en el cónclave del lujo anacoreta
dormimos la siesta, tajamos el Tajo,
atajamos la luna por inocuos deslices.
Ha sido un logro lazar las piernas,
desayunar frente a un río nebuloso,
pasear por Cáceres románicamente
y perder la cuenta de los siglos.
Somos estatuas que caminan
al abrigo de la cuna del tendal
y de Isel subo los escalones
para alcanzar a ver la tierra.
Subido al montañoso amor de las higueras
con los brazos en jarra y periscopio
diviso un labio, un ganglio y me acopio
de la extrema luz de la charnela.
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