jueves, 5 de noviembre de 2009

Saltimbanqui


La sala está tan vacía
que se oyen coser
los forúnculos.

Pase, es sencillo,
demuestre en diez minutos
su vida de pensamientos.

Como si el mar
sólo fuera
arrecifes.

Ahora dígame su nombre
y su edad
puto saltimbanqui.

Qué experiencia tiene
en electromagnetismo.
Por favor, sea tiza.

Y tú allí como un subnormal
derrochándole a los letreros
sus avisos.

Una función es una correspondencia
¿unívoca o biunívoca?
Es unívoca, hijo de puta.

Y le digo que las asíntotas
son un amor imposible
y ya: le llamaremos.

Debí llenar la pizarra de omegas
y hacerme ininteligible.
Decir: sí.

Lleva usted razón,
granoblásticamente el mar
es una avutarda sin enseres.

Y una vaca es un vector,
y el prado rezuma
circunferencias.

Dejarlo bien claro:
existe un camino más sencillo
pero atraviese usted la catarsis.

Le haremos una segunda prueba,
nos gustó el numerito de sus derivadas,
repase usted a Fourier.

Y ya está, tú sí que sirves,
regrese de nuevo para divertirnos,
puto saltimbanqui.

Y, en el metro,
le digo no a los abordajes
y me sale un haiku:

No eres más que eso,
diez minutos de nada
en la entrevista.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Desaparecido


Si alguien ve a este hombre que llame por favor a los teléfonos de los familiares.

martes, 3 de noviembre de 2009

10 Haikus

El rocío es la meada de Dios.
Nick Flynn

Otra noche de mierda en esta puta ciudad

Mira el rocío,
parece que Dios vino
a miccionar.

Piensa que el hombre
sin techo le da casa
el asistente.

Cuando cocino
las pompas de vapor
parecen besos.

Llanto encendido.
No guarda la luz luto
en tanatorios.

En la colmena
la reina se atraganta.
Por fin el metro.

Cojo el cuchillo:
te voy a cortar la flauta
afilador.

Miro el semáforo.
Parpadean esdrújulas.
El haiku cuadra.

Te alquilo nueve
centímetros cuadrados
de corazón.

Maldito fango,
olvidó los pañales
el niño Dios.

Hall de hospital,
qué prisa por entrar
los fumadores.

sábado, 31 de octubre de 2009

Carnema I








Hay poemas que son de la piel. Este verano corrompí a un grupo de niños para que se tatuaran unos instantes unas palabras de La casa sola de Alberto Batania. Mi mala memoria no los escribió tal y como aparecen en el poema, pero la cosa ya estaba hecha. A esta unión de carne y poema los he llamado carnemas. Aún me dan miedo las paredes pero un día... un día.


Bicéfalo

Nací bicéfalo.


Cuatro
kilos
y medio
de dolor.


La angustia de mi madre
atravesaba mi cordón.
Nací poeta a la fuerza.


Como dos gotas de sangre
me parecía a mi hermano muerto
dos meses antes de que yo arribara,
como dos gotas de agua
fueron nuestros nombres.


Nací dos veces.


Mi infancia incordiaba al limonero.
Mi infancia era de flores de cementerio
que yo colocaba sobre mi tumba
rezando el padrenuestro
por mi alma.


Soy siamés de mí,
compartimos los tendones
yo y mi reencarnado;
mi ingeniero y mi poeta
se
contra
dicen.


Lo primero que escuché al nacer
fueron las raíces negras de mi madre,
mi bebé se limitó a sonreír, cuentan,
juro que mi otro me obligó.


De mi hermano heredé el tumor;
él lo soportó tres años
y me pasó el relevo.


Como nací por dos
ahora veo doble
y sufro doble
y doblo las esquinas
al reír.


Sabed ahora el tormento
de las encrucijadas,
yo el aposentado en los caminos,
yo el de doble decisión.


Nací sustituto.

jueves, 29 de octubre de 2009

Crochet


Tan sencillo como que Dios
te hizo crochet
en los ojos.


Cómo explicar, si no,
las colas, los puentes
abarrotados de nobleza
que esperan adularte
el torreón.


Tan fácil como que tus ojos
son molinos
que abatanan la consciencia.


Hereje que eres del medievo,
qué clase de hechizo osas
adjudicarme,
yo, que truco las armonías
por si desespero.


Trivial como que los demonios
aprendieron punto de cruz
para hilvanarte.


Qué sentido, pues, las manías
que me aferran a tu figura,
los corchos que te hacen portal
y qué santidad me envuelve
a mí, el poco Sebastián,
qué flechas me suturan.


El trébol de mis suertes,
el hambre de mis huestes,
qué nuez y qué palanca
acurrucan mis desgastes.


Conciso como que la sangre
es el alimento que requieres
y desechas.


Dame tu beso, diablo,
toca el piano, huésped,
parásito del corazón;
te alquilo gratis las verbenas,
elastizo para ti las venas,
sé mi malvado redentor.


Sencillo como que el veneno
adecua con precisión
las desgracias.


Y con qué alegría se suicidan
los cartapacios.


Admito mi derrota.


Quiéreme al tiento.


Me basta el aliento
del licor.