viernes, 28 de junio de 2013

Contención

No escribir:
dejar que el ano de la música
penetre en la hez
de mis sentimientos;
no sentir:
dejar que la hierba
hable por sí misma
y darle al pétalo
la razón.

No querer, no querer, no querer:
mirar a Isel hasta quedar
exhausto
como si el universo todo
hiciera Big-Crunch
en mi párpado
y me salieran macetas
de la ingle.

No gritar, nunca gritar:
salir al balcón
y contenerse
hasta ser pasto
del placebo.

Memorizar datos inútiles:
el diámetro del sol
es de 1,5 millones
de kilómetros,
la luz tarda algo más
de ocho minutos
en llegar
hasta
tu
nariz,
la masa
de la Tierra
es
la
hostia.

Y no escuchar:
dejar que diga la acera
lo que tenga que decir
antes de amenazar
con no pisar
su costura.

Y no vivir:
demostrar a la especie
que no eres de la especie
por el simple hecho
de ser de otra especie
diferente del tiempo
y el espacio;
sonreír hasta la agujeta
de la barriga,
sonreír hasta la paradoja
del verso:
sonreír.

Y dormir tranquilo
sabiendo nada menos
no saber
nada
de
nada
en
absoluto
salvo
Isel.

1 comentario:

Elena Moratalla dijo...

Nino e Isel: binomio perfecto de amor. Me encanta como lo expresas, como todo se detiene en el poeta que ama a Isel y nos hace que todos la amemos. Todos y Todas.
Igual que Juan Ramón Jiménez, tus pasos de recién casado dan mucho fruto y tu Zenobia es la musa, la muralla, el pilar donde tu poesía asciende, se remansa y emerge de nuevo para seguir creciendo.