Mirad al poeta
cómo muerde el brazo
que sujeta
su cuchara.
cómo muerde el brazo
que sujeta
su cuchara.
Fijaos en la manera con que
sus ojos trazan horizontes
en los desiertos
defendiendo el puñado de arena
que es suyo.
Espiad sus andanzas de noche
cuando sale a las repisas
a robarle la sal
a las nieves.
Veréis con qué cuidado
se ha clavado en la sien
las curvaturas
del universo.
Su corazón
es una máquina
de escribir
y su sangre
es el dique
del arroyo.
Y ahora comed, sí, engullid
el lastre de su portafolios,
sentiréis en el estómago
mandíbulas llenas de cuevas,
sentiréis en los huecos
las sillas vacías
donde las islas se asientan
a ser vistas por los mares.
No hagáis propias
las pánfilas similitudes,
no dejéis que las planchas
os hagan surf en las retinas.
Sed otro.
Sedme
ahora.
Así
es
el naufragio.
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