Nos hace humanos la catástrofe
y las gradas están hechas de chabolas.
Suena un disparo y, como el rayo,
la carrera armamentística se adelanta
dejando su relevo a lo solidario
y los países pierden la respiración.
Se saltan vallas soldadas de brazos,
cuadras delimitadas por cuellos
y gargantas que ayer tuvieron voz.
Tenemos cien mil metros de maratón,
un corazón anaeróbico
y todavía hay atletas que se empeñan
en dar agua al arrojo que descuidaron.
A la meta llegan todos a la vez
y en los podios condecoran su energía,
luego achican cadáveres llenos de pantanos
hasta librar el remordimiento.
En el estadio se aplauden las reservas
donde falta el sprint de los principios;
las zapatillas son aerodinámicas
y los salvamentos viajan en avión.
Las películas son realistas,
la realidad no es ficción;
pero no me engaña:
El capitalismo es una falla
y bajo los escombros
las lombrices tienen flato.
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