Hoy sí reconozco el fluido mundo de mis adicciones,
mi corazón es una orquesta de músicos febriles,
mi cabeza deja de sopesar el bien y el mal en su ahora,
no veo sino el paso siguiente del tren que descarrila.
Todo yo soy la vía que une mis sitios,
pero están estos perdidos, maniatados,
nadie sabrá nunca lo que estoy haciendo
pues tampoco yo sé si algo va o llega.
Si pudiera elegir estación la llamaría huida,
sería ese lugar donde gritábamos despiertos,
allí sueño con estar algún día, en su bosque,
en la cima misma del apagón y la aventura.
Pero, puesto que estoy sobrio y duermen los niños
y todavía los pájaros no discuten y hay sombras verdaderas,
viajo tan quieto como puede hacerlo una estatua,
tan malherido como el animal que he atropellado.
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