jueves, 4 de junio de 2015

Fragmentos de MARTINICA encantadora de serpientes de André Breton

En los verdores perforados tus ojos de
luciérnagas

no conozco nada más irrisorio que ese temor de la imaginación que oprime al pintor.

-Podemos preguntarnos en qué medida la indigencia de la vegetación europea es responsable de la huida de la mente hacia una flora imaginaria.

El hecho de haber nacido cerca de un sauce llorón no es un motivo para que deba consagrar mi expresión a ese apego por cierto estrecho.

Si Rousseau no se movió de Francia, habría entonces que admitir que su psicología de primitivo le ha descubierto espacios totalmente primitivos conformes a la realidad.

Se podrían alinear todas las catedrales, dinamitar algunas, reflejar todo en un lago y administrar belladona a los espectadores que aún no se llegaría ni a los talones del enmarañamiento de esos árboles especializados en la acrobacia, que se levantan unos a otros hasta las nubes, saltan los precipicios y quejándose describen el arco de las hechiceras queridas bajo ventosas de flores viscosas que son lámparas de acetileno, lámparas de arco destinadas a alumbrar las regiones reservadas en las sombras del corazón, las criptas maternales que se entreabren y se cierran sobre nuestra vida.

Es verdad que de lo que se goza es de lo que menos se descifra.

-Llevémonos simbólicamente la flor del balicero bella como la circulación de la sangre desde lo más bajo a lo más alto de las especies, los cálices colmados hasta el borde de este sedimento maravilloso. Que ella sea el término heráldico de la conciliación que buscamos entre lo perceptible y lo que se escapa, la vida y el sueño -pasaremos por todo un enrejado de ellas para continuar avanzando de la única manera legítima que hay: a través de las llamas.

Mi ojo es una violeta cerrada en el centro de la elipse, en la punta del látigo.

quienquiera que se asome sobre la gran miseria de Martinica y manifieste la intención de remontarse a sus causas será advertido de que se juega la vida.

“Somos, proclamaba Césaire, de los que dicen no a la sombra”.

donde se elaboran las imágenes poéticas hasta que tienen la fuerza suficiente para sacudir los mundos, sin otra referencia en el remolino de una vegetación furiosa que la gran flor enigmática del balicero con su triple corazón palpitante en el extremo de una lanza.

De una vez por todas confirmé la idea de que nada será hecho mientras ciertos tabúes no hayan sido levantados, mientras no lleguemos a eliminar de la sangre humana las mortales toxinas que mantienen la creencia -por cierto cada vez más indolente- en un más allá, mientras no terminemos con el espíritu de cuerpo absurdamente aferrado a las naciones y a las razas y con la abyección suprema que se llama el poder del dinero.

Cantar o no cantar, he ahí la cuestión.

Si los negreros han desaparecido físicamente de la escena del mundo, se puede asegurar que en revancha hacen estragos en el espíritu donde su “madera de ébano” son nuestros sueños.

como los dedos del peral tropical caen en la gangrena de la noche.

La vida intermitente es la crepitación de un
colibrí verde

Por mi hambre expandan el árbol de mil injertos
del tocón de aquel que habla solo

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