El recital comenzó con mi poema Desidia, que hace poco recomendaba el neorrabioso en su blog y lo leí con intencionada fuerza imaginando su presencia cercana, sobretodo en ese verso de: tenemos las pistolas hasta arriba de razón, que sirvió de entrada en su neorrabiosfera un día y que agradecí profundamente en las ausencias. Aunque no nos conozcamos, este Batania consigue que todos queramos esforzarnos en escribir mejor y que todos deseemos con cierto temor su presencia en los recitales o una camiseta o una de sus famosas pintadas. Siguieron muchos poemas más mientras yo me calmaba y podía dedicar nanosegundos de memoria a la entonación de los versos. Fueron cuarenta y cinco minutos de transcripción de miradas, de desnudo metafórico y de voz seca que ni me molesté en saciar aunque fuera brevemente. Decidí terminar con Houston, tenemos un poema; pero me supo a poco, así que saqué el cuaderno del bolso donde tenía escrito el poema que he dedicado a la profesora que me inició en esto de las palabras hace muchos años y que se jubila pronto y del que no tenía la seguridad y con el que me la imaginé allí delante, con sus sabias arrugas de cartapacio observando a la criatura engendrada de su pasión por lo que se dice.
Luego vino el único aplauso de la noche y las palabras de los presentes que tildaron mi gratitud en mis desarrollos; que agradecieron mis ritmos y se preguntaban sobre el ingeniero que me he comido y sobre el poeta de que me nutro y sobre el pintor al que tengo en huelga de hambre. No hubo muchas preguntas; la mayoría aclamaban mis versos por su amalgama, por el tumulto de las imágenes sometidas al embudo de su secuestro y yo les hablé de Jaén y de la sombra del olivo donde me sentaba a escribir y de cómo al llegar a Madrid decidí subirme a sus ramas para verme la sombra. Y yo agradecía con prisa los piropos ante el desconocimiento de las bocas que los pronunciaban, sin demasiada creencia mas agradecido pero esperaba a Mandy, quien regresó a mi lado para mostrarme su sorpresa; desconocía en mucho lo que yo hacía y la presentación primera fue tan sólo el esbozo de lo que había leído en mi blog, de lo que había compartido en alguna tertulia con los Poekas y poco más. Y dedicó unos minutos a dar su opinión a viva voz y me abrazó como uno de los buenos y me vio un poco Huidobro y notó las siluetas de la pintura en mis estrofas y contó los electrones que a veces me salen y luego se despidió un poco, sabedor de su regreso a la tierra cubana, pero me vio el azul y me llamó diablo y se emocionó un poco menos que todos los demás por sus palabras y me rozó con su espada el hombro y yo no sé que diablos vio en mí que quiere que lo sustituya en los recitales cuando él no esté.
Más tarde Carlos Muquitay me agradeció a Miguel Hernández, y Nuria me aprobó en verso y Francisco Javier me dijo que el ingeniero también analiza a las palabras. Y hasta contemplé una bella lucha entre el guerrero colombiano que es Carlos y el estruendo sideral de nuestra Noelia. Y hubo abrazos y besos y despedidas y en la puerta dos mujeres no poetas afirmaron reflejarse en mi poesía y es eso lo que más agradecí.
Finalmente paseamos los amigos de siempre entre el fresco de la noche de ayer; muy despacio, compartiendo los designios, otorgando a las esquinas la lentitud. La poesía une, la poesía embriaga; de vuelta a casa soñé con los resquicios. Y antes de dormir, lo de siempre; leer hasta quedar henchido. A la mañana siguiente, la de hoy, no quedaba rastro de mis diabluras y casi no hubo poesía; definitivamente no todos los días uno se levanta para ser un diablo azul.
2 comentarios:
Nos veremos seguro, PEDRO, y te llevaré tu camiseta, pero el sábado trabajaba (sólo libro dos días de cada ocho, y siempre trabajo de noche).
Me alegro de que te haya salido bien, a pesar de eso de "el único aplauso de la noche", que ha sonado un poco tétrico.
Abrazos cachicuernos.
Hasta pronto.
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