sábado, 19 de febrero de 2011

Control

Tú dime para qué te levantas, estúpido,
dime qué vas a mirar ahora
si no parámetros analógicos,
dime qué consecuencias,
dime a qué vas allí, a qué ahora,
donde aún se reposa el cuerpo límite,
el acerbo renaciente en la cúspide
del carcoma
donde se nutre
el colapso.

Tú dime cuerpo disidiente, qué horas,
adónde esa prisa por llegar a nada,
qué maniobrática fortuna buscas
en los perfiles de la granítica vida
donde se han acumulado a sabiendas
los meandros.


Venga, échale cojones, a qué entonces
te aceleras para llegar a concluirte,
a qué esas ganas por malgastarte en informes
donde habrás de reposar el beso dado
allí en la madrugada donde nada se nota
y pasa desapercibido, qué cuentas harás,
qué demostraciones.


Saca el lápiz y apunta:
has perdido tres horas en divagaciones
en torno a simulacros que poco te importan,
tres horas donde has podido nada menos
que medir el labio de Isel, el verso,
tres horas, por Dios, tres horas
en las que te ha dado tiempo
a saber que tu trabajo es una mierda,
que Yuja Wang toca el piano como Dios,
que hay versos por ahí aún hoy día,
que hay versos por ahí, maldita sea.


Tú dime, cuerpo, dime
qué haces aquí, en esta hora,
a qué aspiras
con tu tarjeta de crédito a todo deber,
con tu piso a todo pagar, con tu alma
a todo encontrar,
con tu fortuna que sueñas, mierda,
tú dime a qué viniste
si no a derrotarte en la rotura
de los sueños del tratado.


Dime algo,
puto animal acostumbrado
a que te controlen,
joder, no te calles, mierda,
dime algo.

1 comentario:

F.J.R.M. dijo...

No hay huevos de echarle cojones.