en compañía de las bestias su corazón se regocijaba con las aguas.
Tan recio como un fragmento rocoso del cielo es su vigor.
es alguien que ha nacido en la montaña,
alguien que leche de las bestias ha mamado.
Cualquier cosa que haga es viento.
Humbaba, cuyo bramido es el Diluvio,
cuya boca es fuego y cuyo aliento, la muerte.
¡Álcense los trece vientos para que se torne oscura la faz de Humbaba...
¡Oh montaña! ¡Tráeme un sueño, para que pueda yo ver una señal propicia!
El sueño que se desliza sobre las gentes sobre él cayó.
Los barrancos arrastraban su sangre.
¿Soy yo alguien que mastica pan de escándalos y maldiciones y cuyo manto contra el frío son los juncos?
me vestiré con la piel de un león y andaré recorriendo la estepa
¿Cómo no va a asemejarse mi rostro al de uno que emprende un lejano camino...
Mi amigo, un mulo suelto, un onagro del monte, una pantera de la estepa...
Mi amigo, al que yo amaba, se ha convertido en barro.
Enkidu, mi amigo, al que yo amaba, se ha convertido en barro.
Al loco se le dan posos de cerveza en vez de mantequilla, salvado y molienda en vez de harina.
La humanidad es algo cuyo linaje se quiebra como la caña de un cañaveral.
Nadie ve la muerte,
nadie ve el rostro de la muerte,
nadie oye la voz de la muerte.
La furiosa muerte es la que quiebra a la humanidad.
En un momento dado edificamos una casa,
en otro, formamos una familia,
un día los hermanos se reparten la hacienda,
al día siguiente surge la enemistad en el país.
Otro día el río creció y trajo la inundación,
la libélula aparece flotando en el río.
Su rostro contempla la faz del Sol,
pero entonces, ¡ya no hay nada!
El prisionero y el muerto ¡cuán parecidos son el uno al otro!
No pueden dibujar la figura de la muerte.
A un hombre nunca un muerto dirigió el saludo en el país.
Los Anunnaki, los grandes dioses, estaban reunidos en asamblea.
Mammitu, la creadora del destino, junto a ellos decreta los destinos.
Ellos establecieron la muerte y la vida,
pero de la muerte no dieron a conocer el día.
En la mañana, hogazas, al atardecer él hará llover torrentes de trigo.
¡Amigo mío! El pene que tú acariciaste regocijándose tu corazón,
como a un vestido viejo, lo devora el gusano...
-Al que de muerte natural murió ¿lo viste? -Lo he visto.
En el aposento de los dioses está echado y bebe aguas cristalinas.
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