rítmica sin reminiscencias,
la desidia completa, la divina generación
deseosa de cambio en los sillones.
Yo escucho las voces y admiro las gargantas,
asiento en mi asiento las fluctuaciones,
los convencimientos, yo digo sí de víscera
y aplaudo las partidas silenciosas de ajedrez.
Y rechazo igual las moscas en las bocas,
los miembros invisibles de la mina que estalló,
las caderas enterradas, yo digo no de palabra
y me abrazo a los hilos cómodos del cojín.
Somos la generación perdida del descanso,
los hedonistas del tiempo, algarrobos de la furia;
nuestra camisa fue planchada por las hijas de la guerra,
somos el cordón umbilical del bostezo en alborozo.
Se nos abre la boca de puro cansancio
y nos salen poemas henchidos de almohadas,
tenemos las pistolas hasta arriba de razón
y al apretar el gatillo sólo escupen las acacias.
De verdad que no entiendo el rastro menudo
de brillante sudor en la mejilla del espaldar,
mucho vamos a tener que disparar para mojarnos.
Estalló la gran guerra de las pistolas de plástico.
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