lunes, 20 de julio de 2009

Anatomía del párpado

Ahora ya lo sé:
la forma más fácil de asesinar
es el parpadeo.

Basta una persiana,
bastan los velos, los vuelos
de las cortinas.
El ojo no está preparado
para semejante colisión.

Aún así yo me arriesgo
y te ausculto los pliegues,
dudo aún de las paredes
que se abrieran;
yo que me encerré con el cuchillo,
yo que me arresté las posibilidades,
yo que me mantengo alerta
por si me miras
y me asomo a la ventana
para recibir en la frente
tus disparos.

Y restan, quedan los rastros
de las uñas sobre el alféizar
donde yo buscaba la manera
de suicidarme;
pero llegas tú
y me miras,
me encierro en cavernas,
te pinto Altamira;
me he construido un embalse
con millones de grietas a posta
donde quepan las pestañas
donde discurra alegre el agua
de tus silencios.

La cosa es bien sencilla,
morir es fácil en las diásporas
si me dejo pisotear por tus miradas:
ojos que me persiguen en estampida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wow, está intenso