magna del edificio del rectorado de la universidad Carlos III de Getafe en homenaje a Gabriel Celaya. Seguían siendo espontáneos, concisos, breves y mantenían esa pasión a la poesía; pasión que arrastran desde hace cinco años ya y que mantienen como si hubieran empezado ayer, sin rendirse aunque el tamaño del lugar hiciera tan pequeña a la veintena de receptores que estaban sentados a la escucha de los versos.




Fugazmente los saludé a todos y me senté a su lado, con los poemas que nos habíamos repartido del maestro. Llegué tarde al evento porque me perdí pero allí estaban esperándome. Un chico, Jorge, ya estaba a la guitarra esperando acompañar a las palabras previamente escritas y que nosotros leeríamos después. A Isel la tenía justo enfrente pero varias filas por detrás de todos. Una rápida mirada bastaba para que yo pudiera encontrar el mundo en aquella cosmogonía.
Empezó José Antonio haciendo una breve introducción y poniendo en su boca los versos de Celaya. Siguieron Elena Moratalla, Alberto Yago, Maribel Alonso, Martín Lozano y finalmente yo mismo leí otros tres poemas. A continuación se puso un vídeo que José Antonio ya preparó para un homenaje anterior al poeta y terminamos en un pequeño aplauso que nos reunió a todos en el centro del escenario para tomar una foto que inmortalizara el momento.




Cada poema tomó vida propia en la boca de cada uno. Poesía, sociedad anónima quedaba perfecto en la voz de José Antonio, Elena Moratalla triunfó con ese carácter suyo y esa dulce voz al leer Biografía donde se resume la vida del poeta. Alberto Yago ya fue aplaudido desde el principio porque un año más pasaba por sus ojos y le quedó impecable La felicidad, ese pecado, a él que es un hombre optimista y alegre. Maribel Alonso dramatizó algunos de los pasajes en prosa que dejó escritos Celaya y aportó algunas ideas que recaudó sobre el poeta en las noches anteriores. Martín Lozano estuvo cercano y permitió sacar alguna carcajada; me gustó mucho que dijera que de haber seguido vivo hoy el homenajeado estaría con los indignados, en el mismo epicentro de su causa gritando al aire sus versos. Yo leí, entre otros: La vergüenza de ser feliz, un poema al que siempre le he tenido mucho cariño.




Después seguimos hablando a la salida. Alberto Yago me dejó sus últimos versos para que les echara un vistazo, esperando de mí una opinión sincera que le daré encantado. Quedamos para el próximo martes, una vez más, en el centro cultural Paco Rabal, donde no se cansan de dar rienda suelta a la imaginación y compartir sus versos. Les presenté a Isel y quedaron como suele quedar todo el mundo cuando acaba de ver una estrella fugaz.




Luego llegué a casa y parecía que fuera ayer la última tertulia.




Lo dicho: hay que ser estúpido para dejar que pase un año sin permitirse un reencuentro tan satisfactorio.

martes, 18 de octubre de 2011

Ahora

Ahora que en Isel
han hecho su nudo
las encajeras.

Ahora que
hemos tirado
medias al mar
para difraccionar
la ondulatoria
forma
de septiembre.

Ahora que
al fin llevo puesto
este estúpido
traje de hombre
y hemos visto
reventar
los pasillos
de tristeza.

Ahora que
anónimamente
nominaron las nóminas
y la vida sólo enseña
si se ensaña
con nuestro sueño.

Ahora que perdimos
la histeria
a la histerectomía
y los oncólogos
vaciaron
el escaparate.

Ahora que Isel
está tan guapa
que los niños
doblaron las esquinas
para verla en el viento
y se alarmaron
veinticinco toboganes.

Ahora que esta dádiva
salta en los cerezos
y mi pecho se abre
al otoño.

Cuánto te quiero, amor.
Amor, cuánto te quiero.

sábado, 8 de octubre de 2011

Nacimiento

Isel nació el 28 de septiembre de 2011 a los veinticinco años de edad. Lo hizo en el Hospital Infanta Leonor de manos del doctor Jesús Molero.

En la tripa le lloraban los geranios.

Puedo verla aún mientras la llevaban en aquella cama donde Isel sonreía y se mantenía fuerte, preparada para afrontar la cirugía. Todavía la veo en aquel último esfuerzo, inclinando un poco la cabeza para poder seguir viéndome a lo lejos. Todavía me saben a agrio las tres horas de espera en las que no pude contar las veces que paseé por la sala ni los océanos que me salieron de los ojos. Entonces nos llamaron y entramos a una habitación donde nos recibió el doctor y su ayudante, aún vestidos con las prendas que tan cerca estuvieron de la hermosa Isel. Todo salió bien, cinco kilos de tumor y útero insalvable; nos dijo el doctor que era como si un globo se hubiera inflado deformándose en su expansión. Pero todo salió bien, el mioma salió entero e Isel conservó los ovarios. La llevaron al módulo de reanimación y, al fin, pude verla. Sí, allí estaba Isel recién nacida. Con los pómulos llenos de color, conectada a no sé cuántos aparatos, todavía sedada pero con los ojos medio abiertos. Su madre y yo nos agarramos a sus manos, ella nos miró y yo le dije: cosita bonita, tal y como pactamos para que ella supiera en seguida que todo había salido bien. Ella me miró y me dijo: Odio a Sebastián..., nos quedamos perplejos. Luego supimos que entre sueños, durante la operación, soñó que mi hermano Seba me robaba unos pantalones rojos. Más tarde empezó a agobiarse porque notaba una fuerte presión en el vientre y le costaba respirar, las enfermeras nos dijeron que era normal e Isel me exigió que llamara a alguien mostrando un fuerte carácter. Así se ha mantenido hasta ahora: fuerte, valiente, campeona.

Sólo cinco días más tarde le dieron el alta y en casa está. Sigue sufriendo intensos dolores, pero mejora a cada paso. Todos los días sale a pasear fijándose objetivos cada vez más largos. Tiene sus ataques de tristeza pero sigue abundando en ella el optimismo. Tras la operación la hemoglobina le subió de 5 a 13 con lo que tiene mucho más color de lo habitual. Sigue bella, bellísima, diría que aún más que antes. Y yo me he puesto enfermo de forma solidaria. Después de todo lo pasado me han dicho que yo estoy mucho peor que ella; pero bueno, siempre ha sido así.

En fin... estoy muy contento. En especial con el doctor, quien desde el principio se portó estupendamente con nosotros, un máquina este Jesús Molero, un tipo para echarle de comer a parte, con una personalidad muy fuerte y un humor ácido de narices. Él mismo retiró el drenaje de Isel y le puso así a pelo siete puntos por donde entraban los tubos de plástico al vientre. Y mientras lo hacía le iba diciendo a Isel, quien mientras tanto me apretaba la mano tan fuerte que me hizo sangrar, que nos queremos mucho ahora pero que nos da un año más: el amor dura dos años, decía mientras con mano diestra cosía la carne de Isel. Y cuando terminó, con Isel al borde de la lágrima del puro dolor, va y nos dice que si se queja es de vicio. Unos días más tarde fui para que me diera una receta para los medicamentos y al darle las gracias de corazón por todo lo que había hecho, empezó a fingir una gran celebración como si mis palabras le llegaran al alma, evitando ese momento incómodo. Un tipo un poco loco pero una máquina con el bisturí. Luego me enteré que en el hospital mucha gente tiene diferencias con él. Primero, porque es muy directo y segundo porque hace las cosas a su manera y sin seguir las reglas. A Isel de hecho la operó cuando él quiso, le puso los horarios de transfusiones sanguíneas cuando no se podía y le consiguió una habitación individual cuando no era del todo posible. Además nos dijeron que en cuatro días tenemos que ir a que la curen a un centro sanitario y él nos ha dicho que no hagamos ni caso, que vayamos a una hora rarísima a su consulta y él mismo se encargará del asunto. Un tío frío y distante pero que luego se vuelca con los pacientes y se pasa por las gónadas los horarios y el sistema informatizado del hospital. Leí en un blog algunas opiniones nada positivas respecto a él, la gente se quejaba porque era demasiado directo y bromeaba en el momento menos oportuno. Por nuestra parte, Isel y yo tenemos una excelente opinión sobre su labor; estoy seguro de que nadie te cuenta que tienes un mioma mientras silba pero él lo hizo y a mí, por lo menos, me hizo sentir menos desgraciado. Te dice las cosas tal y como son y punto. Fue él quien llegó al día siguiente de la operación y le dio a Isel la mala noticia sobre su útero; cuando nosotros estábamos planificando el mejor momento de hacerlo, cuando pasara cierto tiempo y ella se sintiera más recuperada, pero no. Él llegó, entró a la habitación y le dijo a Isel exactamente lo que nos contó a nosotros veinticuatro horas antes. Por supuesto la noticia le dolió mucho pero contábamos con todas las posibilidades pues él nos las explicó de forma muy clara. Su rostro fue lo último que vio Isel antes de ser intervenida. Recuerda que el doctor entró, le preguntó qué tal estaba y le dio un beso en la frente. Tres horas más tarde Isel salía nueva del quirófano.

Como os digo, Isel nació el 28 de septiembre de 2011 a los veinticinco años de edad, en el Hospital Infanta Leonor de manos del doctor Jesús Molero.

Algo más de una semana más tarde de la operación ya bromea a veces sobre la cantidad de dinero que nos ahorraremos en tampax, sobre el tipín que se le ha quedado... También piensa que seguro que hay un niño por ahí en cualquier sitio del mundo que nos necesitará mucho más que el nuestro propio. Al fin y al cabo ella y yo estábamos destinados a ser felices y extranjeros juntos siempre.

Gracias a todos los que os habéis preocupado por ella y nos habéis mandado hermosas palabras de ánimo cuando más lo necesitábamos.

Todo salió bien.

Ya os lo dije.