No hay un poema
en cada esquina
como no hay ningún verso
aquí.
Yo no sé qué manía
con recorrer aranceles,
con levantar azulejos
ni para qué.
Qué intención de mirar
a las cosas
como si no fueran cosas
sino palabras.
Qué magia la de la joven
que pasea al perro cada tarde,
qué frases tan pequeñas
maneja su cordel.
Con qué misión miramos
las estrofas en las faldas,
tapamos las mesas del desnudo
con las rimas del mantel.
Y todo ello por inercia,
destapando en las dendritas
una buena idea, un recodo audaz,
un marchito opaco neceser.
Pero yo digo: ¡BASTA,
eso es una piedra,
ahí no hay poema,
no me seas poeta
y CALLA de una vez!
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