Isel nació el 28 de septiembre de 2011 a los veinticinco años de edad. Lo hizo en el Hospital Infanta Leonor de manos del doctor Jesús Molero.
En la tripa le lloraban los geranios.
Puedo verla aún mientras la llevaban en aquella cama donde Isel sonreía y se mantenía fuerte, preparada para afrontar la cirugía. Todavía la veo en aquel último esfuerzo, inclinando un poco la cabeza para poder seguir viéndome a lo lejos. Todavía me saben a agrio las tres horas de espera en las que no pude contar las veces que paseé por la sala ni los océanos que me salieron de los ojos. Entonces nos llamaron y entramos a una habitación donde nos recibió el doctor y su ayudante, aún vestidos con las prendas que tan cerca estuvieron de la hermosa Isel. Todo salió bien, cinco kilos de tumor y útero insalvable; nos dijo el doctor que era como si un globo se hubiera inflado deformándose en su expansión. Pero todo salió bien, el mioma salió entero e Isel conservó los ovarios. La llevaron al módulo de reanimación y, al fin, pude verla. Sí, allí estaba Isel recién nacida. Con los pómulos llenos de color, conectada a no sé cuántos aparatos, todavía sedada pero con los ojos medio abiertos. Su madre y yo nos agarramos a sus manos, ella nos miró y yo le dije: cosita bonita, tal y como pactamos para que ella supiera en seguida que todo había salido bien. Ella me miró y me dijo: Odio a Sebastián..., nos quedamos perplejos. Luego supimos que entre sueños, durante la operación, soñó que mi hermano Seba me robaba unos pantalones rojos. Más tarde empezó a agobiarse porque notaba una fuerte presión en el vientre y le costaba respirar, las enfermeras nos dijeron que era normal e Isel me exigió que llamara a alguien mostrando un fuerte carácter. Así se ha mantenido hasta ahora: fuerte, valiente, campeona.
Sólo cinco días más tarde le dieron el alta y en casa está. Sigue sufriendo intensos dolores, pero mejora a cada paso. Todos los días sale a pasear fijándose objetivos cada vez más largos. Tiene sus ataques de tristeza pero sigue abundando en ella el optimismo. Tras la operación la hemoglobina le subió de 5 a 13 con lo que tiene mucho más color de lo habitual. Sigue bella, bellísima, diría que aún más que antes. Y yo me he puesto enfermo de forma solidaria. Después de todo lo pasado me han dicho que yo estoy mucho peor que ella; pero bueno, siempre ha sido así.
En fin... estoy muy contento. En especial con el doctor, quien desde el principio se portó estupendamente con nosotros, un máquina este Jesús Molero, un tipo para echarle de comer a parte, con una personalidad muy fuerte y un humor ácido de narices. Él mismo retiró el drenaje de Isel y le puso así a pelo siete puntos por donde entraban los tubos de plástico al vientre. Y mientras lo hacía le iba diciendo a Isel, quien mientras tanto me apretaba la mano tan fuerte que me hizo sangrar, que nos queremos mucho ahora pero que nos da un año más: el amor dura dos años, decía mientras con mano diestra cosía la carne de Isel. Y cuando terminó, con Isel al borde de la lágrima del puro dolor, va y nos dice que si se queja es de vicio. Unos días más tarde fui para que me diera una receta para los medicamentos y al darle las gracias de corazón por todo lo que había hecho, empezó a fingir una gran celebración como si mis palabras le llegaran al alma, evitando ese momento incómodo. Un tipo un poco loco pero una máquina con el bisturí. Luego me enteré que en el hospital mucha gente tiene diferencias con él. Primero, porque es muy directo y segundo porque hace las cosas a su manera y sin seguir las reglas. A Isel de hecho la operó cuando él quiso, le puso los horarios de transfusiones sanguíneas cuando no se podía y le consiguió una habitación individual cuando no era del todo posible. Además nos dijeron que en cuatro días tenemos que ir a que la curen a un centro sanitario y él nos ha dicho que no hagamos ni caso, que vayamos a una hora rarísima a su consulta y él mismo se encargará del asunto. Un tío frío y distante pero que luego se vuelca con los pacientes y se pasa por las gónadas los horarios y el sistema informatizado del hospital. Leí en un blog algunas opiniones nada positivas respecto a él, la gente se quejaba porque era demasiado directo y bromeaba en el momento menos oportuno. Por nuestra parte, Isel y yo tenemos una excelente opinión sobre su labor; estoy seguro de que nadie te cuenta que tienes un mioma mientras silba pero él lo hizo y a mí, por lo menos, me hizo sentir menos desgraciado. Te dice las cosas tal y como son y punto. Fue él quien llegó al día siguiente de la operación y le dio a Isel la mala noticia sobre su útero; cuando nosotros estábamos planificando el mejor momento de hacerlo, cuando pasara cierto tiempo y ella se sintiera más recuperada, pero no. Él llegó, entró a la habitación y le dijo a Isel exactamente lo que nos contó a nosotros veinticuatro horas antes. Por supuesto la noticia le dolió mucho pero contábamos con todas las posibilidades pues él nos las explicó de forma muy clara. Su rostro fue lo último que vio Isel antes de ser intervenida. Recuerda que el doctor entró, le preguntó qué tal estaba y le dio un beso en la frente. Tres horas más tarde Isel salía nueva del quirófano.
Como os digo, Isel nació el 28 de septiembre de 2011 a los veinticinco años de edad, en el Hospital Infanta Leonor de manos del doctor Jesús Molero.
Algo más de una semana más tarde de la operación ya bromea a veces sobre la cantidad de dinero que nos ahorraremos en tampax, sobre el tipín que se le ha quedado... También piensa que seguro que hay un niño por ahí en cualquier sitio del mundo que nos necesitará mucho más que el nuestro propio. Al fin y al cabo ella y yo estábamos destinados a ser felices y extranjeros juntos siempre.
Gracias a todos los que os habéis preocupado por ella y nos habéis mandado hermosas palabras de ánimo cuando más lo necesitábamos.
Todo salió bien.
Ya os lo dije.
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