El viernes: menudo día. En la biblioteca elegimos cada uno tres películas: yo, V de Vendetta, Isel, Tiana y el sapo, Yo, Entrevista con el vampiro, Isel, Cuento de Navidad, yo, 1492, Isel, En busca del dorado. Luego miramos los libros, yo me voy de cabeza a la sección de poesía e Isel se queda entre los estantes de psicología y astrología y se pilla dos que luego usa, por el camino, para sacar juicios astronómicos sobre mí. El camino de vuelta a casa lo hacemos lento, demasiado lento. Isel suele evadirse en la lluvia pero no en el calor y me extraña que, a cada rato, se pare a mirar una fila de hormigas en la acera, unos niños jugando en el tobogán, dos perros iguales que parecen hablarse uno frente a otro como ella y yo nos hablamos cuando no hay nada más que decir. Me invita a sentarnos en un banco y saca uno de los libros que lleva entre los brazos, me lo pasa con timidez porque sabe que detesto ese tipo de literatura, si es que se le puede llamar así: Aprenda a leer el rostro de las personas. Suelto una carcajada porque la propia Isel se ríe de ella misma al verse interesada por temas así. Entonces abre las primeras páginas y compara los dibujos de las cejas con las mías, en seguida encuentra la que más se me parece y empieza a describir el significado: Persona seria y responsable, con tendencia al éxito. Las personas con las cejas pobladas tienen capacidades innatas para el aprendizaje y el desarrollo profesional, blalblalblaalblalblaal…. Muy pronto le pongo tres o cuatro ejemplos de personas con tales características y en las que nada tiene que ver el pronóstico. No contenta con ello Isel se pasa entonces a los ojos y nuevamente lanza su veredicto. Yo intento explicarle la inmensa chorrada que me está contando y, poco a poco, empieza a desistir aunque sigue ojeando el libro mirándome a la vez. Yo abro uno de los míos y leo unos minutos mientras sé que ella encuentra perfecta concordancia entre mis rasgos y los que se explican en su libro irrefutable. Le doy un beso porque el sol reflejado en la pared blanca de enfrente hace que le brillen los ojos aceituna. A continuación me dice, no te lo pierdas, que quiere ir al parque y no es Isel chica a la que le guste mucho pasear. Como no me apetece le digo que no, entonces propone ir a tomar una caña y ahí sí que no me niego. La cerveza está helada y eso me levanta un poco el ánimo, no soporto el calor, no me deja dormir y yo tengo que dormir para no hablarme demasiado. Isel no para de mirar el teléfono, la noto nerviosa, a penas bebe de su cerveza que acabo por tomarme yo y me mira como si algo estuviera a punto de suceder. De repente y, cuando yo ya empezaba a animarme y estaba a punto de pedir otra birra al camarero me plantea irnos y así hacemos porque percibo que es lo mejor. Si toda la tarde me había arrastrado a paso de hormiga por las calles, ahora se mueve deprisa y está deseando llegar a casa. Me enfada un poco y se lo hago saber: Isel… ¿qué prisas tienes? Antes me parabas para ver un hormiguero y ahora mírate… Sí, perdona… es que quiero ir al baño. Ahhh…
Los cinco minutos que separan el bar de mi casa son suficientes para que vuelva a sudar lastimosamente y me regrese el mal humor. Nada más entrar, ya por el pasillo y de camino al dormitorio, empiezo a quitarme la ropa para meterme de cabeza en la ducha. Cuando entro en la habitación: ¡¡¡Búuuu….hhh!!! Hay dos personas conocidas, muy conocidas. Me asusto porque los muy graciosos estaban esperando tras la puerta y me dieron un susto de muerte. Eran mi hermano Seba y su novia Carolina. Se ríen por mi reacción cobarde pues yo ya iba a esconderme o a coger el cepillo de la cocina o a esconderme detrás de Isel o yo qué sé. Al verlos allí, inesperadamente, me da un subidón de adrenalina, me siento embriagado, así, en décimas de segundo planifico un nuevo fin de semana diferente; los abrazo, les doy dos besos, caray, digo, vaya… no lo esperaba… y entonces Isel se ríe y ya me cuenta que me estaba entreteniendo todo el rato para que ellos entraran en casa en mi ausencia. Vaya tres. En seguida les conté mis planes de los últimos días, mi deseo de escapar lo más posible de la mano de los empresarios para hacerme yo mismo uno con un pequeño local donde impartir unas cuantas clases y nada más. Tanto es así que lo primero que hice fue llevarlos en coche al local que nos ha gustado a Isel y a mí y en donde soñamos probar un nuevo comienzo. Les gusta y hacen que me guste más a mí y que me lo imagine con su cartel, con sus alumnos en la puerta fumando un pitillo entre clase y clase, con las carpetas, con la bonita Isel en el escritorio facturando los futuros. Para celebrar la nueva y buena venida nos vamos al bar a seguir charlando y tomar unas cervezas. No nos liamos porque, en seguida, planeamos el sábado y en el tendedero de las ojeras de todos cuelga el cansancio de toda la semana y que tarda toda una noche de viernes en secar.
Al día siguiente me levanto muy temprano, sí, sé que es sábado pero yo madrugo todos los días aunque no quiera, debe ser genético. Veo que mi padre ya me hizo una perdida un poco antes y me imagino qué hará a esas horas. Yo me pongo con mi proyecto de empresa el cual quiero terminar cuanto antes y presentarlo al banco a ver si se digna a echarme un cable. Isel se levanta la segunda, viene al salón, y me da un beso con sus ojos de zombie. Hablo un rato con ella porque para ese día teníamos programada una barbacoa por la celebración de su prima en Paracuellos del Jarama. Dice que no pasa nada, que aunque haya venido parte de mi familia pasaremos a saludar, felicitarla y nada más. Eso sí, haremos chimol, cosa que ya se lo prometió a sus primos (el chimol es un acompañante de las barbacoas hondureñas y consiste en una vinagreta de pimiento verde, pimiento rojo, tomate y cebolla muy picados acompañados de una pizca de sal, aceite y vinagre). Nos tomamos la mañana con tranquilidad, desayunamos todos juntos y luego salimos a dar una vuelta. Cuando es la hora, marchamos a Paracuellos. Nada más entrar por la puerta y para mi sorpresa, me lanzan globos y todo el mundo empieza a felicitarme. Pensaba que era una broma o que esperaban que llegara la del cumpleaños pero no, qué va. La bonita Isel me había preparado una fiesta sorpresa en mi honor; por una parte para celebrar mi cumpleaños el cual me niego a celebrar todos los años y que fue el 6 de mayo; por otro lado, para hacerme ver que no estoy solo, que hay mucha gente que me quiere y que está ahí, eso último mucho más importante que las vueltas que ha dado la tierra alrededor del sol y que yo he podido contar. Tardé más o menos media hora en ser consciente de ello, tardé más incluso. Resulta que sí, que llevo bastante tiempo un poco deprimido y no por sentirme solo pues la soledad es un terreno que conozco bastante bien y aprecio aún más. Es por cosas que ya he contado aquí y que soporto como otras muchas personas. Me siento estafado cada vez que salgo a comprar lo más mínimo, no digamos ya con el trabajo; me da asco darme cuenta y ser consciente de la inmensa manipulación y que parece abarcarlo todo. Me afecta y me entristece. Menos mal que últimamente me llaman mis alumnos con sus resultados estupendos en selectividad y demás asignaturas. Ayer mismo me entero de que he ganado un concurso de matemáticas. En fin… no está mal. Pero como ya llevo meses en los que estoy hasta los mismísimos de depender de cuatro inútiles, de que me pongan mala cara hasta para elegir mis propias vacaciones, de ser algo que no me dejan desarrollar… pues me planteé el hecho de hacerme autónomo y comencé a estudiar todos los pasos a dar. Supongo que no será muy difícil conseguir el trillón de permisos y licencias, el problema es que nada más empezar, con toda la ilusión del mundo, empiezan a venir los problemas. Los locales piden, no te lo pierdas, cuatro meses de antemano, el propio primer mes, dos meses de fianza y un mes de agencia porque también la inmobiliaria tiene que pillar cacho. Así la mayoría, los demás que si aval que si nóminas que si foto de mi frigorífico abierto, que si marca de coche y calzado… la madre que los parió a todos. Y en el banco se descojonan por lo bajo cuando les pides un crédito, uno pequeñito para cubrirte las espaldas antes de tirarte a esta inmensa piscina sin agua. Al director se le iluminaba la cara al leerme los suculentos intereses. Toda esa amalgama de vivencias consiguió que mi carácter fuera aún más agrio y es lo que movió a Isel a prepararme la sorpresa. La preciosa Isel… es tan inocente que todavía no se ha dado cuenta de que la mayor recompensa que he obtenido en mi vida es ella misma sin más; lo que pasa es que al tenerla a ella a mi lado me gustaría dedicarme de lleno a algo que me gusta de verdad y sin que nadie me ande tocando las narices constantemente y que no se las toquen a ella, ya no, nunca más, no ahora.
Y voy a hacerlo, lo supe cuando estaba allí, en Paracuellos del Jarama, a las seis de la tarde, con buena parte de mi familia alrededor y de Isel, tomando unos vinos y riéndonos de todo. Lo supe justo cuando mi hermano le daba la vuelta al costillar y mi cuñada se reía a la sombra de las sombrillas, cuando mis nuevas primas de Centroamérica compartían su música y hablaban del sol al otro lado del Atlántico pero lo supe sobre todo cuando Isel me miraba sin miedo, cuando Isel me abrazaba y me hablaba de que sus primitos fueron quienes inflaron los globos que ahora estallaban a modo de celebración por el calor del Madrid veraniego. Fueron los globos, yo miré esos globos que reventaban por la presión, por una teoría cinética de los gases de lo más simple, fue por los globos reflejados en los ojos de Isel que yo me vi a mí mismo hincharme hasta ocupar todo lo que mi carne era capaz de soportar y entonces: plaaaaffff!!! Ser aire, ir al aire y respirarlo con todos mis átomos abarcando la atmósfera. Me sentí a gusto y vi con claridad todo lo que sería capaz de hacer por esa chica extraña que ha despertado a mi dormido.
A veces explotamos porque el aire ha de ir al aire si se quema de presión. Y todo eso empezó el viernes por la tarde. El viernes, menudo día para ser un globo.
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