Nunca olvidaremos el 11 de septiembre. Ese día se cayeron las torres y a nosotros se nos cayó el mundo entero. Isel no se encontraba bien, estaba pálida. Pasó el fin de semana cansada, sin ganas de hacer nada, durmiendo demasiado. Fuimos al centro de salud sin que supieran darnos ninguna razón sobre su estado, recomendándonos ir al hospital y así hicimos. Esperamos nerviosos pero Isel sonreía todo el rato. Después de pasar por varios lugares, acabamos en el área de ginecología y obstetricia. Nos separaron unos minutos que yo utilicé para dar vueltas de un lado al otro de la sala de espera. Estaba tan asustado que empecé a recordar todas las oraciones y me puse a recitarlas una a una, muy despacio, mientras recorría repetidamente los metros de aquel salón blanco. Al cabo de unos 45 minutos Isel salió espléndida del lugar, con una sonrisa hermosa en su cara. Vista así, a la distancia, se me calmaron rápidamente los nervios y volví a respirar de forma normalizada. Me acerqué a ella y me agarró las dos manos, me metió en una habitación y me dijo sin que la noticia le hiciera perder la belleza ni la alegría: Pedro... no pasa nada, tengo un tumor y me tienen que operar... ahora el médico nos lo explicará todo. No dio tiempo a más, en cuestión de segundos un médico nos contó todo el proceso que nos esperaba; las decenas de pruebas previas a la operación. Yo estaba de pie e Isel sentada, la miraba asentir mientras el médico enumeraba esas palabras tan largas con que nombramos a la enfermedad. Empecé a llorar como un crío, casi me caigo al suelo y la enfermera amablemente me ofreció una silla que yo rechacé porque necesitaba salir lo antes posible para gritar con la prohibición de todos los decibelios de todos los sistemas planetarios de todo el universo. En mi cabeza sonaba todo el rato esa palabra, esa enorme palabra llena de miedo: tumor abdomino-pélvico gigante sospechoso de malignidad. Isel mantuvo las formas todo el tiempo, la acompañé al baño donde aún no dejaba de sangrar. Salimos a la recepción donde nos dieron las citas de todas las pruebas venideras; luego salimos a la calle donde una mujer musulmana con una pierna vendada y dolorida y su hija esperaban los taxis que no llegaban e Isel se ofreció a llevarlas. La preciosa Isel inconsciente aún de todo. Vivían en un lugar que no nos pillaba ni por asomo de camino y, en mitad del trayecto, perdidos en mí del todo los nervios las invité a salir, cosa que comprendieron en mi perfecto castellano lleno de rabia y de dolor.
Sé que no supe estar a la altura. Luego vinieron las llamadas, la comunicación a los familiares; el abandono de trabajos y proyectos. Nos dimos cuenta, en cuestión de nada, de lo que en verdad importa en la vida: nosotros, nosotros, nosotros sin más. Me fui calmando con las horas y empecé a entender que tenía que ser más fuerte que nunca para que el proceso fuera más sencillo y llevadero para los dos. Me vestí con la coraza que aún me protege y salí adelante la primera semana llena de papeleos y pruebas de todo tipo: electrocardiograma, radiografía, TAC, resonancia magnética, analítica, ecografía... Como no podía dormir, me pasaba las horas frente al ordenador buscando respuesta a todo. Me hice especialista en tumores de todo tipo y me llegó esa palabra tranquilizadora: mioma. Todos los síntomas de Isel parecían estar causados por él. Investigué un poco y me tranquilicé al saber que es benigno en el 99,5% de los casos; aunque el de Isel fuera gigante y abarcara su abdomen entero, del tamaño de un melón, de 25x30 cm. Leí casos de mujeres que habían desarrollado masas tan grandes sin mayores complicaciones. Pero el médico nos habló también de histerectomía (extirpación del útero) y otras cosas más y que podrían llevarse a cabo. Pero nosotros aún esperábamos el resultado de las pruebas. Fue Isel quien más me tranquilizó, a veces resultaba macabra en su comportamiento, pero nos reíamos y llorábamos con ello. Se le ocurrió la genial idea de ponerle nombre al monstruo que lleva dentro. Lo llamó: Tumi. Luego se inventó el baile del Tumi, algo así como una danza oriental del vientre pues ahí está su bulto con el que tiempo atrás bromeábamos y ella solía sacar en el metro para parecer embarazada y la dejaran sentarse. Pensábamos que simplemente tenía barriguita como tantas personas y nada más. El día en el que casi me caigo al suelo de la risa fue cuando me la encontré frente al espejo, protagonizando esa famosa escena de Robert De Niro en Taxi Driver. Isel se había subido la camiseta dejando el vientre al aire, se miraba al espejo y lo señalaba, añadiendo: Are you talking Tu-mi? Are you talking Tu-mi? En fin, a mí me dolían esas cosas suyas pero nos reíamos con ellas. Nos pasábamos los días juntos, más juntos que nunca, a la espera de una respuesta; yo le suelo besar el vientre y ella me pregunta que por qué lo hago si el bicho de ahí adentro es malo y yo le digo que lo beso para todo lo contrario, para que sea bueno. Nos bajamos todas las películas tontas que existen y salíamos a pasear de una forma que no habíamos hecho nunca. No teníamos prisa para nada, nos sentábamos en un parque y dejábamos que la luna fuera saliendo de entre los edificios. Hablamos durante horas y más horas; algunos días con suerte podíamos dormir y, otras veces, Isel afirmaba que se había olvidado por un momento de todo. Yo seguía buscando y leyendo cientos de páginas médicas por internet. Luego me informé sobre el médico que nos atendió y que será quien la opere, quien resulta ser una eminencia en el campo y un especialista en la intervención que se llevará a cabo. Por fin pasaron los días y las pruebas y ayer, 19 de septiembre, teníamos la esperada visita con él. Me transmitió de nuevo una muy buena impresión y mejores vibraciones. Nos enseñó las imágenes de la resonancia y pudimos ver el tamaño enorme de Tumi. Nos dijo que parecía ser a todos los efectos benigno. Era lo que ya pensaba: un mioma que podría haber degenerado en sarcoma. Nos habló claro y sin medias tintas; nos dijo que lo peor que podía pasar era la extirpación de la matriz y que eso haría si Isel tuviera más de 45 años; pero que ahora mismo haría una cirugía conservadora de la fertilidad. Bromeó incluso con nosotros, a Isel le dijo que quedaría estupenda tras la intervención y que tendría que ir pensando incluso en cambiar todos los tangas. El tío está un poco loco, silbaba y cantaba mientras nos transmitía los resultados. Sólo le preocupaban los bajos niveles de hemoglobina de Isel, pues es anémica. Así que el lunes y martes le harán transfusiones de sangre y la operación tendrá lugar el miércoles 28 de septiembre. La ingresarán temprano esa mañana y estará unos dos horas y media en el quirófano. Nos dijo el doctor que lo más difícil no es extirpar el tumor, que es una gran masa uniforme compuesta de dos lóbulos enormes; lo que le llevará más tiempo será la reconstrucción del útero. Si todo sale bien, tendremos que ser padres en un período de pocos años. Salí contentísimo de la reunión, mucho más que si me hubieran tocado once millones de euros. Mis hermanos estaban en la sala de espera y nos fundimos todos en un gran abrazo. Además habíamos arreglado todos los papeles para que el día 24 pueda venir la madre de Isel a acompañarla en un momento así.
Esta es una prueba más que nos ha puesto la vida. Una prueba que saltaremos y quedará ahí como un mal sueño. La insondable fuerza del amor que nos une ha hecho que Isel y yo sepamos abarcar el miedo del principio. Nos hemos querido como siempre sólo que un millón de veces más. Hemos pasado del pánico a la tranquilidad, del horrible miedo, del planteárselo todo a cambiar radicalmente nuestra forma de pensar respecto a la vida. Sabemos que después de esto nos tomaremos las cosas de otra manera. Ya no queremos aspirar al mantenimiento de nosotros sino a la glorificación de nosotros, al miramiento de nosotros, al disfrute de la vida en todos los sentidos.
Convoco a todos los que me leáis para que el día 28 de septiembre tengáis presente a Isel; quisiera que el que sepa rezar que rece y el que sepa sentir sienta; quiero que una nube de buena energía nos reúna ese día. Todo saldrá bien. Ya veréis.
2 comentarios:
Nino, pocas veces comento tus textos pero siempre los leo.
Tené por seguro que mis oraciones están desde hoy para Isel, para ustedes y para que se recupere pronto y quede bien.
Un abrazo fuerte fuerte de esta guatemalteca que dejó una parte de su alma en lo más hermoso del viejo mundo.
Lo que acabo de leer es simplemente extraordinario, tu no me conoces Pedro, soy una amiga de la infancia de Isel, ella me ha hablado de ti y me mostró tu blog... Solo quiero decirte que me siento muy feliz que ella tenga a alguien como tu a su lado en estos momentos, definitivamente no pudo haber encontrado a alguien mejor. Esta prueba pasará, y ustedes saldrán de ella mas fuertes y unidos, a disfrutar como nadie de la vida. Se les tiene presente, no me va muy bien rezando, pero como tu dices tambien: El que sepa sentir que sienta, yo siento y tengo a Isel presente en mi corazón.
Publicar un comentario