domingo, 31 de enero de 2010

Anecdotario IV

El viernes por la noche no tenía ganas de preparar nada para cenar así que llamé a un restaurante tipo Wok nuevo que han abierto en el barrio y del cual habían distribuido publicidad por todas partes. No me gusta especialmente este tipo de comida pero no tenía el estómago para poliestireno del Telepizza, además en este caso regalaban una galleta de la fortuna que tantas veces he visto en las películas o las series de televisión, así que me decidí por tal memez. Nada más llegar cogí y busqué entre la bolsa tan preciado tesoro apartando la comida que era lo de menos en ese momento. Mi primera galleta de la fortuna estaba perfectamente envuelta y la abrí con sumo cuidado, como si estuviera pintando. Y allí, en su interior, había un papelito doblado con premura. Estuve dos horas rondándolo: ¿acaso tendrá escondido el sentido de mi vida, estoy a punto de descubrir el mapa que es en realidad el tesoro, no se habrán equivocado y esta no era la galletita pensada para mí, harían un cambio a última hora, verdaderamente lo que estoy a punto de mirar me hablará y la persona que lo introdujo hizo breve historial de sus vueltas...? Cuando mi yo menos poético me dio mil bofetadas fue cuando me sentí preparado para leer el interior: Quien tenga este mensaje será rico. Así de simple y tenía razón, cuando probé la mierda de comida que venía envuelta en esos paquetitos que acompañaba a mi galleta de la fortuna tuve que lamerme varias veces para que se me fuera el sabor y yo estaba mucho más rico, sí, que el Takumashi y no hablemos del Supai. Sin embargo tuvieron que pasar dos días para que yo entendiera el verdadero mensaje de la galleta.


El sábado por la mañana estuve trabajando, dando mis clases para apaciguar los exámenes que asustan a mis alumnos. Esto es algo que me satisface sobremanera, pues no sólo disfruto de la actividad, que me encanta, más aún aprendo continuamente. Es un gran gozo que muchas veces uno no tenga ni idea de lo que está explicando pero que siempre tenga la capacidad del conocimiento con lo cual al final se es capaz de resolver problemas que desconocía. Lo que más me divierte es que cuando voy conociendo a mis alumnos voy conociendo la mejor forma de que estos comprendan y voy acumulando en mis sacos las mil metáforas de las teorías de la relatividad y los cien millones de formas de resolver la misma integral cuando se encuentre la estrofa capaz de amaestrarla. De verdad, no hay nada como enseñar poesía en las clases de matemáticas. A ver chicos, una asíntota es un amor imposible; no olvidéis que una función biunívoca es ni más ni menos que un mundo sin infidelidad y cuando estéis en la fiesta de las funciones nunca mandéis a la exponencial a que se integre, ella os dirá que se quedará igual así que sacad a bailar a otra expresión matemática con dos buenas funciones multiplicativas por escotazo, no sólo os acompañará, también os enseñará sus establos donde hay vacas vestidas de uniforme. Qué maravilla.



El resto del día de ayer lo pasé con mis primos vallekanos. Nos pusimos bien de vino permitiendo así que la siesta pasara en un suspiro y luego fuimos a comprar. Al llegar a casa el frigorífico se me puso tan feliz que dejó de llorar en su rincón olvidado. Miré el cuadro que me está siendo anecdotario y me dijo que por favor le pintara de una vez dos pianos blandos secándose en un cordel sibaríticamente derrochado hacia una luna alcanzada por la gloria del entrenamiento de un arquero plateado; y así hice, qué remedio. Después miré a la Ivonne tallada y ésta, que no me habla, me dijo con los ojos que será ella quien habrá de hacerme rico. Descubrí su reina doblada a posta en apoteósica y minúscula inclinación y me atreví a meter mi orondo brazo en las inmediaciones de mi cuadro, descubriendo que mis dedos se hacían de oro tan pronto los colocaba sobre los cabellos apocalípticos de aquella blancura inventada.



Hoy también estuve dando clases, después el coche, que es muy majo, se negó a arrancar, lo maldije cien mil veces hasta que le dije que quería ir a casa a pintar, entonces hizo cierto amago y se puso en marcha. Busqué durante tres siglos el mensaje de mi galleta que me hizo tan afortunado y recordé que seguramente estuviera en la basura que tiré esa misma mañana. Me puse pues a pintar un brazo terriblemente carnoso que tenía el santo valor de mancillar mi pintura. Me entraron las ganas habituales de rajar la obra a medio terminar hasta que, oh descubrimiento, debajo de la bota que me hace las veces de pincelero encuentro aquellas palabras, entonces sí vi a Midas y me aventuré a manifestarme dorado a través de mis acojonados tocamientos.



Cada vez que me doy cuenta de que he sido capaz de tallar al óleo el hermoso rostro de cien mil princesas de las cuales la mía es el recopilatorio de los mejores de sus vértices soy tan rico que, de un soplido, se me multiplican los milagros de los doscientos euros de pacotilla que llenan mis despensas. Por un momento, en serio, tal es mi riqueza que se me olvida el hospital y el rostro de la mujer que vi morir el otro día entre una corredera de pasillos y se me olvidan los ojos llenos de terremotos de Haití... y todo es un tendedero de pianos donde las pinzas llegarán más adelante; pianos que de tan blandos todo lo que tocan suena a agua; pianos que como no se sequen pronto acabarán desintegrados en la música que nadie quisiera escuchar nunca. Y qué tristes se los ve sin su sombra, ellos me lo dicen, qué hay de nuestra sombra me dicen y yo les digo que llegará, que me da miedo, que por eso siempre dejo para el final las oscuridades porque nada debería interponerse porque qué bonita podría estar la luna si no fuera reflejada y tuviera en el útero un candil.



Mientras me encuentro en tales plenitudes me llega un sms de la primera muchacha a la que amé íntegramente, que qué tal, que me tiene abandonado, que está de exámenes, que todo bien. Le contesto que yo también, que me estoy haciendo rico porque estoy pintando dos pianos blandos secándose en un tendedero y que no escribo nada bueno desde el verano pasado cuando le descubrí en los ojos bombas de relojería y, a la alquimia del whisky y el vodka hermosamente combinados, fuimos tentación, es decir, atentado, es decir, carnema.



Por lo demás, mañana es el lunes de las ochos horas que me son trece.



Mañana le preguntaré a Dios que por qué no descansó más tiempo, engendrar semejante basura debió dejarlo agotado.



Y no pasa nada, seguiré siendo rico.



Nunca menospreciéis el poder de una galleta.

viernes, 29 de enero de 2010

Poemas desde el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda


X


Quíteme este ojo, doctor,
estoy tan solo que con uno bastaría,
total, las pestañas normalmente se me clavan a posta
por tal de ver la guerra entre sollozos.


Los oídos, quíteme los dos,
para lo que hay que oír,
déjeme la sordera justa para intuir el piano,
mi solo ojo aprenderá a leer los mentones.


Sólo si hay riesgo
hágame la boca más grande
pues, de callarse, se olvidó de besar
y me sobra este cacho de mejilla.


La nariz déjela como está,
es tan grande que su sombra
me recuerda a la compañía,
además es la única que sabe encontrarme
entre el olor a pies de mis naufragios.


Y con la grasa que me sobra
constrúyame mi desperdicio
y póngale el ojo que me sobra,
colóquele las orejas que me sobran
y déjelo impedido de mi voz.


De ese modo
mi monstruo y yo
haremos el amor de los vergeles,
hermoso como el noble encajar
de los casquillos,
hasta de puro repudio
colapsarnos de aceptación.


Nuestros hijos saldrán con el ojo de papá
y la no sonrisa de la madre,
con el no crujido del martillo
y al reírse matarán de un susto
al esperpento.


Venga… no se alarme doctor,
en realidad lo único que quiero
es que me sustituya el corazón
por una lata de sardinas
y no se preocupe pues mi cuerpo
no notará la diferencia,
verá cómo tras la operación
a mi ausencia le da por existir.


Le agradecería además que jugaran a la petanca
con el órgano desechado,
igual si se acerca a una enfermedad chiquita
le da por funcionar de una vez.


Eso sí, prométame que no va a trasplantarlo,
mire que a la larga se vuelve masoquista
y su rechazo interplanetario
quemaría el sol.


En fin… no llore usted, doctor,
ya si eso concretamos
en la siguiente cita.

jueves, 28 de enero de 2010

1ª Tertulia de Poekas de 2010

Éramos doce hasta que tarde y, por circunstancias, Elena Moratalla completó la suerte de los trece Poekas que acudieron a inaugurar el nuevo año poético de la tertulia. En el ambiente sosegado que nos caracteriza, Vallekas seguía siendo el barrio donde el último martes de cada mes un grupo de amantes del género se reúnen a compartir sus maniobras. Con caras nuevas y año nuevo, la cosa comenzó con una chica rumana que acompañaba a Maribel y que nos habló de un poeta rumano considerado un genio en su país y del que nos leyó un poema en su lengua para después ser recitado en el nuestro por Maribel que se emocionaba a mitad de camino porque las palabras le sacudían las fibras y yo me emocioné contagiado por el poder que pueden llegar a tener las estrofas.


Siguió Alberto Yago con un poema lleno de convulsiones dedicado a Haití demostrando las zancadas que en poco tiempo es capaz de dar, ya no sólo sobre el campo de fútbol, sino también sobre los versos y es que es increíble el modo en que su poesía ha ido cuajando en las pocas veces que he tenido la suerte de escucharlo.



Martín Lozano, que hacía las veces de coordinador, dio paso entonces a Verónica Gil a quien se sigue empeñando en tratar como la pequeña del grupo, como si acaso no se diera cuenta de que tras la voz dulce de la poeta no hay precisamente inocencia de princesa derrocada sino, muy al contrario, algo así como un arrecife de trampas donde la pólvora que cuestiona el propio poema es víscera contra los egos. Sé que hay que saber escucharla pues su voz engaña, otras veces yo me he dejado mecer por su melodía sin darme cuenta de que me estaban apuntando a bocajarro, desde entonces tengo cuidado de las muñecas vestidas de camuflaje y veo de otra manera a los osos salvajes que hacen de peluches sobre las camas.



Después una mujer que me era desconocida hasta entonces nos leyó un poema rarísimo, una especie de diálogo interior que en su forma de recitarlo no entendí muy bien pero que, al tenerlo cerca, me di cuenta de que estaba lleno de paréntesis y espacios como con las anotaciones que se nos colocan en el pensamiento cuando hilamos pasados y conversaciones que conservamos a cachos.



Llegó mi turno y aproveché en él para leer un poema también a Haití y otro de los que me salen en el Hospital. Me siguió un hombre mayor que también aportó unas estrofas a lo que nos suponen los pasillos que habitualmente son sendas para el enfermero y, tras él, ya con la presencia de Elena Moratalla, el gran Martín Lozano nos repartió unos papelitos con el abecedario porque iba a leernos unos versos acrósticos que empezarían siguiendo el compás de la chuletilla que nos había entregado uno por uno. Nos reímos bastante porque, como le dijimos, nos lo sabíamos de memoria y no era necesario que nos diera el papel. El resultado fue que escuchamos un poema bastante largo donde muchas veces Martín hacía trampa en el uso de algunas consonantes cosa que le hicieron saber algunos.



No quisiera olvidarme de que Carlos, un joven venezolano y que lleva sólo tres meses en Madrid nos acompañó durante toda la tertulia y pareció disfrutar de lo que vio; sabiendo que toca la guitarra le dijimos que se animara a venir a acompañarnos con sus cuerdas. Creo que lo convencimos en la cerveza que nos tomamos, como viene siendo habitual, en el bar de al lado.
La tertulia terminó con la noticia de la preparación del homenaje que haremos a Miguel Hernández el día del libro y del cual ya nos avisó Elena que tenemos que ir seleccionando poemas suyos que quisiéramos leer en el acto. También habrá algún soporte audiovisual, encargo que llevará a cabo José Antonio al que prestaré las mil cosas que tengo por ahí guardadas del poeta. Se habló asimismo de un posible recopilatorio del grupo así como de la creación de algún logo de la tertulia, cosa que al ser nombrada provocó que algunos de los presentes me miraran como invitándome a ir pensándolo, así que ya me van rondando las ideas sobre el tema.
Como siempre, un encuentro muy agradable donde no precisamente la poesía más rompedora del momento, pero sí posiblemente la más enternecedora, la más sincera, la que sale del corazón, la vacía de orquestas, la sin cuencas y sin egos, la poesía donde cabe un barrio entero, la poesía donde ni siquiera se puede hablar de obviedad ni de elipsis, la que piensa en el mundo para cambiarlo o que menudea los cambios para enmudecerlos se hizo luz en un aula del centro cultural Paco Rabal. Verónica me lo decía muy bien cuando la acompañé en el camino a casa:
Lo que me gustó de Poekas, es que no van por la vida de poetas. Vine a un recital que dio en el centro Bárbara Butragueño y me quedé.



A mí me pasó lo mismo, fui a dar un recital por medio de la red de arte joven y me ganaron, ya me tienen y sigo ahí.



Me encantan los últimos martes de mes.

Ilustración para Al Otro Lado del Espejo



Ya ha salido el número 2 de la revista Al otro lado del espejo, para verlo pinchar aquí:


En ella aparece una ilustración mía para una historia de Alberto Infante. Fantástico el resultado final que le dan estos chicos, se nota la ilusión, se notan las ganas.

¡Ole!

martes, 26 de enero de 2010

4 poemas de Malcolm de Chazal


SENTIDO MÁGICO

(fragmentos)


II


El agua dice a la ola

"Tú me bebes"

"¿Cómo podría hacerlo?

-replica la ola-

Yo soy tu boca".


XXV


"Te amo"

dice la mujer

"Cuídate

de no amarme

demasiado

-dice el amante-

pues retornarías

a ti misma

el amor es redondo".


LXIII


Corta el agua

todo lo que quieras

no encontrarás

jamás

el esqueleto

el esqueleto del viento

es la vida toda.


DV


Él era

tan absolutamente

digno

que

no advirtió

que su cuerpo

se burlaba

de él.


................................................................


Malcolm de Chazal nació en Vacoas de la Isla Mauricio el 12 de septiembre de 1902. Ingeniero y funcionario técnico de teléfonos y electricidad. Es autor de dos tratados de economía. Publicó una serie de libros de pensamientos y aforismos poéticos influidos por la concepción mística de Swedenborg. Su obra fue presentada en Francia con el respaldo y los amplios elogios de Jean Paulhan. Los surrealistas - Breton en especial - vieron en Malcolm de Chazal a uno de los suyos por su método de captación de la realidad mediante una especie de iluminación. En los últimos años escribió un número considerable de obras teatrales. Desde el año 1958 se dedicó también a la pintura. Falleció el 1 de octubre de 1981

lunes, 25 de enero de 2010

Invasión de arena

Kseniya Simonova es la ganadora de la edición Ucraniana de Tienes talento . En la final, pintó en directo una animación de la invasión alemana de Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial, usando sus dedos y una superficie con arena. El resultado es fantástico, no tenéis más que verlo.

sábado, 23 de enero de 2010

Anecdotario III

Es tan tarde que sólo me mantiene despierto la posibilidad. Si me asomo a la ventana ahora mismo (cosa que suelo hacer cuando trasnocho) puedo descubrir con facilidad los pisos de otros noctívagos habituales con las luces encendidas (¿acaso la luz se enciende, la luz apagada también es luz?) donde me los imagino exhaustos de investigaciones científicas y soldados de soledad. Mis ojos les hacen espejo, mis labios les hacen intermitencia y dejo para otro día el ir a saludarlos, sé que un día lo haré, sé que alguno de ellos también me tiene en cuenta a mí: ¿qué hará ese chico, qué horas son estas de llegar a casa...? Y no pueden imaginar que me pasé horas delante de un ordenador que traté de arreglar por amor al arte, pero no es eso a lo que vamos.


El miércoles vinieron a visitarme unos amigos de Mallorca que conozco del programa de radio sobre poesía que emito todos los jueves. Les enseñé la exposición permanente que es mi casa y fuimos a cenar al bar de al lado. Servidos de anécdotas y buen vino, no tardé en darme cuenta de que estaba brindando con una isla, sí, tal cual, de repente allí, delante de mí, la limítrofe y hermosa Mallorca levantaba su copa para darme en los ojos con sus acantilados. Sería un honor que de esta cena saliera un compromiso por tu parte para venir a Mallorca a pintar su luz vista desde tu imaginación. Acepté sin pensármelo dos veces, dicen que me conseguirán un caballete y que desean de corazón que vaya a visitarlos. Y así haré.



El viernes llego a casa con mis habituales ataques de suicida sin agallas, con el cansancio parecido a la esclavitud y el deseo vestido de argamasa. Me llaman por teléfono del hotel Lusso de la calle Infantas de Madrid porque quieren llenar sus paredes de mis experimentos y acordamos vernos el lunes para detallar la puesta en escena de los aceites. De haber sido jueves este hecho mis dos se habrían desfigurado en su eventual megalomanía y, así las cosas, la debida alegría se convirtió en una sorpresa por rumiar. Cuando el Sábado despierta mi yo más desconocido, el enérgico que se pone a limpiar con Freddy Mercury llevando al límite el milagro de su garganta, no quepo en mí de alegría cuando también se me plantea la posibilidad de exponer en Barcelona. Y así haré.



Lo que ya es para echarse a llorar es mirarse el reloj y verlo hasta arriba de tiempo. Cuando esto sucede no queda otra que llenarlo de espacio y para eso no hay nada como pintar. Ayudado además del reciente conocimiento de The Temper Trap, un grupo acojonante de australianos que son la ostia y de los cuales os recomiendo que ahora mismo os metáis en Youtube para escuchar Sweet Disposition, Science of Fear o Fools, la cosa no puede ir mejor. A estos tíos los vi tocar en un concierto de Radio 3 y suelo tener buen oído, no me equivoqué cuando hablé a todo el mundo de Sigur Ros o de Arcade Fire hace años y hace muy poquito empezaron a verse un poco más por ahí. Como no es aconsejable beber para pintar siempre digo que me es necesario saciarme de buena música antes de armarme de valor para mancillar con el pincel lo que es blanco y casi siempre es mejor dejarlo así; igual que es preferible el silencio a los poemas desechables.



Mejor que jugar al ajedrez es ser pieza y hacerse albañil de lo blanco y lo negro hasta comerse su propio rey. Decapitar a la reina ya es una barbaridad sólo salvable cuando a sus bellezas se le otorgan la promiscuidad de sus tableros. Los caballos deberían tenderse en una floración gloriosa de pianos por secar, pero eso será más tarde, igual que más adelante un brazo, quizá una guillotina abrazada a un espanto, se atreverá, siempre que sea necesario, a tocar con su hermoso filo a la reina que fue esculpida de la roca blanca. Por lo demás todo es un pie donde se me guardan por sí solos los pinceles y el cenicero llegado de Magadascar se hace el desnudo en sus faltas de equilibrio.



Se me olvida contar que en una de mis minúsculas siestas cuando entre comer y dormir elijo lo segundo, experimenté el sueño más real y al mismo tiempo extraño que he tenido en mi vida. Tengo la suerte de soñar y soñar mucho y además recordarlo. En aquella ocasión la situación se volvió tan irreverente que dentro de la propia ensoñación empecé a darme de ostias porque era imposible que eso pasara y, al descubrir que no me despertaba, llegué a pensar que me había quedado en coma o algo peor. Cuando me concentré en despertarme y lo consigo, voy al cuarto de baño para echarme agua fría en la cara y al mirarme al espejo descubro que tengo un sólo ojo. Escucho que una voz femenina dice: No te preocupes, el efecto te pasará pronto, te acostumbrarás... y es entonces cuando despierto de verdad en la quietud de mi sofá, descubriendo que los furiosos puñetazos que intentaron sacarme de aquel territorio no habían surtido efecto en la realidad por la imantación de la sábana que me tapaba y mi posición cómoda vacía de terremotos. Me di cuenta de que los mejores sueños se producen cuando tenemos mucho cansancio a cubos entrando por las legañas y aprovechamos media hora para disiparlo o incrementarlo aún más. Dalí contaba en su Diario de un genio, que para fomentar la imaginación no había nada como dormir con un brazo extendido que sujetara una llave antigua, colocando bajo ésta un plato; pues es justo en el momento en que el cuerpo aún no ha atravesado la liturgia del descanso cuando alcanza la mayor explosión de imágenes que nos vengan, de modo que justo al quedar lo suficientemente dormidos como para que se nos caiga la llave, el ruido contra el plato nos despertará habiendo viajado más allá del límite de nuestros infinitos. Doy fe.



Para terminar quiero daros las gracias a los que me salváis con vuestro reclamo de poesía, los que de tanto naufragio os habéis hecho barca y me ponéis sobre la calva vuestras imágenes vacías de platos y de llaves y de monóculo onírico donde salen a nadar las epicicloides. Me paso la vida preguntándome cómo podría dibujar un lirio con leucemia (Alberto Batania), de qué modo haría que la poquedad pudiera relamerse (Giovanni Collazos), si es acaso posible el deseo de venganza en varios idiomas diferentes (Déborah Vukusic), cómo retornar a uno mismo sobre el papel erigiéndose isla (Bárbara Butragueño), despertarse y ver que la almohada sigue llena de bisontes (Andrés González Andino), cómo dibujarle al agua su hidráulica acuosidad (Santiago Tena) o cómo diablos morir de frío tan pronto como entiendes el invierno (Verónica Gil)...
Y así como la que siempre hacía equilibrios acabó como funambulista ergo sin futuro, así yo que últimamente me veo abandonado de todo poema o el poema no es lo que me era y quiero aprender de la primera persona (Álvaro Guijarro) empecé también esta semana increíble a escribir una novela que ya me tenía furioso de tanto saltarme en mi langosta.



Mas no marcharé, por lo pronto voy a asomarme a la ventana a verme en todas las luces que son. Tengo miedo de acercarme a la casa de la curiosidad, tengo miedo de encontrarme a mí mismo mirándome a mí mismo con su cíclope encerrado en su ojo. Tengo miedo, mucho miedo de que al seguir pintando me gane la ausencia. Pero no quiero ser Munch entre las gradas del griterío; el cepo de mi rabia es un miedo aún más fuerte que la oliva.



Creo que se me ha metido un oso en la pestaña.



Cuando despierte cuento más.

martes, 19 de enero de 2010

Saqueo


Nada me gustaría tanto
como que los desconocidos
entraran en mi casa
a negociarme el hambre;
que las autoridades me dijeran:
Cálmese, olvide los colmillos,
usted no tiene estómago,
mire, eso sí, fijamente
este jamón
.


Aplaudiría además
que una panda de eruditos
se reuniera en mis aposentos
a ponerle precio a mi desastre.


No hay color:
el tanatorio es más alegre
tras la ocupación,
nada calma como el pésame
de un millón de desconocidos
que jamás quisieron saber
de mí.


Y como el reparto es equitativo,
como en el mundo hay equilibrio
igual que equinos equiláteros
que esquían esquinas dados
la vuelta o del revés,
a día de hoy y así, a bote pronto
mataría por un vaso de agua
mataría por el oasis de una galleta
o porque alguien me cortara la pierna
donde ayer había un tejado
o porque alguien enterrara la frente
de mi mujer.


Mientras tanto
todo es un saqueo de dedos
donde estrujaríamos los cuellos
por bebernos el sudor…
y a lo lejos, qué veo:
sí, es un barco,
sí, es un avión,
vienen los terrícolas
a ayudarnos.


Para tanto espanto
no hay salvación.
No son sísmicos
los marines.


Nada me gustaría tanto
como que los desconocidos
me sacaran de la garganta
el terremoto,
que alguien me despertara en mi pobreza
y siguiera tan feliz
sin tener nada que darle de comer
a mis hijos.


Viudo de mí,
mi casa es la carcasa
del cúmulo de la escombrera
y tengo metralletas para el agua.


Si te acercas
juro por Dios
que te disparo.

lunes, 18 de enero de 2010

Un café con Déborah Vukusic

Menos mal que amaneció con niebla prolongando así la textura que deben tener los sueños o al menos los sueños donde todo es un fumar y la realidad, por hermosa, queda distorsionada. Era así más fácil conducir bajo los efectos de la intuición y ver los verdes de los semáforos del color de la apetencia; de ese modo se me permitía continuar con la ensoñación en que ha consistido el fin de semana. No ya por los Roys que ya cuelgan de las paredes, que también; no ya por haber dormido hasta quedar meritoriamente despachado, que también; no ya por la visita a los primos a los que tanto quiero, que por supuesto; sino que a eso del mediodía de ayer recibo un mail de la Croacia gallega invitándome al café que teníamos pendiente. Cuando un país lleno de guerra te invita a café hay que ser tan puntual como la identidad lo permita así que a las 18.30 el reloj que me llevaba estaba en Batalla del Salado guiándome con el poemario de Deb. Cargaba con los tres cuadros que dediqué y regalé a Guerra de Identidad y los nervios por conocer a una de las mejores poetas de mi tiempo me superaban.

Abandonada la acera subí al quinto de la Vukusic y, en seguida, quedé embriagado por su simpatía. Conocí, además, a Santiago Tena de amor y libertad mientras mis dos nuevos conocidos miraban los cuadros como si hubiera elección posible, como si pudieran separarse, que era mi descabellada idea inicial, como si acaso me pertenecieran y hubiera para ellos un regreso posible, como si a alguien se le ocurriera poner el Guernica en Tombuctú. Desde el principio Deb se decantó por el que yo llamo Mitad Gallega por el color, la inocencia, su parte tierna de los primeros besos… lo que no sabía ni ella ni yo hasta que los vi allí junto a su creadora era que existían fuertes lazadas que los unen y que por eso no deberían, bajo ningún concepto, quedar distanciados de la misma habitación que habitan. Asumida la orfandad de la que acababa de apoderarme (sí, ese estado frenético del huérfano feliz que se deshace de los padres que bien cuidarán mejor a otro niño que más lo merezca) charlamos en el salón-estudio-montaje del videobook de la actriz desde poesía, pasando por pintura hasta aterrizar en los territorios de nuestras mitades.


De Vuk puedo decir sin muchos miramientos que es guapa como largo es el día o que el día es tan largo para que a Deb le dé el tiempo suficiente para ser y mostrar lo maja que es. Su casa, acogedora como prolongación de sus habitantes, está llena de dibujos, recortes de periódico y libros por todas partes; ponedle a todo esto un poco de jazz de fondo y tendréis el mejor ambiente para un café que espero no sea el último.


Lamenté lo que siempre lamento en mis primeros encuentros con cualquier ser vivo del planeta: mi timidez, mi poquedad, mi planicie; yo el olvidado de mí, el apocado de sí, el que no es él ni cualquiera de sus mitades, el ausente, el que está allí y asiente pero escucha poco sin entender ni palabra y observa el tiempo desde la cámara lenta de su concisión, el que mira poco a los ojos o los mira a veces, el que al principio suda a 30 grados bajo cero, el que necesita 13 encuentros al menos (o 13 cubatas al menos) para empezar a mostrarse; yo, que soy parálisis de mí mis primeras veces, yo, el paralizado.


Al final de la velada me dedicó sus dos libros que no olvidé llevar y yo, es decir, mi espesura, mi blancura mental escribió algo detrás de los cuadros que le devolví pues ya me fueron prestados el tiempo suficiente. Me fui no sin antes olvidar la manta en la que llevé envuelto el primer cuadro que me hizo guerrear así que eso me dio una segunda oportunidad para saberme cierto, allí en Palos de La Frontera, recibiendo todos los palos en todas mis fronteras, donde los pájaros observan con cautela el nido de la gallega que un día fue croata, de la Croacia imantada a fuerza de galicias donde se detienen a repostar los mejores versos que están saliendo de las mentes jóvenes que hoy respiran.


Regresé a casa, enmarqué el Roy que el día anterior me fue dado y empecé a hacer balance.


Cambié cuadros por café y lo que no sabe Déborah Vukusic es que ella, aunque no lo crea, salió perdiendo.

sábado, 16 de enero de 2010

¡Tengo dos cuadros de Alicia Roy!


Sí, ahí los podéis ver. Hace un tiempo le di clases de dibujo técnico por amor al arte y pactamos el intercambio literalmente y hoy ella misma tuvo el detalle de venir a casa a dármelos. Qué bien, qué bien, me han encantado; no paro de mirarlos, tiene un estilo nuevo, una visión diferente, mezcla las cosmovisiones y les aporta sus rayados; luego cose la realidad y los hilos tensan la situación hasta hacerla azulejo. Arte hermoso lleno de barrios donde el graffiti es el arte de otros contemplado desde el alambre y las personas surgen de la casualidad.


Muy agradecido Alicia, mucho, mucho, gracias.


Podéis visitar su página y ver parte de su obra aquí:

viernes, 15 de enero de 2010

Sísmica maratón


Nos hace humanos la catástrofe

y las gradas están hechas de chabolas.


Suena un disparo y, como el rayo,

la carrera armamentística se adelanta

dejando su relevo a lo solidario

y los países pierden la respiración.


Se saltan vallas soldadas de brazos,

cuadras delimitadas por cuellos

y gargantas que ayer tuvieron voz.


Tenemos cien mil metros de maratón,

un corazón anaeróbico

y todavía hay atletas que se empeñan

en dar agua al arrojo que descuidaron.


A la meta llegan todos a la vez

y en los podios condecoran su energía,

luego achican cadáveres llenos de pantanos

hasta librar el remordimiento.


En el estadio se aplauden las reservas

donde falta el sprint de los principios;

las zapatillas son aerodinámicas

y los salvamentos viajan en avión.


Las películas son realistas,

la realidad no es ficción;

pero no me engaña:


El capitalismo es una falla

y bajo los escombros

las lombrices tienen flato.

martes, 12 de enero de 2010

Lo que tú no sabes (Manual del ajedrecista perdedor)

Lo que tú no sabes
es que los dinosaurios
se extinguieron
para que tú los miraras
en los museos
sin asustarte.

Y encima ni imaginas
que los cometas son espías
que se acercan a intuirte
la posibilidad.


Y es que, maldita sea,
te han puesto en los ojos,
en los lóbulos,
concentradas
las bisuterías
y no hay forma de mirarte
sin saberse incierto.


Aún peor,
ignoras que las torres de Hong Kong
buscan en la altura tus fareros
o que eres la Nefertiti
reencarnada.


Ya basta eso de ser pirámide
contra el tiempo,
eso de ser célibe
contra la hermosura.


Lo que tú no sabes
es que besarte
es como recortar por la mitad
la Gioconda y darle de ostias
al Louvre.


Y encima ni imaginas
que tocarte es serrar en zigzag
el Stradivarius
y darle porrazos al dorado
de Klimt.


Aún peor
es escribirlo en la ignorancia,
dándole mordiscos a las delicias
o dejando que la cerveza
me hable tantas veces
de ti.


No me basto, no,
desde que me atentaste
el ajedrez.


No es fácil
ser torre
contra la reina.

lunes, 11 de enero de 2010

Anecdotario II


Al pisar la nieve tengo la sensación de haberme depositado sobre ciénagas de cepillos de dientes que me arropan los zapatos. Todo está tan bonito que me pregunto si no estaré viviendo en las sucursales azules del capitalismo. Las máquinas quitanieves son molinos de viento contra el gigante de la hermosura y me pregunto por el porqué de tanta maldad si su labor me permite regresar a los trabajos incendiarios donde las llamas suponen una cosmovisión y el griterío de los enfermos manifiesta la eclosión de los frigoríficos de las afueras. Juego al escondite frente a la navidad, época de encuentros esperados con abuelos y hermanos y padres, abrazos llenos de deseos y mantas y braseros contra el frío; las comilonas son el exceso establecido por norma para colocarnos ante el nuevo año que recién empieza semejantes a los buches del palomo que se impidió volar de pura tiritera.

Casi no alcanzo el 25 de diciembre en casa porque el Xantia se negó a recorrer más allá de los 174 kms desde Madrid, le parecieron demasiados los 500 que debía acordonar hasta ser cochera y los seguros se tomaron toda la molestia para hacerme lo más complicado posible el regreso. De vuelta a Madrid ya habiendo nacido los jesusitos, pues ha habido tantos desde el 0, el Safrane de mi padre se descojona frente a mí a tan sólo 72 kms de la capital y otra compañía aseguradora haciendo homenaje a su nombre se aseguró de que la recogida fuera mucho más traumática que la primera. Y ahora sí que puedo decir que mi labor de terrorismo ha sido efectuada tal y como no planifiqué, pues la bomba de la gasolina del primer coche y la del agua del segundo se estropearon con tal gracia que se me quitaron las ganas de conducir hasta que mis amigos me empezaron a llamar bombero y yo empecé a comer bombones hasta que las bombonas de gas de las bombillas me estallaron en las bombachas de mis carreteras.

Y todo lo demás es un deseo de pintura que se me agarra a las gargantas con el ardor de los lechales; todo es una partida de ajedrez donde las Ivonnes se aplican las cónicas en perfecta sintonía con las torres desde las que las arqueras y de esto no hay que preocuparse, lanzarán sus cuerdas a la curvatura del estrellato mientras en los tendederos se ponen a secar tal y como es habitual en las orquestas los pianos blandos de mis coladas.

Todo lo demás es el poema a punto de llegar y que se resiste pues es vuelo y cada palabra resulta ser una pluma mientras el pájaro entero centellea con sus glaciares en las colas y las estrofas en los picos; y qué raro se me hace ver esa bandada de alones fritos introducir sus verdades en las esponjas de las nubes.

En los platos quedan los racimos donde abundan los deseos. Nada pedí a los reyes magos y aún así se tomaron la molestia de incordiarme con sus cosas alegres que se agradecen pero que, en verdad, sobran. No sólo eso, se me presentaron los tres, Melchor pistola de oro en mano me amenazó con apretar el gatillo de sus regalos como se me ocurra la posibilidad de dejar de escribir; Gaspar iba de poli bueno y amenizó la velada con el pestazo de sus inciensos y Baltasar se tomó la molestia de explicarme sus mirras sin que yo nada pudiera entender. Dadle reyes magos del mundo una cámara a un niño y pedirá paz, dadle una máscara y se llenará de videojuegos. Si supieran sus majestades con que majestuosidad haría yo desde sus carrozas un orgulloso corte de manga a todos los padres del mundo que compensan sus ausencias con los ocios inalámbricos... y qué feliz montaña de desiertos pondría en su lugar, dunas de triciclos y de cabañas y de peluches y de meras presencias donde acribillar las soledades. Accedí a sus intereses y marcharon por donde vinieron dejándome la duda de por qué el Baltasar madrileño era un blanco pintado de negro mientras imaginaba lo hermoso que debía ser disfrazar a un negro de Melchor.

Venga, sí, lo reconozco... les pedí poesía, les pedí las azucenas que se me forman en el caballete y ranuras para el pulgar de mi paleta y que me cuiden a lo mejor del año pasado: los Poekas de Vallekas. Por lo demás la rueda sigue y aún conservo la imagen preciosa de los millones de envoltorios que se acumularon estos días en los contenedores. Una vez al año los basureros son buzones de tirabuzones que acumulan en su esqueleto los embalajes de la sorpresa.

Y eso nos queda: otro año para vivir. Como decía mi hermana pequeña en una felicitación que escribió hace años a su profesora: Feliz Navidad y próspero año nuevo. Que tengas buenos y malos momentos..... jajjajjaaaj, todavía me descojono cuando lo recuerdo... y...¿ acaso no le deseaba vivir con todas sus consecuencias...? y... ¿no contenían esas palabras inocentes los concisos deseos de lo que en realidad consiste todo?

Pues eso,
a todos,
que tengáis buenos y malos momentos.

domingo, 10 de enero de 2010

Naufragio


Mirad al poeta
cómo muerde el brazo
que sujeta
su cuchara.


Fijaos en la manera con que
sus ojos trazan horizontes
en los desiertos
defendiendo el puñado de arena
que es suyo.


Espiad sus andanzas de noche
cuando sale a las repisas
a robarle la sal
a las nieves.


Veréis con qué cuidado
se ha clavado en la sien
las curvaturas
del universo.


Su corazón
es una máquina
de escribir
y su sangre
es el dique
del arroyo.


Y ahora comed, sí, engullid
el lastre de su portafolios,
sentiréis en el estómago
mandíbulas llenas de cuevas,
sentiréis en los huecos
las sillas vacías
donde las islas se asientan
a ser vistas por los mares.


No hagáis propias
las pánfilas similitudes,
no dejéis que las planchas
os hagan surf en las retinas.


Sed otro.


Sedme
ahora.


Así
es
el naufragio.