domingo, 9 de noviembre de 2014

Sobresaltos

Nada está lejos si la distancia es el poema. No era tan tarde pero lo parecía porque ya sabemos que hace poco cambiaron la hora del reloj para traernos antes la oscuridad y así se pasa la media tarde pensando en si está ya o todavía no cayó dormida.

Llegamos casi puntuales, el recital empezaba a las 19:00. Claro que, al no conocer la zona, tardamos en aparcar y luego nos metimos en el lugar que nos pareció que era pero que no era en absoluto; eso sí, al entrar en aquel centro cultural lo pregunté: ¿Es aquí el recital? Y muy amablemente me dijeron que sí, así que al entrar y ver a todo un coro me dije: “Madre mía los medios de que dispone Concha, esto va a ser increíble”, cuando pregunté más: ¿Pero es aquí el recital de Concha Morales? Me dijeron que por supuesto que no y nos indicaron el lugar donde posiblemente fuera, un lugar escondido, como secreto. Llegamos y claro, ya estaba Concha recitando, acompañada de la guitarra que tocaba muy bien un amigo.

Yo no había escuchado nunca antes a Concha, su poesía me era desconocida y fue eso lo que me motivó para ir a verla, aprovechando que era fin de semana y que es cuando puedo acudir a los actos poéticos. No sabía, por ejemplo, que su poesía ronronea porque, en el fondo, en su poesía hay mucho gato saltando y salvándonos la vida. Destaca el ritmo, ya no sólo escuchado de su boca sino que, en la noche, ya en casa, cuando eché un vistazo a su Sobresaltos me di cuenta entonces como lector y no oyente, que funcionaban sus versos en mi ritmo de lectura. Escribe Concha una poesía sencilla en la que, de vez en cuando, introduce una imagen muy potente que descoloca el desarrollo más o menos lineal anterior; quiero decir que me encantó visualizar ciertos brotes surrealistas que me recordaron a la poesía inocente de Gisèle Prassinos, una poesía que tiene en Concha los zapatos puestos en el suelo y que, de repente, clavan su tacón en el corazón de las nubes.

Fue el recital como esos conciertos donde el artista muy conocido lleva a sus amigos y lo acompañan cantando. Amigos y hermanos salieron a leer poemas de Concha, poemas con los que ella ha ido saltando y asaltándolos en el tiempo. Me pareció preciosa la labor del poeta cuando llega a tocar a tanta gente como ayer se demostró. Hubo una mujer que se emocionó terminando de leer una de las poesías. Fue estupendo.

Y por si fuera poco, hubo firmas de libros, unas cervecitas y unos vinos con algunos aperitivos muy ricos. Hasta el postre tenía un nombre muy acorde con la poesía de que disfrutamos: buñuelos de viento. Concha nos regaló unos marcapáginas preciosos y originales que hace su amiga Silvia, de Granada; y disfruté mucho de la compañía de Lidia, la editora y su gran madre: Isabel.

A casa regresamos en nada porque, en parte, era como si no quisiéramos volver o porque nos dejaron pensando los besos de lunas con los labios pintados y la idea de que no es para tanto nunca la distancia ni los sinsabores. Concha lo dice muy bien: “los sinsabores se adormecen como la siesta dulce de los gatos”.

En serio, nunca me hubiera imaginado que pudiera la poesía ronronear.

1 comentario:

KONCHA MORALES dijo...

Nino, gata soy, gata me siento y gata siempre agradecida a unos comentarios tan espléndidos y sinceros como los que me dedicas (y a mi poesía) desde tu blog. Me dio una gran alegría verte (veros a ti y a Isel) aparecer en el coqueto y acogedor cuarto de estar en el que entre todos convertisteis el lugar por donde revolotearon mis poemas. Para mí fue una tarde inolvidable. Después de leer esta crónica, el regusto que me queda tardará tiempo en borrarse. Dulce, dulce como el sabor de los buñuelos de viento que degustamos después del recital. Un beso fuerte.