jueves, 20 de octubre de 2011

Reencuentro con Poekas

Poekas: menudo grupo. Hay que ser estúpido para permitirse estar así como un año sin saber nada de ellos; siguiéndolos sólo en las breves referencias que Elena cuelga en el blog y poco más. Sí, hay que ser muy tonto y yo lo he sido este tiempo. Entregado al trabajo como si sólo eso existiera, amargado con las cuentas para que todo cuadrara, animando a Isel a acaparar el mundo con nuestra resistencia abnegada y feroz al sistema. Menuda estupidez.



Menos mal que hoy, 20 de Octubre y cumpleaños de uno de ellos: Alberto Yago, me reencuentro con ellos. No esperaba grandes cambios, en el sentido de que los integrantes de Poekas ya eran grandes cuando los conocía y seguían así enormes, tremendos desde su sencillez. Daban un recital en el aula magna del edificio del rectorado de la universidad Carlos III de Getafe en homenaje a Gabriel Celaya. Seguían siendo espontáneos, concisos, breves y mantenían esa pasión a la poesía; pasión que arrastran desde hace cinco años ya y que mantienen como si hubieran empezado ayer, sin rendirse aunque el tamaño del lugar hiciera tan pequeña a la veintena de receptores que estaban sentados a la escucha de los versos.




Fugazmente los saludé a todos y me senté a su lado, con los poemas que nos habíamos repartido del maestro. Llegué tarde al evento porque me perdí pero allí estaban esperándome. Un chico, Jorge, ya estaba a la guitarra esperando acompañar a las palabras previamente escritas y que nosotros leeríamos después. A Isel la tenía justo enfrente pero varias filas por detrás de todos. Una rápida mirada bastaba para que yo pudiera encontrar el mundo en aquella cosmogonía.
Empezó José Antonio haciendo una breve introducción y poniendo en su boca los versos de Celaya. Siguieron Elena Moratalla, Alberto Yago, Maribel Alonso, Martín Lozano y finalmente yo mismo leí otros tres poemas. A continuación se puso un vídeo que José Antonio ya preparó para un homenaje anterior al poeta y terminamos en un pequeño aplauso que nos reunió a todos en el centro del escenario para tomar una foto que inmortalizara el momento.




Cada poema tomó vida propia en la boca de cada uno. Poesía, sociedad anónima quedaba perfecto en la voz de José Antonio, Elena Moratalla triunfó con ese carácter suyo y esa dulce voz al leer Biografía donde se resume la vida del poeta. Alberto Yago ya fue aplaudido desde el principio porque un año más pasaba por sus ojos y le quedó impecable La felicidad, ese pecado, a él que es un hombre optimista y alegre. Maribel Alonso dramatizó algunos de los pasajes en prosa que dejó escritos Celaya y aportó algunas ideas que recaudó sobre el poeta en las noches anteriores. Martín Lozano estuvo cercano y permitió sacar alguna carcajada; me gustó mucho que dijera que de haber seguido vivo hoy el homenajeado estaría con los indignados, en el mismo epicentro de su causa gritando al aire sus versos. Yo leí, entre otros: La vergüenza de ser feliz, un poema al que siempre le he tenido mucho cariño.




Después seguimos hablando a la salida. Alberto Yago me dejó sus últimos versos para que les echara un vistazo, esperando de mí una opinión sincera que le daré encantado. Quedamos para el próximo martes, una vez más, en el centro cultural Paco Rabal, donde no se cansan de dar rienda suelta a la imaginación y compartir sus versos. Les presenté a Isel y quedaron como suele quedar todo el mundo cuando acaba de ver una estrella fugaz.




Luego llegué a casa y parecía que fuera ayer la última tertulia.




Lo dicho: hay que ser estúpido para dejar que pase un año sin permitirse un reencuentro tan satisfactorio.

1 comentario:

José Antonio dijo...

Gracias amigo, compañero. Conmovedoras palabras que van arropando este extraño otoño que se hace de rogar. Como el rescate de los versos celayanos, que parecen haber sidos borrados de nuestra memoria colectiva. Tu lo has dicho. Hay que ser estúpido, estúpido para no lanzarse a la calle y gritarlos todos a una.

Un abrazo para ambos.

José Antonio Sánchez