He bebido de todos mis charcos,
chapoteado sobre mi sudor,
mojado mi camino con destierro
regado de ciencia y de poesía.
Soy el ciclo de mi agua, soy
el tumulto de mi antifaz,
me he prendido tantas veces
que no reconozco mi hoguera.
Carteles cuelgan de mi frente
para pedir mi búsqueda,
nubes con la forma de mi cara
llueven sobre el rostro de mi hijo.
Algunas palabras me piden
salir al trasluz de mis ventanas,
y esto ocurre los días dorados,
las tardes absurdas de neblina.
Volveré alguna noche a visitarme,
justo el momento en que no esté en casa,
ancha es la era por la que me pierdo
y basto el bastón sobre el que medito.
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