sábado, 21 de enero de 2023

19/01/2023

 


El día que conocí a mi hijo,

diecinueve de enero de dos mil veintitrés,

se estremeció la tierra de Tegucigalpa,

se elevaron las aguas del Humuya

y todas las artesanías de Siguatepeque

se levantaron del suelo al unísono.


Mi corazón se rebobinó ese jueves en que

se le cayeron los dientes a los elotes,

cantaban la misma canción las niñas

por las cuestas de las Colonias e Isel

se puso un manto de espacio-tiempo

en cuya curvatura murmuraba Dios.


Era un día cualquiera entre semana,

de alegría lloraba Santa Rosa, el mundo

o yo era un cúmulo de temblores,

había en el aire rumores y estelas,

fue así de simple el día en que conocí a mi hijo:

diecinueve de enero de dos mil veintitrés.


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