con los quicios, resquicios de las eras,
a la noche la estría de los senos
sin leche me apetece en la garganta.
En cada casa hay un viento de escalera,
en cada metro hay un grillo despejado
y en mi cama los abrazos, las cunetas,
los suplicios de las curvas de costado.
En la leña se acurrucan los temores,
en mis manos, los ojos, los terremotos,
las anatómicas explosiones,
el bolsillo llorando a borbotones
su falta de carcasa.
Y yo en el centro
de todas
las manifestaciones
amando el mauro moho de las miserias,
degustando la abierta herida de las cosas
y arañando desoxirribonucléicamente
a Isel, a Isel, a Isel.
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