No hay en el verano
actitud para el poema.
Se derrite la palabra
en la escafandra
antes
de empezar.
Dices: Incapaz de verle la variz
a la arca, dices: la vinca
tiene un orzuelo coloreado,
añades: es posible
comer tamal
con la memoria.
No hay en el verano
acritud con el poema.
Se resisten los intentos
y no está contento
aquello que se funde
en la casaca.
No está mal: tengo tanto frío
que quise ser soldado,
intentas mejorarlo: tengo tanto soldado
que quise ser frío,
terminas: tengo tanto brío
que quise ser saltador.
Isel, puesta en la sartén
de la manteca
me dice lo azteca
del columpio.
Y no hay en el verano
actitud para el poema,
sólo poesía
y alegría
en bañador.
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